Quienes anden por los 60 años le recordarán como Jor-El, el padre del Superman icónico, el de Christopher Reeve. Apareció menos de diez minutos en pantalla y se embolsó cuatro millones de dólares, más el porcentaje de taquilla, algo inédito para la época. En total, 15 millones de dólares. Para llegar a ese momento, Marlon Brando, el anti-héroe del star system, pasó por toda una serie de pruebas que empezaron en una pequeña escuela de actores y acabaron con el divo, avejentado y obeso, ante un tribunal de Los Ángeles. Hace unos días hubiera cumplido 98 años. Repasamos su desbocada biografía.
"La primera vez que lo vi fue mientras hacía el casting para 'Un tranvía llamado deseo'. Alguien me habló de un chico llamado Brando y me dijo que tenía buena apariencia. Llegó con unos jeans gastados, miró el desastre que había en la casa (no tenía dinero para pagar ningún arreglo) y se puso a trabajar. Arregló los grifos de la cocina, dos aparatos de luz y destapó una rejilla. En una hora todo funcionaba. Luego tomó el texto y empezó a leerlo en voz alta mientras lo actuaba. Fue la lectura más extraordinaria que alguna vez presencié. Algo de otro mundo. Obtuvo el papel de Stanley Kowalski en ese mismo instante".
Así recordó Tennessee Williams el momento en el que el actor consiguió el papel teatral que le cambiaría la vida. Más tarde, en la gran pantalla, la relación entre Kowalski (y su camiseta de tirantes) y la fragilidad voluptuosa de Vivian Leigh se convertirían en uno de los grandes clásicos del cine.
Con 'La ley del silencio' ('On the Waterfront') mostró que no sería una estrella de Hollywood al uso. Desde su debut en 1951, había estado nominado en todas las entregas con 'Un tranvía llamado deseo', 'Viva Zapata' y 'Julio César'. El joven actor, entonces de apenas 30 años, llegó corriendo al escenario y subió las escaleras a saltos para que Bette Davis le entregara su estatuilla.
Estaba tan pletórico que se le olvidó el discurso de agradecimiento, pero dio igual: su frescura y su magnetismo se llevaron al público de calle. En ese momento, tenía hambre de fama. Y el mundo, ganas de consumir tanta belleza.
Los espectadores solo podemos imaginar a Vito Corleone en la piel de Marlon Brando. Sin embargo, no fue la primera elección de los productores de la Paramount, que preferían a Laurence Olivier. Pero Francis Ford Coppola tenía claro quién debía ser 'su' Padrino. El director fue hasta la casa de la estrella y le dijo que necesitaba hacer una prueba de maquillaje. Brando, entonces teñido de rubio, se oscureció el pelo con betún, cambió la voz e introdujo unas cuantas bolas de algodón en sus mejillas. Al ver la prueba, los productores de la major cambiaron de opinión (después de enfurecerse con Coppola). No había mejor Corleone. Lo que sigue es historia del cine culminada con otro Oscar tan mediático como el de Will Smith.
Ese año, el actor ya había anunciado que en su lugar iría a la ceremonia Sacheen Littlefeather, una joven apache aspirante a actriz y activista por los derechos de los indios norteamericanos. La joven subió al escenario para anunciar que Brando rechazaba el premio por el trato discriminatorio que Hollywood dispensaba a los indígenas. En la platea pasó de todo, aunque primaron los aplausos. La leyenda del Brando inconformista e indómito comenzaba.
El actor se casó tres veces. Su primera esposa fue la actriz anglo-india Anna Kashvi, con quien tuvo a Christian Brando, el primero de los 11 hijos del actor. La relación fue corta y tormentosa, un matrimonio que apenas se veía y que estaba consumido por las drogas y el alcohol. La segunda esposa fue la mexicana Movita Castañeda, de la que se divorció cuando conoció a la tercera esposa, Tarita Teripiia, una hermosa tahitiana. Con ella convivió diez años, y su divorcio fue tan atroz y problemático como los anteriores. En medio de esta relación, Brando se enamoró de Tahití y adquirió una isla privada en la que pasó sus últimos años.
Respecto a su comentada bisexualidad, no hay dudas. "Brando se acostaba con cualquier cosa. ¡Cualquier cosa!", ha llegado a afirmar el productor musical Quincy Jones. La lista de amantes del actor incluye a Marilyn Monroe, Marlene Dietrich, Ava Gardner, Rock Hudson, Grace Kelly, Jackie Kennedy y James Dean. Sobre él se han contado las escenas sexuales más disparatadas y diversas. La sombra de su leyenda lo ampara todo. Lo cierto es que su entorno tampoco desmiente nada. "¿Desmentir lo que dijo Quincy? ¿Por qué? Eran los años 70. Con la suficiente cantidad de cocaína te podías acostar con un radiador y a la mañana siguiente mandarle flores", declaró en otra entrevista la viuda del cómico Richard Pryor.
Después de 'El Padrino', la carrera de Brando se revitalizó. A los 48 años volvía a ser el mejor actor del mundo. Decidido a darle un toque europeo a su carrera, aceptó filmar con Bernardo Bertolucci 'El último tango en París'. La historia del viudo que mantiene una relación sexual con una joven de la que no conoce nada sacudió al mundo.
El impacto de la escena de la mantequilla y el sexo anal opacó el valor de una película demasiado osada. Bertolucci terminó admitiendo que esa toma no estaba en el guion y que no se pidió la autorización de Maria Schneider, la actriz que encarnaba a la pareja de Brando. 50 años después de su rodaje, la polémica sobre los límites de la ficción continúa.
Su último gran papel fue el del coronel Kurtz en 'Apocalypse Now' (1979), la otra obra maestra de Francis Ford Coppola en la que participó. Inicialmente, el personaje no tenía sobrepeso y el director pensó en hacerlo adicto a la comida para justificar la apariencia.
La filmación de la película fue un calvario: desastres naturales, actores reemplazados, el infarto del protagonista, problemas de presupuesto, incumplimientos con el calendario de filmación, y, finalmente, Brando, que atosigaba a Coppola diciendo que era el peor guion que había leído en su vida. Sin consultarlo con nadie, se rapó. Y llegó la magia: un monólogo de 45 minutos improvisados en torno a cuatro palabras: "El horror, el horror".
Los problemas de salud y los desgraciados avatares de una familia desestructurada configuraron los últimos años de Brando, aderezados por películas insignificantes. En 1990 su hijo Christian mató al novio de su hermana Cheyenne de un balazo. Aunque se argumentó que lo había hecho por defender a su hermana, víctima de malos tratos, el joven fue encontrado culpable y pasó varios años en prisión.
Cheyenne, por su parte, se suicidó cuando aún no había cumplido los 25 años. Los excesos, los gastos desmesurados, los problemas personales y los escasos trabajos hicieron que en sus últimos tiempos el gran Brando pasara penurias económicas. Murió en Los Ángeles el uno de julio de 2004. Tenía 80 años y hace unos días hubiera cumplido 98.