Carmen Mola vuelve con novela nueva tras su polémica. Ya saben: ganó el premio Planeta (un millón de euros) hace dos años, aparecieron tres hombres en lugar de la escritora de mediana edad y madre de dos hijos adolescentes que se esperaba, que había dado entrevistas sin mostrar su rostro, y las críticas les llovieron por usar en su beneficio un pseudónimo femenino en tiempos de cambio y hacerse pasar por ella. Busquen los argumentos en contra y favor, el asunto es simple y complejo a la vez. Interesante seguro. Ahora regresan con 'Infierno', una historia de amor y conflictos de clase entre el Madrid revolucionario del siglo XIX y la Cuba colonial.
La fórmula de su éxito a seis manos sigue engrasada: crímenes cruentos explicados con detalle, pasiones irrefrenables, secretos que condicionan vidas enteras. Todo, con su peculiar toque adictivo: ritmo alto, a tope de giros sorpresivos en las tramas y finales de los capítulos en alto. "Claro que buscamos esa 'adicción'. Queremos agarrar al lector de la pechera desde la primera frase: escribir consiste en alejarle de toda distracción ajena al libro que tiene en las manos", explican a Uppers tras un viaje a Cuba en el que han podido recorrer, tras describirlos, los escenarios de su historia.
¿Por qué lo habéis ambientado en el Madrid revolucionario y la Cuba del siglo XIX?
Cuando empezamos a documentarnos para escribir 'La bestia' comprobamos que el siglo XIX era una época especialmente convulsa y repleta de sucesos en los que apetecía indagar. En esa ocasión, fue la matanza de frailes de 1834 y la epidemia de cólera lo que captó nuestra atención, pero siempre tuvimos la intención de seguir buceando en ese siglo. Hacer, a nuestra manera, un recorrido por el siglo XIX español. Los años en los que transcurre 'El infierno', previos a la revolución de la Gloriosa, son claves en la transformación de España. Madrid ya era un lugar completamente distinto al que habíamos descrito en 'La bestia': los cafés, el mundo de los teatros y las suripantas, un coro de baile famoso en la época, nos enamoraron. Y, de manera muy natural, al zambullirnos en esos años apareció la Cuba colonial. En ese momento, la isla era clave en la política española y, de alguna manera, lo que estaba sucediendo al otro lado del Atlántico era un espejo de lo que ocurría en España. Por eso, para tener un retrato completo de la época, nos parecía imprescindible aunar ambos mundos.
Lo mejor y lo peor de esa época
Lo mejor, probablemente, sea consecuencia de lo peor. Era una época en la que había un abismo entre las clases dirigentes y las trabajadoras. Mientras las primeras nadaban en la opulencia, los más pobres vivían bajo el yugo de los caciques en España, luchando contra la hambruna. La situación de Cuba era aún más extrema: la esclavitud era legal. España tiene el dudoso honor de ser el último país europeo en abolir la esclavitud. En un ejercicio de cinismo, se había prohibido el tráfico de esclavos y la esclavitud en España, pero no en Cuba. Esa mano de obra, sometida a vejaciones y jornadas de trabajo imposibles, era la que producía el dinero para que los hacendados españoles se construyeran palacios en La Habana. En ese mundo tan desigual, los más pobres empiezan a rebelarse, a asociarse para revertir la situación. Un movimiento que cristalizará en España con la Revolución de la Gloriosa y, en Cuba, con el Grito de Yara, el primer paso para la abolición de la esclavitud y la independencia de la isla.
¿Qué es la 'Sargentada'?
A lo largo del siglo XIX Prim protagonizó en incontables ocasiones levantamientos contra el gobierno español y contra la reina Isabel II de España. Antes de que tuviera éxito con La Gloriosa y consiguiera echar del trono a los borbones, hubo muchos fracasos. Uno de ellos es este de 1866 en el que los sargentos del cuartel de San Gil son los que encienden la mecha del levantamiento al enfrentarse a sus mandos. También es importante porque es una de las primeras asonadas en las que, a los militares sublevados, se une buena parte del pueblo de Madrid. Sin embargo, la 'sargentada', como fue bautizado este golpe, no triunfó. Y no sólo eso, sino que fue reprimida por la reina con especial saña. Además de los muertos durante la algarada en Madrid, hay que sumar el fusilamiento de 66 sargentos y una durísima represión contra todos aquellos que habían colaborado en la 'sargentada'.
¿En quiénes os habéis inspirado para crear los personajes de Leonor y Mauro?
