No sabemos desde dónde se conecta al zoom. Quizá desde Italia. O no. La dirección de la casa de Roberto Saviano es un secreto nacional. De hecho, ha tenido que cambiar veces de domicilio por dejar de serlo. Este tiene paredes blanquísimas y docenas de pequeños cuadros, retratos pictóricos que ama y que ha impreso él mismo, cuenta, “con el móvil”. Es fácil intentar la metáfora: el hombre que se quedó solo por denunciar a la mafia ansía, como sea, buena compañía. El “gorila enjaulado”, como ha admitido sentirse, busca rodearse de otros. Ahora presenta ‘Los valientes están solos’ (Anagrama) y también parece fácil encontrar otro símil en ese título: trata de la vida de Giovanni Falcone, su alter ego simbólico y referente, todo un Quijote contra la Cosa Nostra, que murió asesinado por orden del capo dei capi.
Saviano tenía 26 años cuando mandó a su editor el libro que le cambió la vida. Que la convirtió “en una mierda”, según ha admitido en varias entrevistas. Era un periodista inquieto, recién licenciado, hijo de médico y ama de casa, con raíces judías de Liguria y “ganas de ser Hemingway”. Uno de sus profesores, consciente de su talento pero con criterio literario, le dijo que dejase de “escribir gilipolleces” lejanas y se pusiese a mirar a su entorno. Nápoles. Calles, afectos, balcones, Maradona, motos. Así nació ‘Gomorra’, donde denunciaba la estructura económica, sentimental y política de la Camorra. Es decir: se puso a contar lo que había vivido de crío, mezclado con lo que había investigado de veinteañero. ¿El resultado? Más 10 millones de ejemplares vendidos, película, serie y fama mundial. ¿El otro resultado? Dieciocho años con escolta, recluido en escondites, amenazado de muerte.
"Si pudiera volver atrás, le diría al joven que fui que no escriba 'Gomorra', me destruyó. Que lo hiciese diferente, no tan a corazón abierto. Más indirecto, más ficcionado, con otro nombre, no sé. Hoy tengo 44 años y he acabado bajo protección con una vida absurda", explica Saviano en la pantalla del ordenador a un grupo de periodistas españoles, con el gesto algo más tenso que explicando las relaciones de la ultraderechista Meloni con la mafia en la pregunta anterior. “No ha merecido la pena”, zanja.
Sin embargo, en esta casi dos décadas no ha dejado de escribir ni de denunciar. Toda una huida hacia adelante. Han ido viendo la luz libros como ‘Lo contrario de la muerte’, ‘La belleza y el infierno’, ‘La banda de los niños’, ‘ZeroZeroZero’ y hace poco incluso un cómic, 'Todavía estoy vivo'. En él abordaba sus recuerdos de niño con su hermano pequeño, la ternura de su madre o los paseos en bici con su padre, pero también cómo casi le pegan un tiro en el baño de una gasolinera, le mandaron un ‘panettone’ explosivo o debe cambiarse el nombre las pocas veces que viaja. En este contexto: “Tener pareja o formar una familia parece una utopía”.
Su postura tiene muchos apoyos, pero ninguno se moja del todo (aunque él admite que hasta hace poco aún soñaba con que alguien viniese a protegerle "y lo arreglase todo"). “Mojarse es ponerse en peligro y les da miedo”, dice. También ha proliferado toda una legión de hater en redes: "Me acusan de cualquier imbecilidad, de vivir en un ático en Manhattan, de tener escolta como si fuera un privilegio. Esto lo dijo, señalándome con el dedo y poniéndome en peligro, el actual viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, uno de los políticos más peligrosos de Europa, y no solo por su relación con Rusia", dice sin dejar de dar puntadas con hilo.
En esta última aventura lo ha dado todo. En ‘Los valientes están solos’ se ha servido de las herramientas de la ficción para narrar el asesinato de Giovanni Falcone y su mujer Francesca en 1992, cuando su coche voló por los aires al explotar los 1000 kilos de explosivos colocados bajo la autopista que une Palermo con el aeropuerto. La orden fue dada por Totò Riina, capo dei capi de la Cosa Nostra, y el atentado ejecutado por Giovanni Brusca y Nino Gioè. Pero nada es ficción en el libro, todos son hechos reales, incluso los sentimientos de los involucrados, que han sido tomados de diarios, biografías y entrevistas. De hecho, las últimas 66 páginas son de bibliografía y referencias concretísimas. “Todo es real, no hay nada arbitrario, ni los diálogos, pero esto es una novela”, puntualiza.
“Es la prueba más difícil a la que me he enfrentado: narrar la mente de Falcone, la más brillante que se ha enfrentado a la mafia. Es la historia de un hombre sistemáticamente derrotado, al que solo después de muerto le llegaron los elogios, una cosa muy italiana”, explica. “Cuando estás vivo solo hay envidia, sospecha… Y digo envidia adrede: le colocaron una bomba con TNT que no explotó en unos baños y todos los periódicos dijeron que fue él mismo en vez de la Cosa Nostra. Hablé con Francesco Onorato, el mafioso que colocó la bomba y luego fue un arrepentido, y me contó que cuando vieron que los periódicos dijeron que se lo había puesto Falcone, entendieron que habían ganado porque estaba solo: le habían dejado solo”, añade.
Las similitudes simbólicas entre Falcone y Silvano no paran a lo largo de la charla. Parece que le narra para poder narrarse. Para dejar de ser 'invisible'. Hay un punto de enfado, de frustración. Los años de amenaza constante van pesando. “Yo también soy un ejemplo de que si criticas tu tierra y no la alabas completamente, eres alguien a quien disparar. Me consideran más peligroso que a las organizaciones criminales. Solo quieren que digamos qué buena la pizza, qué bien el papa, nadie quiere como nosotros, vaya donjuanes, qué machos… Así quieren los italianos ser explicados”.
Silvano lo tiene claro. Falcone fue clave para que Italia dejase atrás la época durísima de los ochenta ("ahora la mafia ya no mata en la calle, sabe que es más efectivos comprar a los políticos") y con sus estrategias legales "cambió la historia del mundo" porque demostró que al crimen organizado había que perseguirlo como un todo, con ramificaciones económicas, morales y militares. “Si hay investigaciones en Madrid, Brasil o Buenos Aires en este sentido es gracias a él. Permitió ver al mundo de otra forma y lo transformó. Le mataron para que su cabeza dejase que pensar. Nunca obtuvo un cargo de poder porque se lo impidieron, le saboteaban. Pero el día después de su muerte todos eran su mejor amigo y le llamaban el padre de la patria. Su cadáver daba mucho menos miedo que su vida. Le santificaron para borrarle”, zanja.
La ronda de preguntas se cierra con otra de Uppers. ¿Se siente también ‘solo’ y ‘valiente’ como parece decir en este título de libro?. Saviano se medio sonríe y matiza: “He elegido a Falcone como maestro, intento tener su valentía. Pero tener coraje no es no tener miedo, sino no dejar que el miedo te domine. El valor es una elección, no te lo dan al nacer. El miedo puede ser positivo, como el dolor, porque ayuda al avisarte de que algo no va bien, pero el problema es cuando te domina. Me siento coherente conmigo si no traiciono a mis referentes”, explica. En cuando a lo de la soledad, en eso tiene menos matices. “No me siento solo. Lo estoy”.