El bar jazzy que tenía Murakami con su mujer Yoko antes de hacerse rico con sus novelas

  • Durante un lustro, el ahora célebre escritor y su esposa tuvieron un bar musical en Kokubunji, una de las ciudades que componen la Metrópolis de Tokyo.

  • Cada día, Murakami, melómano empedernido, limpiaba, servía copas, preparaba platos sencillos y pinchaba jazz de su propia colección de vinilos

  • El autor de 'Norwegian wood' será galardonado mañana con el Premio Princesa de Asturias de las Letras

Parece natural que un ultra fan de los Beatles terminara enamorándose de una chica llamada Yoko. Era el año 1969 -justo cuando la colosal asociación de Liverpool comenzaba a desmoronarse- y Haruki Murakami y Yoko Takahashi eran ambos alumnos de Arte Dramático en la Universidad de Waseda. El que se convertiría en el novelista japonés más leído del mundo no tenía ni idea de escribir, por ese entonces, pero se había imaginado a sí mismo como guionista de cine. Luego descubriría que era incapaz de trabajar en equipo y desistiría de la idea de participar en películas.

Rebeldes con causa

Haruki y Yoko se casaron 1971, cuando ambos tenían apenas 22 años. La pareja compartía tanto una gran curiosidad intelectual como un gran desdén por las vidas normadas de la academia así que se casaron pero dejaron los estudios y empezaron una serie de trabajos alimenticios para sobrevivir. ¿Apareció en ese momento la escritura? Qué va. “En mi adolescencia amaba a escritores como Dostoievski, Kafka y Balzac, pero nunca imaginé que podría escribir algo que estuviera a la altura de las obras que nos dejaron -escribiría años después en una columna en 'The New York Times'-. Y por eso, a una edad temprana, simplemente perdí toda esperanza de escribir ficción. Decidí que continuaría leyendo libros como pasatiempo y buscaría en otra parte una manera de ganarme la vida”. Y esa manera de ganarse la vida tenía que ver con el jazz.

Un adolescente atónito

Todo empezó cuando al adolescente Haruki, de apenas 15 años, le dieron como regalo de cumpleaños unas entradas para un concierto de jazz en Kobe. "Me quedé atónito" recuerda, nunca había escuchado una música tan increíble. Surgió en ese momento un vínculo con el jazz que marcaría su vida. Tanto que para mediados de los 70, cuando el joven Murakami y su esposa se encontraban sin blanca y sobreviviendo a duras penas, el futuro escritor ya tenía una colección de 3000 vinilos. También tenía un gato llamado Peter, que lo acompañaba en sus largas sesiones de escucha. Y entonces tuvo una visión.

“Trabajé duro, ahorré dinero, pedí muchos préstamos a amigos y familiares y poco después de dejar la universidad abrí un pequeño club de jazz en Tokio ", escribe en la citada columna. Se trababa de un pequeño lugar algo destartalado y casi sin ventilación que solía estar lleno de humo pero que resultaba acogedor para los melómanos de Kokubunji, una pequeña ciudad al norte de Tokyo. Bautizaron el lugar como Peter Cat, por su inseparable mascota.

Allí el escritor se rompía la espalda pero era feliz, además de barrer, servir bocadillos y bebidas y recoger las mesas, Murakami pinchaba sus discos favoritos: por lo general, jazz de los años 50. "Servíamos café durante el día y bebidas por la noche. También servíamos algunos platos sencillos. Teníamos discos sonando constantemente y músicos jóvenes tocando jazz en vivo los fines de semana. Seguí así durante cinco años. ¿Por qué? Por una sencilla razón: me permitió escuchar jazz desde la mañana hasta la noche.

Apenas podían pagar la calefacción y durante el invierno la pareja de jóvenes usaba al gato como 'calefactor'. Pero poco a poco las cosas comenzaron a mejorar y en 1977 Haruki y Yōko trasladaron el bar al barrio de Sendagaya, en el centro de Tokio. En el nuevo local, los Murakami colocaron una cara grande y sonriente del Gato de Cheshire así como distintas estampas de gatos en las mesas y sobre el piano, en posavasos, cajas de cerillas y cuadros. Sería en el Peter Cat donde Murakami empezaría finalmente a pensar en la literatura. Y en su cocina, donde empezaría a dedicarle un par de horas diarias a escribir.

La literatura, al fin

“Nunca tuve la intención de convertirme en novelista, al menos no hasta que cumplí 29 años. Esto es absolutamente cierto”, dice. Por ese entonces empezó a tener la sensación de que quería escribir una novela y de que podía hacerlo. Obsesionado como estaba con el jazz, y siendo un músico poco habilidoso, según propia confesión, se preguntaba si sería posible transferir toda esa música a la escritura. Sería el origen del estilo que el mismo ha definido esta semana, de visita en nuestro país, como 'murakamismo'.

"Ya sea en la música o en la ficción, lo más básico es el ritmo. Tu estilo debe tener un ritmo bueno, natural y constante, o la gente no seguirá leyendo tu trabajo. Aprendí la importancia del ritmo de la música y principalmente del jazz -decía en The New York times-. Luego viene la melodía, que en literatura significa la disposición adecuada de las palabras para que coincidan con el ritmo. Si la forma en que las palabras encajan en el ritmo es suave y bonita, no se puede pedir nada más. Lo siguiente es la armonía: los sonidos mentales internos que respaldan las palabras. Luego viene la parte que más me gusta: la improvisación libre. A través de algún canal especial, la historia brota libremente desde dentro. Todo lo que tengo que hacer es entrar en esa corriente".

Hoy sus libros se venden por millones (literalmente: 'Norwegian wood' ha vendido 13 millones de ejemplares y es uno de los más vendidos de la historia) y es el eterno candidato al Nobel. Y todo empezó en la cocina del Peter Cat, con un vinilo de Miles sonando a todo volumen.