El final de 'Acorralado (1982)', la película en la que Sylvester Stallone dio vida por primera vez al inmortal John Rambo, es una de esas escenas que se quedan grabadas en la mente para siempre. Un ejercicio de piedad que muestra los horrores de la guerra en carne viva. Un Rambo superado, destruido emocionalmente, que solloza frente al que fue su superior, el coronel Sam Trautman. Ese abrazo compasivo entre Rambo y Trautmann, sin embargo, podría no haberse dado nunca. Los productores querían otro final, mucho más trágico, pero el propio Stallone presionó para que se cambiara. Su director Ted Koetcheff también puso de su parte para salvar la vida a uno de los personajes más emblemáticos del cine de aventuras.
Al parecer, hubo un final alternativo que se grabó pero finalmente fue descartado. En aquella escena eliminada, Rambo se suicidaba. "Él estaba en la estación de policía. El coronel entra para sacarlo de su miseria. Rambo dice: "Sé que tienes una pistola debajo de tu chaqueta. Tú me creaste. Ahora, tú tienes que matarme. Y saca el arma. Pero no puede hacerlo, por supuesto. Pero Rambo extiende la mano, aprieta el gatillo y se vuela. La escena fue terriblemente conmovedora. ¡Se había suicidado!", contó el director de la película, Ted Koetcheff, en una entrevista con Entertainment Weekly.
Aquel final, que tenía una gran potencia audiovisual, desencantó a Stallone. Después de rodarlo, se acercó a Kotcheff para intentar hacerle cambiar de opinión. "Ya sabes, Ted, hemos pasado por muchas cosas con este personaje. La policía abusa de él. Es perseguido hasta el final. Le envían a los perros detrás de él. Salta por acantilados. Corre a través de aguas congeladas. Le disparan en el brazo y tiene que curarse él mismo. ¿Todo esto y ahora vamos a matarlo?", reproduce el director. Al parecer, el discurso emocional de Sylvester Stallone hizo efecto.
Porque Kotcheff le dio la razón. "Dije: sé exactamente cómo lo haremos. Cortamos la escena, justo antes de que el Coronel sacara el arma. Ambos salen de la comisaría. Comienzan a caminar, bajando las escaleras. Me acercaré a la ambulancia y veré cómo suben al sheriff. Le han disparado, pero no está muerto. Volvimos con Sylvester, lo grabamos todo en una toma. Él estaba contento de que no le hubieran matado (...). Acaba subiéndose a un jeep y conduciendo. Todo en un tiro largo de cámara. ¡A Sylvester le encantó!", contó.
A quien no le gustó la idea fue a los productores de la película. Mario Kassar y Andrew Vajna habían acordado con el director que el final sería la muerte de Rambo. "¿¡Qué coño estás haciendo, Kotcheff!?", le espetaron. Él les habló de lo que acababa de ocurrir, del final alternativo, y ambos enloquecieron. Le reprocharon que él había aceptado que la película era una misión suicida de Rambo y que ahora estaba alterando el final. "Además, has sobrepasado el presupuesto y el calendario. ¡Hemos acabado!", le dijeron enfurecidos.
Kotcheff no se arrugó. "Escuchadme, gilipollas, no acepto mierdas de los productores. Solo voy a estar dos horas, os lo prometo. Y después, cuando la distribuidora americana quiera un final feliz, que estoy seguro que lo querrá, no tendréis que gastar un montón de dinero trayendo a todo el casting y el equipo de nuevo -en marzo, con mal tiempo-. Y entonces, me besaréis el culo como gratitud". Aquella disputa se la llevó Kotcheff. Los productores aceptaron, el director y Stallone terminaron de grabar el final alternativo y todo salió a pedir de boca.
"Los finales tristes son finales intelectuales. Pero los finales felices son finales populares", dijo Kotcheff. Y de populismo, Stallone parecía tener un posgrado. "Sabe qué quiere ver la audiencia y qué no quiere ver. Yo nunca tuve eso", explicó el director sobre Stallone. Una cualidad importante en el cine, que asegura buenos números y pocas broncas con la audiencia. Porque ya es suficiente con las que hay entre el equipo de producción.