El poder de la memoria: por qué ha sido tan importante grabar 'Litoral' con mi abuela
El director Juanjo Rueda habla en Uppers de la creación de 'Litoral', que acaba de estrenar Filmin. El corto documental es un viaje en el tiempo a través de los recuerdos familiares de su abuela.
"Ojalá durante esta cuarentena dediquemos tiempo a nuestros mayores: son la memoria de nuestro mundo"
La primera vez que tuve consciencia sobre la importancia de la memoria estaba estudiando cine en la facultad de Ciencias de la Información en Málaga y leía 'Mi último suspiro', algo parecido a un libro de memorias escrito a cuatro manos entre Buñuel y su guionista Jean-Claude Carrière. Recuerdo, como se recuerdan las cosas que brillan, que al comienzo del libro Buñuel explicaba las razones que le habían llevado a escribirlo:
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"Y la angustia más horrenda ha de ser la de estar vivo y no reconocerte a ti mismo, haber olvidado quién eres. Hay que haber empezado a perder la memoria, aunque sea sólo a retazos, para darse cuenta de que constituye toda nuestra vida. Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada".
Recuerdos que nos construyen
Era todo un primer capítulo dedicado a esta cuestión y Buñuel hablaba de la memoria y del pánico que sentía cuando olvidaba nombres o pequeños detalles recientes sin importancia, como si al hacerlo comenzara a desaparecer. Aunque estoy muy seguro de que cuando leí con veinte años este fragmento no llegué a comprenderlo realmente, aún no he podido olvidarlo.
Hay, también, algo mágico en nuestra memoria que decide conectarnos con algo para siempre. A veces me descubro cocinando o en la ducha o a punto de dormir intentando recordar un hecho reciente: qué comí ayer, de qué hablé con mi padre anoche por teléfono… Tengo que encontrar esos recuerdos para, cómo decirlo, restablecer cierto equilibrio que entonces parece estar a punto de romperse. Creo que somos la historia que nos contamos sobre nosotros mismos y, con el paso del tiempo, la historia que podemos recordar sobre nosotros mismos.
He trabajado siguiendo esta línea marcada por la memoria desde hace un tiempo y sumada a otros temas que me resultan interesantes he llevado a cabo una película de no-ficción titulada 'Litoral', en la que repaso la historia de mi familia a través de conversaciones con mi abuela de 96 años. No puedo decir que sea una historia muy rigurosa pero sí muy recordada; en ella recorremos lugares importantes para la familia, habitados por cada uno de nosotros de maneras muy distintas.
De todos estos momentos, mis conversaciones con ella a lo largo de un año y otras grabaciones que tuve que realizar para la obra, recuerdo dos que brillan sobre el resto. En el primero, mi abuela recuerda a mi abuelo en su tumba el día que falleció. Fue un momento delicado pero mi abuela lo narra -está en el documental- con mucha precisión y entereza; recuerda perfectamente la expresión de su cara, como si pudiera adivinar lo que un muerto está pensando. También la luz de la tarde y cómo cae sobre su pena antes de llegar la noche. Para mí ese momento, sentados frente a la ventana de la habitación de la abuela, fue como una invocación, verdadera brujería.
Meses más tarde yo había terminado el documental y quería mostrárselo a mi familia. Tras verlo -nos emocionó mucho a todos verlo juntos-, fuimos comentando cada uno de los episodios que mi abuela me contaba y mis padres repararon, especialmente, en la terrible y concretísima descripción del episodio de mi abuelo fallecido. Me sorprendió mucho cuando me contaron que mi abuela nunca llegó a ver la cara de mi abuelo muerto porque nunca llegaron a abrir el ataúd y ella por desgracia no estaba en el hospital cuando falleció. Entonces, 16 años después de haber leído ese libro de Buñuel lo entendí. Entendí por qué la memoria es nuestra coherencia, nuestra razón y nuestro sentimiento, que tiene el poder de configurar quiénes somos. Es quiénes somos.
El peso de la realidad
El segundo de estos recuerdos brillantes tiene que ver con la caída del peso de la realidad sobre mis recuerdos de infancia. Uno de los temas importantes en el documental es la casa familiar. Desde que nos mudamos hasta llegar al episodio de nuestra historia donde tuvimos que venderla, con todos los veranos que contenía. Aunque eso, desgraciadamente, sea imposible de tasar. Durante los meses de grabación del documental tuve que volver a esa casa para poder ilustrar un fragmento de la historia y entonces pude tomar conciencia de que esa casa ya no era la nuestra. La casa de la que mi abuela hablaba, la que repasábamos juntos de arriba-abajo a través de fotografías, esa que yo recordaba se había convertido en una especie de paisaje emocional, en una idea común en nuestra memoria que le da sentido y emoción a nuestra historia. No podremos volver jamás a esa casa, ahora es ella la que habita en nosotros.
Memorias y suspiros conectados
De veras que ha sido una de las grandes decisiones de mi vida haber comenzado este proyecto y pedirle a mi abuela que compartiera su historia conmigo, lo ha hecho con una generosidad y honestidad ejemplares que han marcado un lugar al que aspirar cuando alguien necesite conocer la mía, si algún día tengo algo que contar. Ojalá durante esta cuarentena dediquemos tiempo a nuestros mayores y charlemos tranquilamente con ellos. Son la memoria de nuestro mundo y de nuestra vida y ahora, más que nunca, parece un buen momento para que nos recuerden quiénes somos.
Me gustaría acabar como he empezado, hablando de lo que Buñuel ya anticipaba en su último suspiro. El final de esta historia es el final de todas las historias: mi abuela falleció dos meses después de estrenar la película pero estoy seguro que de una forma extraordinaria y misteriosa mi memoria me conectará con ella para siempre. Para evitar que aquello que parece estar a punto de romperse se rompa.