Paul Auster acaba de publicar 'Baumgartner', su novela número 18, y uno no puede dejar de preguntarse si será última. Terminada en medio de una cruda batalla contra el cáncer, el nuevo libro del autor de 'Smoke', se lee como una suerte de responso de un septuagenario profesor de filosofía jubilado, que vive atormentado por el recuerdo de su mujer muerta, con la que compartió cuatro décadas de vida. Casi los mismos que los que ha pasado Auster junto a la también escritora Siri Hustvedt.
Se dice que George Orwell escribió '1984' aquejado de tuberculosis, Jack London escribió muchas de sus mejores historias mientras perdía los dientes y padecía de terribles llagas debido al escorbuto y Lovecraft era directamente hipocondríaco. Bolaño escribió su monumental '2666' mientras esperaba un trasplante de hígado que nunca llegó. Para no hablar de la salud mental: Poe, Kafka, Woolf, Plath, Hemingway, Panero... La lista es interminable. ¿Tiene que ver la calidad literaria con la enfermedad? Para muchos autores del romanticismo la enfermedad era la condición propia del genio. Pero fuera de ese tipo de idealizaciones, la enfermedad puede servir, en el mejor de los casos, como un motor para que los autores echen el resto por sus obras. Una cuenta atrás que puede paralizar a algunos y espolear a otros. Así de cruda es la realidad.
En nuestro país, dos de los novelistas más comercialmente exitosos de las últimas décadas han padecido cáncer. Carlos Ruiz Zafón ya había vendido 15 millones de ejemplares de 'La sombra del viento' cuando le diagnosticaron cáncer en 2018. Su última novela la había escrito dos años antes. Murió en 2020 con apenas 55 años.
Muy distinto es el caso de otro superventas español Ildefonso Falcones, cuya batalla contra la enfermedad sirvió como un revulsivo para que emprendiera nuevos desafíos creativos. Así lo contaba el mismo a Uppers hacer menos de un año: “Estaba enfermo y estudiar se me hacía cuesta arriba porque no sabía si ese trabajo acabaría plasmado en una novela o me iba a morir antes de acabarla” decía sobre haber culminado 'Esclava de la libertad', una historia que tenía en mente hace tiempo, en lugar de embarcarse en un proyecto totalmente nuevo. “Necesitaba escribir, hacer algo que me alejase de la angustia por la enfermedad porque son momentos muy duros. La operación de hígado, por ejemplo, te deja como si te hubiese pasado un camión por encima, eres incapaz de moverte”, nos dijo.
Este verano, mientras esperaban en la clínica rodeado de otros pacientes en lo que ellos denominan Cancerland -'el país del cáncer'-, Auster y Hustvedt tuvieron un momento epifánico. Lo ha contado la propia escritora en sus redes: "Una joven se le acercó a Paul porque lo reconoció. Dijo que su esposa era una gran lectora de su obra y que ella misma había comenzado a leer algunos de sus libros. La chica estaba en etapa IV de su cáncer, pero sonreía cuando le contó que acaba “de regresar de Italia. Estoy viviendo mi vida”. Luego añadió: “Pensamos en usted todo el tiempo. Dios lo bendiga." Cuando Paul volvió a sentarse a mi lado, no podía contener las lágrimas".
Para ambos autores, paciente y acompañante, el paso por Cancerland no ha llegado aún a su fin, aunque ven el futuro con serenidad. Auster, asegura Hustvedt, no tiene miedo de morir, y ha afrontado tanto la enfermedad como los tratamientos con "una dignidad como no he visto nunca". "La joven que se acercó a Paul en la sala de espera tiene razón. Esto también es vida, no vida suspendida, sino vida misma. Es posible que nunca haya vivido tanto el presente como ahora con Paul. El diálogo entre nosotros continúa y las bromas vuelan y la buena comida se consume, y él está aquí conmigo, y ahora está vivo, y aprovechamos el día tal como es, con sus limitaciones. Esto continúa. Hay temor y hay esperanza".
Experiencias similares se dan más frecuentemente de lo que pensamos. La escritora Susana Koska, pareja del cantante Loquillo, lleva ya más de una década en esa lucha: "El tratamiento contra el cáncer es una lucha entre la Medicina y la enfermedad en la que el paciente es un campo de batalla, y sobrevive si puede con una y con la otra. Porque la Medicina te deja derrotado, también. Pero se resiste: hasta en los campos de concentración resistía la gente" aseguraba a El Periódico.
Ricardo Piglia escribió gran parte de sus brillantes diarios aquejado de ELA, y terminó dictándoselos a una asistente. Así de férrea es para algunos la voluntad de escritura. Así de inapelable.