Podría decirse que Jorge F. Hernández (Ciudad de México, 1962) es un escritor trashumante: vivió sus primeros años de vida en Colonia, Alemania, y de los dos a los catorce años en una casa en medio de un bosque en Washington, D. C. Además, tiene una relación de larga data con Madrid. De hecho, su primera novela se llamaba 'La emperatriz de Lavapiés' y fue publicada en Alfaguara en 1997. Nada le hacía suponer, sin embargo, que años después terminaría siendo librero a sus 60 años, en la que hoy por hoy ostenta el título de la librería más antigua de Madrid.
'Cochabamba', su novela más reciente, es el retrato de la vida de una mujer poderosa y también un relato sobre ese exilio que viven, con sus luces y sus sombras, los que abandonan su país para intentar construirse una vida diferente en Europa. Y todo comienza con la amistad a primera vista entre el diplomático francés Xavier Dupont y el escritor al que le pide escribir la novela de la vida de su madre, Catalina.
Nacida en Cochabamba, hija de un potentado boliviano, oligarca adinerado y símbolo de la tiranía patriarcal, Catalina se sabe la mujer más bella del mundo y más aún cuando por orden del padre es transterrada a París, donde levitará nubes de oropel, grandes lujos y llegará a codearse con Coco Chanel, Édith Piaf... y Albert Camus.
De momento, encontramos al Hernández librero, al frente de una librería con solera, en pleno barrio de Salamanca.
¿Hace cuánto te embarcaste en la aventura de capitanear la librería Pérgamo? ¿Qué te impulsó a meterte a librero cuando muchos empiezan a pensar en la jubilación?
Pérgamo es la librería más antigua de Madrid (porque cerraron las que eran más antiguas) y cumple ahora apenas un año en esta nueva etapa… Es un auténtico milagro debido a sus libreros, que hacemos tertulia con los lectores, que a su vez comentan todo lo leído y por leer. Piensa que los niños que ahora son abuelos aprendieron a leer en Pérgamo y ahora vienen rejuvenecidos para comprar libros a sus nietos.
Por otro lado, ser librero debe ser la fantasía de todo lector en algún punto de su vida… ¿Cómo recuerdas tu primer despertar literario? ¿Fue en Alemania, EE UU, México?
Empecé a leer en Washington, D. C. gracias a mi maestra Mrs. Elaine Grabsky y al sistema de Bibliotecas Públicas del condado de Fairfax, Virginia… y sí, tarde o temprano supe desde niño que mi vida estaría siempre entre libros.
¿El tiempo pasa de manera distinta desde el mostrador de una librería?
En una librería conviven todos los tiempos del mundo y no pasa un solo minuto que no sincronice de pronto con el suspiro de un siglo entero.
¿Qué tiene de diferente el Madrid del s. XXI de otras ciudades?
Madrid contiene ahora todos los muchos colores que durante décadas parecían reducirse solamente al sepia o blanco y negro; es decir acentos y nacionalidades, culturas y una convivencia envidiable que no debe perderse por amnesias o caprichos ideológicos pasajeros.
¿Y el barrio de Salamanca?
El barrio de Salamanca sigue siendo el sueño enrevesado de un marqués, aunque ahora parezca Little Caracas y el semillero de un exilio Mexicano no tan feliz.
Ahora que se discute tanto -tanto como siempre, en realidad- sobre los límites entre la ficción y la realidad, tú publicas ‘Cochabamba’, que juega a ser ambas cosas. ¿Por qué elegiste situarte en ese espacio?
En la novela caben todos los géneros y todas las interpretaciones, es una inmensa casa de espejos… y a mí me mola vivir en ella.
‘Cochabamba’ es como una historia hecha de historias, un cuento largo sobre contar un cuento aún más largo. ¿Por qué elegiste esta peculiar estructura?
Cochabamba es un cuento largo que se volvió novela... y muy a la parisina (ya que en el fondo no es más que una historia francesa) queda como nouvelle.
También es un tema importante el asunto de la literatura que se cuenta, la literatura que antes llamábamos ‘oral’ y ahora llamamos ‘podcast’. Incluso esta novela se lee como si la estuvieras hablando. ¿Cómo se logra eso?
Se logra hablando al escribir y escribiendo que es gerundio al tiempo que escuchas a los protagonistas en la calle o de sobremesa.
Has vivido en muchos lugares y trabajado en diversos campos de la cultura, te has reinventado muchas veces… ¿Hay alguno de esos ‘Jorge’ con el que te quedas?
Me quedo con el que intentó ser figura del Toreo y el que de niño escribía en libretas, hacía dibujitos en todo papel y papelito, o se la pasaba leyendo de mosqueteros y molinos de viento…
¿Qué le dirías a ese Jorge de otro tiempo?
Le diría que lo mejor está por venir.