Jacobo Bergareche (Londres, 1976) es un escritor horizontal. Es un rasgo que tiene el honor de compartir con Truman Capote, George Orwell, Juan Carlos Onetti, Marcel Proust, Vicente Aleixandre y tantos otros grandes escritores que escribieron sus obras en la cama. También con Valle-Inclán, que fijaba a la pared sus cuartillas recién escritas. Unos lo hicieron por enfermedad, otros por gusto. Bergareche es de estos últimos y nos revela que desde hace un tiempo ha sustituido la desnudez por un chándal de Adidas. Para el resto del día tiene ocupaciones más interesantes donde matar el tiempo que la cama. Entre ellas, el mus. Y justo en este punto descubrimos quién es este escritor, guionista y productor de series de ficción y documentales.
Es nieto de Ramón Mendoza, el empresario que ocupó la presidencia del Real Madrid entre 1985 y 1995. Un hombre carismático y de explosiva personalidad de quien el escritor tomó el disfrute de la buena vida, además de aprender cuánto puede dar de sí una baraja de cartas. "Era mi padrino y teníamos una gran complicidad -recuerda-. Nos reíamos mucho. Me jugaba la paga con él y casi siempre la perdía, pero pasábamos grandes ratos. Le gustaban todos los juegos y para cada momento tenía una frase con la que aplicaba su particular filosofía: Perro cobarde ni folla ni come carne o Con dos cojones y un palo, mi padre mató a un cochino".
Bergareche nunca mostró interés por el fútbol, ni siquiera en esa etapa de patio de colegio en la que el balón se vuelve casi una obligación. "Como todos mis compañeros jugaban al balón, encontré la alternativa para llenar los recreos en la lectura y el dibujo, actividades que me parecían bastante más entretenidas".
La paradoja familiar crece si presentamos a su abuelo paterno, el vizcaíno Luis Bergareche, futbolista del Athletic que marcó el primer gol del club en Primera, en 1929. Fue también promotor de boxeo, subcampeón de España de pala corta y presidente del Club de pesca de Lekeitio. Más por deber que por fervor, el nieto se hizo del Athletic. Cuando Ramón Mendoza llegó a la presidencia del Madrid, en 1985, ya había elegido equipo y no tuvo más opción que asumirlo. El escritor nos cuenta entre risas que colmó su paciencia cuando le dijo que abandonaba Bellas Artes para estudiar Literatura y Escritura en Emerson College, en Boston. "Lo hemos arreglado -respondió-. Tu capacidad para lo inútil es infinita".
Luis Bergareche destacó sobre todo como empresario del mundo editorial, por lo que la vocación de Jacobo no era tan desatinada. Su última novela, 'Los días perfectos', es, según el escritor Miguel Ángel Hernández, "una hermosa y elegante narración sobre la memoria del amor, la nostalgia de las primeras veces y la posibilidad de reparar todo aquello que el tiempo erosiona". Una carta de amor que nos sitúa ante la decisión de elegir entre la pena y la nada.
Su protagonista, Luis, un periodista cansado del trabajo y del matrimonio, acaba conformándose con tener un buen día de vez en cuando o un buen momento al cabo del día. "Durante el año -dice- invierto mucho tiempo, imaginación y dinero en preocuparme quince o veinte días buenos, no perfectos; pero excitantes, excesivos y cargados de grandes promesas". Tiene claro que vivir sin pasión no le parece vivir, sino estar de paso.
El libro nace en el archivo literario del Harry Ramson Center, en Texas (Austin), ciudad en la que residió cuatro años. "Entre los ficheros encontré, entre otros tesoros literarios, las cartas que escribió el norteamericano William Faulkner a su amante e inspiraron esta obra. El narrador, periodista, escribe una larga correspondencia a su amante y otra más corta a su esposa".
En su soliloquio, Luis recorre una línea del tiempo que va desde el alumbramiento febril del amor hasta el aburrimiento. "Qué razonable sería sustituir en las bodas la palabra muerte por la palabra tedio (…) Lo que nos separa es el tedio, el tedio de ver cómo todo lo que te irrita de tu pareja y lo que a tu pareja le irrita de ti se repite siempre", escribe en 'Los días perfectos' y lo suscribe en la conversación. La novela funde la correspondencia real de Faulkner a su esposa y amante con las cartas del protagonista también a su esposa y a la amante, que le acaba de dejar.
A través de Luis, Bergareche habla de la búsqueda del amor como estímulo para seguir vivo, del desamor, del tedio y del dolor como otra forma de amar y la prueba de un amor que existió. El género epistolar le ayuda a construir el relato para no perder lo que ha pasado. "Hemos perdido la costumbre de escribir cartas de amor. Nuestra generación fue la última que las escribió y es una pena porque dejamos que se pierda la memoria del amor".
El autor viajó a Texas poco después de la muerte de su hermano Roque, un empresario de 29 años que fue asesinado en Luanda (Angola), en 2012. El joven había puesto en marcha una empresa de infraestructuras en esta ciudad y se encontraba en un viaje de negocios cuando fue asaltado en un aparcamiento por una banda de menores. Y en pleno duelo escribió 'Estaciones de regreso', un libro muy personal casi elegíaco. En él habla de su primer verano y también de sus veranos en Lekeitio, un pueblo pesquero de la costa vizcaína al que vuelve cada año a recuperar el regusto de la infancia. Allí descansan las cenizas de Roque. "Él también era un excelente jugador de mus y en su honor organizamos un torneo anual de mus reúne a unas 34 parejas. Y como guiño a mi abuelo Ramón, repartimos boinas que nos bordan en Tolosa con sus características expresiones".
Es cuestión de semanas que nos sorprenda en la plataforma Sonora con una narración documental de los primeros debates televisivos entre González y Aznar. También nos avanza que 'Los días perfectos' tendrán continuidad, esta vez en un libro ambientado en un día de verano menorquín. Como buen poeta, se muestra sublime sin interrupción, esteta absoluto y genial. En chándal y en la cama, cantando rancheras de madrugada y rumbas en la sobremesa, deleitando al amigo con su fina ironía, disfrutando de un atardecer con su padre o sumando semiótica al mus.