Si nos atenemos a las fechas que se barajan en la conferencia de prensa previa al lanzamiento de 'En agosto nos vemos', García Márquez habría trabajado unos nueve años en la escritura de la novela: más o menos entre 1999 y 2008. Esto decir, en el mismo periodo que va desde que le diagnosticaron alzheimer y el momento en que empezaba a agravarse su situación hasta dejar de recordar. Si uno lo piensa, uno de los mayores regalos que podía darle la vida a un escritor de la talla de García Márquez es la posibilidad de leer, como si no fueran suyos, los libros de García Márquez, algo que ocurrió según su hijo Rodrigo. Lo que se hubiera perdido.
Ese mismo deterioro, es el que posibilita ahora la edición de esta novela póstuma del autor. La única que habrá, según han confirmado sus hijos Gonzalo y Rodrigo Barcha esta misma tarde. "No existe algo así como 'la novela perdida en un archivo de Texas'. Desde la publicación de 'Nos vemos en agosto' los lectores de Gabo tienen a su disposición la totalidad de su obra", señalaba Gonzalo.
La charla con los hijos del Premio Nobel corre por los cauces esperables. Se repiten las preguntas sobre cómo es ser hijo de un mito ("Depende lo que una haya desayunado ese día" es quizá la respuesta más justa) pero, sobre todo, por qué se termina publicando un libro del que el propio autor dijo textualmente: "Este libro no sirve. Hay que destruirlo".
Según Rodrigo García, ellos habían ido leyendo fragmentos del libro pero al morir su padre respetaron su decisión y mantuvieron el libro 'secuestrado' en el archivo del Harry Ransom Centre (Texas) durante muchos años. "Pero cuando leímos las cinco versiones distintas que existen nos dimos cuenta de que estaba mucho mejor que lo que recordábamos. Creemos que así como Gabo fue perdiendo la capacidad de escribir, también fue perdiendo la capacidad de leer y por ende perdió la capacidad para juzgar su propio libro. Y por otro lado, él nunca guardó libros no terminados, todos los que no terminó fueron destruidos. El hecho de que no hubiera destruido este es una señal".
Cuando llegaron a esa conclusión los hijos del autor se pusieron en contacto con los responsables de la agencia Balcells y con el editor Cristóbal Pera, que había trabajado en los últimos libros del Nobel. "Todos estuvimos de acuerdo en que había un libro valioso que reunía muchas de las características de la escritora de Gabo: como son una prosa preciosa y un gran conocimiento del ser humano".
Para los hermanos, el libro además tiene la virtud de ser una historia que ellos consideran 'feminista' (se hecho dirán en más de una ocasión que García Márquez lo fue) y que en ese sentido hacía un buen trío con sus últimas novelas, 'Del amor y otros demonios' y 'Memoria de mis putas tristes'.
"Por otro lado -zanjaba Gonzalo por su parte-, siempre nos dijo "cuando yo esté muerto hagan lo que quieran", y eso nos ayuda a dormir mejor. En todo caso, serán los propios lectores quienes dirán si sus hijos nos equivocamos flagrantemente o no".
Como recuerda Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, la primera noticia que se tuvo de la novela fue el 18 de marzo de 1999, en un acto en Casa de América de madrid, cuando el propìo autor anunció que había empezado una novela compuesta por cinco relatos autónomos con una sola protagonista. Ese fue el germen de una novela que a decir de Reyes, no solo "enriquece el conocimiento de una obra monumental" sino que representa "una exploración nueva sobre el universo femenino".
Anna Magdalena Bach, con dos enes era, por cierto, el nombre de la segunda esposa del compositor barroco Johann Sebastian Bach que al enviudar y al no haber dejado su marido testamento, quedó en el abandono con sus hijos pequeños y murió en la pobreza, viviendo de la caridad de sus vecinos. Nada que ver con la historia de esta otra Ana Magdalena Bach a la que García Márquez concibió como una mujer independiente y libre que viaja cada año a visitar la tumba de su madre y que empieza a tener una serie de aventuras en sus visitas.
Sobre la relación que unía a los hijos con su padre (y con su madre Mercedes Barcha, porque la familia siempre estuvo muy unida en los que en casa se conocía como 'el club de los cuatro') Rodrigo García dice que "cuando las relaciones son buenas es muy difícil reducirlas a una sola cosa. Tuvimos un padre muy presente, muy interesado en nosotros. Trabajaba en casa, así que la cotidianidad era parte de todo. En la adolescencia, en cambio, se nos dio mucha libertad. Crecimos en un mundo muy privilegiado por poder viajar y estar rodeados de artistas. Yo, siempre que me preguntan si fue difícil ser hijo de un mito como García Márquez, siempre digo que debe ser mucho más fácil que ser hijo de un mal padre".
Gonzalo, por su parte, señala que "no es lo mismo a los 14 años, que ahora que uno es padre de adultos. Nunca es fácil. Ellos estuvieron muy presentes cuando lo necesitamos y luego nosotros nos fuimos de la casa en el momento oportuno, cuando nuestros padres empezaban un camino mucho más cosmopolita. Tenían una agenda muy muy complicada, aunque siempre estuvieron muy pendientes. Con los nietos nos reunimos otra vez. Tuvimos la oportunidad de tenerlos a ambos en calidad de abuelitos".
Para volver a 'Nos vemos en agosto', ambos hermanos confirman que no se ha agregado una sola frase a la novela que, aseguran, estaba completa y terminada, aunque no tan pulida como lo hubiera estado si el escritor hubiera estado en todas sus facultades. "No queríamos que quedara ningún cabo suelto" dicen. Y suena como si hubieran dicho "ningún Gabo suelto". El libro está en librerías desde este miércoles.