La referencia de Leonor es clara porque fue una de las primeras piezas de lo que acabaría siendo El infierno. La noche de Madrid empezaba a tener mucha vida y, en buena parte, debido a Arderius, un empresario teatral que había triunfado con los “bufos”, unas obras de dudoso gusto que hacían las delicias de los madrileños. Cada noche, se llenaba el teatro Variedades para ver esas obras y, sobre todo, a un cuerpo de baile: las suripantas. Estas chicas, según leímos en los diarios del propio Arderius, eran de origen humilde, luchadoras que querían hacer del teatro su profesión. Imaginando cómo sería una de estas bailarinas fue como empezamos a dar cuerpo al personaje de Leonor.
En cuanto a Mauro, sucedió de manera parecida. Madrid era un lugar plagado de conspiradores que trabajaban en la sombra para Prim. Muchos procedían de las universidades, jóvenes estudiantes que estaban dispuestos a dejar a un lado los libros para luchar por los más pobres. Así fue como nació Mauro, un estudiante de medicina idealista dispuesto a dar su vida por la revolución.
¿Habéis ido a Cuba para tomar notas antes de escribir?
Hemos ido a Cuba después de escribir la novela. La Habana que retratamos es, en realidad, un lugar que ya no existe. Aunque uno puede encontrar vestigios de esa ciudad en la actualidad, como de los ingenios azucareros que había en la isla, la mejor descripción de la isla en ese 1866 la encontramos en guías de viaje de turistas americanos, en las gacetas que se publicaban, en los grabados y en los mapas. Para ir a la Cuba del Infierno necesitábamos una máquina del tiempo y eso es este libro.
¿Por qué el amor siempre funciona como motor en la acción?
El amor funciona como motor de todo, no sólo de lo literario, sino de la vida. En El Infierno nos apetecía adentrarnos en el amor romántico, pero en nuestras novelas siempre ha estado presente: el amor fraternal de Lucía y Clara en 'La bestia', el amor maternal de Elena Blanco en la serie de novelas negras… A todo ser humano, lo que le empuja a seguir adelante, a enfrentarse a cualquier obstáculo, es el amor. Eludirlo en una novela significaría alejarte de la realidad.
¿Y por qué funciona la violencia?
La violencia es un tema recurrente de nuestras obras. No ha sido algo buscado, pero ha surgido así. De manera inevitable, nosotros – y tal vez también los lectores – nos enfrentamos a una pregunta que es difícil de responder: ¿por qué el ser humano es capaz de desencadenar tanta violencia? ¿Qué lleva a alguien a cruzar todos los límites? Por desgracia, esta realidad no es pura invención. No sólo la esclavitud y las torturas que describimos son históricas. Incluso los actos del “demonio” que aparece en la novela tienen una base documentada. Pero, también sucede hoy: basta asomarse a un telediario para comprobar que la violencia sigue formando parte de nuestro día a día. ¿Qué pulsión hay en el ser humano para que sea imposible acabar con esta violencia? No tenemos una respuesta para esa pregunta, quizá por eso sigamos haciéndonosla novela tras novela.
¿Todos tenemos ganas, aunque no lo digamos explícitamente, de conectar con nuestro lado oscuro?
Más allá de los vicios inconfesables que cada uno pueda tener, una persona se compone de zonas secretas, pensamientos nunca compartidos, antipatías calladas, filias y fobias que a veces salen a relucir y muchas veces no. Desvelar la zona oscura de los personajes es tarea del escritor, y yo creo que al lector le gusta asomarse a esa oscuridad porque se siente menos solo.
¿Cualquiera puede cometer un crimen monstruoso?
La gran Patricia Highsmith contestaría rotundamente que sí. El argumento principal de sus novelas es la violencia cometida por un hombre corriente, al que por supuesto se le sitúa en un momento estresante que le hace estallar. Es mucho más aterradora la idea de que la violencia nos habita a todos que considerarla patrimonio único del psicópata.
¿Los españoles seguimos siendo racistas?
En España hay machistas, homófobos, gordófobos, clasistas y, por supuesto, racistas. Seguramente, como en cualquier parte del mundo. Y puede que no seamos los más racistas de nuestro entorno. Pero pensemos en los insultos contra los jugadores negros en los campos de fútbol, en el rechazo que causan los gitanos a mucha gente, en el recelo con el que se mira al inmigrante latinoamericano, africano o chino. No sé si el problema del racismo tiene solución, pero el primer paso para ello consiste en reconocerlo.
¿Nos hemos olvidado de Cuba?
Nos hemos olvidado, sí. Hace unos años, Cuba salía en los periódicos con frecuencia, era un país que generaba mucha información y despertaba interés y curiosidad. Ahora no. Pero me sorprende todavía más que casi nadie se fije en la rica historia de la Cuba colonial, en sus luces y en sus sombras. Que haya tan pocas películas y libros sobre la esclavitud en los ingenios azucareros, perpetrada y mantenida por los españoles hace solo 150 años.
