Las bibliotecas son, probablemente, de los lugares que más sabiduría acogen del mundo. En ellas se acumulan cientos de miles de libros que difícilmente podrían conseguirse de otra forma. Sus estanterías están llenas de historia disponible para cualquiera que quiera indagar en ella. Sin embargo, existe una, la conocida como la Biblioteca del Futuro, en la que sus libros no pueden leerse hasta dentro de 90 años, en el 2114.
El origen está en 2014, cuando en la última planta de la biblioteca pública de Oslo se empezó a recopilar una obra original al año de un escritor, una obra que no se puede publicar ni leer, solo cuando hayan pasado los 100 años.
Son manuscritos que se guardan en la Sala del Silencio de la última planta de la biblioteca. Es cada primavera cuando se gira la llave de su puerta para abrirla e introducir una nueva obra antes de volver al año siguiente a introducir una nueva. Uno de los detalles más destacados de esta iniciativa es que, cuando en 2114 se abra la sala y por fin se pueda leer el contenido de los manuscritos, muchos de sus autores ya habrán fallecido.
La Biblioteca el Futuro es una idea de la artista escocesa Katie Paterson en colaboración con Oslo, la capital de Noruega que cedió la última planta de su biblioteca pública para la construcción de la Sala del Silencio, hecha con madera tallada ondulada que protege un interior en el que se encuentran 100 bloques de vidrio donde permanecerán cada una de las 100 obras que se almacenarán ahí dentro.
La madera que forma la Sala del Silencio se obtuvo de un bosque muy cercano en el que se plantaron mil abetos que, dentro de 90 años, en 2114, se talarán todos para fabricar el papel en el que se imprimirán los 100 manuscritos que se han ido guardando año tras año.
Cada año se contacta con diferentes escritores para proponerles que escriban una obra para este proyecto, entre ellos Margaret Atwood, autora de ‘El cuento de la criada’ y primera que participó en la Biblioteca del Futuro. Cada uno de ellos puede elegir el formato, el estilo o el idioma, pero hay una condición, no se puede usar la impresión digital.
En la Sala del Silencio, como su nombre indica, hay que guardar silencio y para acceder hay que descalzarse para contemplar los 100 cajones que existen para custodiar hasta que llegue el momento los manuscritos que dentro de unas décadas se podrán, por fin, leer.