¿En qué autores os inspiráis para crear esa tensión?
Nos gustan Lemaitre, Fred Vargas, Louise Penny o Patricia Highsmith, y también los clásicos como Chandler y Hammett.
¿Qué tres series os han gustado últimamente?
No solemos coincidir en los gustos, así que vemos de todo, desde series españolas a series americanas, y desde thrillers a comedias o dramas… Vamos a evitar la tentación de mencionar series hechas por nosotros mismos. 'Mare of Easttown' —el personaje de Kate Winslett y su interpretación son inmejorables—, 'Last of us' y 'The offer'.
¿Cómo os organizáis para escribir los tres?
Nos lo preguntan mucho y siempre contestamos lo mismo, pero por lo visto nadie nos cree. Lo hacemos todo juntos: pensamos, escribimos y corregimos como si sólo fuéramos un autor. Carmen Mola fue, desde el principio, un experimento de trabajo colectivo, un equipo de escritores que unían sus talentos para sacar una obra común. Como en todos los equipos, el resultado es de todos, aunque unos puedan ser en algún momento defensas o delanteros. Por cada página de la novela, independientemente de quién la escribiera en primer lugar, pasamos los tres y no la damos por buena hasta que todos estamos de acuerdo. A veces es un lío, lo reconocemos, pero el sistema nos ha funcionado bien hasta ahora.
¿Os siguen preguntando mucho por la polémica?
Cada vez menos, duró apenas quince días. Sorprendentemente, todavía hay personas que descubren que Carmen Mola son tres hombres cuando llegan para que les firmemos el libro. Respetamos mucho a las escritoras, tanto que no cometemos la simpleza de pensar que venden más sólo por tener un nombre femenino. Cada uno da lo mejor en cada libro, sin importar el nombre que haya en la cubierta.
¿Entendéis en cierta medida que algunas personas no se sientan cómodas con ello?
Claro que lo entendemos, pero no lo compartimos. El pseudónimo siempre ha existido en el mundo de la literatura y, se supone, que debe ocultar al autor. Así que no creemos haber hecho nada malo. En nuestro proyecto queríamos que el autor desapareciese, que la novela se defendiera por sí misma, sin necesidad de que detrás hubiera nadie concediendo entrevistas o dándose a conocer por las redes sociales. Lo mantuvimos durante las tres primeras novelas y nos demostramos a nosotros mismos que era posible. Si el pseudónimo era masculino o femenino nos parece que es algo secundario. Dicho esto, si alguien se sintió ofendido, pedimos disculpas.
¿Habéis pensado en quizá cambiar de nombre?
No, en absoluto. ¿Quién querría cambiar de nombre cuando el que tenemos funciona a la perfección? Mientras sigamos con el trabajo colectivo, nos llamaremos Carmen Mola. Creemos que ahora mismo hay mucha gente que espera con avidez nuestras novelas.
¿Cómo es que te llegue el éxito literario alrededor de los 50?
Uno de nosotros todavía no los ha cumplido, así que a él le llegó antes… Para los que ya los hemos sobrepasado es algo agradable. Ya no tenemos las urgencias de la juventud y podemos disfrutarlo plenamente, aunque a veces es muy cansado seguir el ritmo de promociones, entrevistas y viajes que conlleva. De cualquier manera, tenemos claro que el éxito nos llegó mucho antes. Un éxito es poder dedicarte profesionalmente a lo que deseas y nosotros nos ganamos la vida con la escritura hace muchos años. Lo que nos ha llegado a esta edad es el reconocimiento y eso nos hace muy felices.
¿Qué tal lleváis el paso del tiempo?
Bien, aunque hay casi quince años de diferencia entre el más joven y el mayor de los Mola, estamos en el mejor momento profesional y tenemos muchas ganas de disfrutar de todo lo que estamos viviendo. Lo importante es no dejar de hacer cosas por primera vez, sea a la edad que sea.
Un deseo para Carmen Mola en 10 años.
No estamos seguros de que dentro de diez años sigan existiendo los escritores y no hayan sido sustituidos por la Inteligencia Artificial. Hace poco más de un año empezamos a ver ejemplos de cómo ha evolucionado y en apenas unos meses el salto ha sido espectacular. Todavía escriben mejor los humanos que las máquinas, bastante mejor, pero cualquiera sabe lo que pueda ocurrir en los próximos diez años. Así que un buen deseo sería seguir teniendo un sitio y no haber perdido la conexión con los gustos del público.