Entra en la librería donde hemos quedado para hacer la entrevista hablando por el móvil (aun así, me estrecha cordialmente la mano) y no se decide a elegir dónde sentarnos, como si se resistiera a pasar la próxima hora anclado a una silla sin tener libertad de movimiento. Cuando empezamos a hablar, no deja de manosear un vapeador sin nicotina ni sus gruesas gafas de pasta, que tan pronto se pone como se quita y deja sobre una pequeña mesa. “Soy una persona muy nerviosa e insegura —dice— que siempre necesita algún tipo de gadget. He dejado de fumar hace cuatro meses y ahora estoy aquí contigo y tengo este vapeador que necesito para sentirme de alguna manera seguro”.
Es Santi Balmes, de 53 años, cantante y compositor de Love of Lesbian. Si la escena de la música independiente española, prolija en bandas de éxito pero escasa en estrellas reales, de las que no pueden pisar la calle sin el asedio de fans, ha dado un personaje verdaderamente popular, es este músico barcelonés, orgulloso portador de veinte apellidos catalanes, del que sus seguidores saben casi todo. Conocen su talante algo excéntrico e imprevisible, su humor ácido y enrevesado, que tiene dos hijas, una de ellas actriz (Irene Balmes, ganadora del premio Feroz 2024 por su papel en La Mesías) y que, de tanto en tanto, cultiva su faceta de escritor. Parcela que hace mucho dejó de ser anecdótica, puesto que en estos días ha visto la luz su octavo libro, Un día en mi cabeza.
Si había más cosas que sus seguidores se pirraban por saber de Balmes, las encontrarán a paladas en este nuevo volumen, decididamente original. En sus páginas, como si de un reality show en papel se tratase, narra un día cualquiera en su vida, desde que se levanta hasta que se acuesta, y los pensamientos que cada situación cotidiana genera en su cabeza. Todo ello salpimentado de canciones que le vienen a la mente, ficcionales diálogos con el escritor Charles Bukovski (fallecido en 1994) y toneladas de datos y estudios científicos aparentemente inservibles pero que, por alguna razón, atraen irremediablemente su atención.
“Tenía la inquietud desde hace bastantes años —explica— de averiguar cómo sería mandar a una impresora todo lo que pienso en veinticuatro horas. ¿No serían más que interjecciones? Igual era solo: hum, ah. Un 95% de todo lo que pensamos no está articulado. Son respuestas químicas a lo que nos dicen, a una oferta de trabajo, al olor de la churrería cuando pasamos al lado. Para mí ese era un buen punto de inicio. Y, a partir de ahí, tratar de ver qué línea argumental iba a seguir esa disertación mental que tengo diariamente. No eres el único actor de tu vida. Estás a merced de los vientos. Me parecía casi un antilibro, algo no controlable, y eso es lo que me atraía más”.
Un día cualquiera en la vida de Santi Balmes combina citas profesionales (reuniones por Zoom con sus compañeros de grupo y equipo, entrevistas, sesiones de fotos) con escenas comunes a las de cualquier hijo de vecino: conversaciones con sus padres y sus hijas, visitas al fisio, paseos con el perro, minutos de intimidad en el baño e incluso ruidos molestos de los vecinos cuando hacen el amor (parte esta que confiesa inventada: “Es un truco de magia. Mis paredes dan a un jardín. Eso nos pasó a mí y a mi mujer en un hotel, pero quería acabar de una manera divertida. Hay cierto punto de fantasía”).
La entrada en la edad madura ha acentuado su capacidad de reflexón. “Es bastante así”, admite. “Hay un momento en que todo se para. Habría sido incapaz de hacer este libro hace unos años. No vivía el presente: estaba proyectando todo el rato. Es el primer síntoma de madurez, parar y pensar: ‘Vale, estamos a 19 de abril de 2024’. Ha habido momentos en mi vida, hace diez años, que no sabía ni en qué día estaba, ni en que año, ni en qué ciudad. Básicamente me regía por los cumpleaños de mis hijas, los discos y las giras, que eran los puntos de inflexión que marcan épocas”.
Asegura que no ha pensado en lo que podía resultar más interesante a sus fans (“No quiero que quede pedante, pero lo he hecho por una curiosidad científica. Soy el científico y la cobaya de este experimento”), aunque lo cierto es que contiene el cúmulo de jugosas intimidades que el seguidor de cualquier músico desearía conocer de su ídolo. “Me han preguntado: ‘¿No te da cierto pudor?’ Han pasado la edición, galeradas, revisión… y todavía no soy consciente de que eso va a leerlo la gente. Debería tener ese freno de mano, pero en mi coche mental no lo hay, y por eso muchas veces me voy por el arcén y me pego contra la pared. Me doy cuenta de que quizá he sido demasiado explícito”.
Y tras una pausa me pregunta: “¿Tú crees que estoy siendo íntimo?”. Le contesto a la gallega: “¿Crees que no?”. “Creo que no, de verdad te lo digo. Pongo situaciones para crear un ambiente de familiaridad, pero lo más íntimo nunca lo voy a contar. Si tuviera algún tipo de problema gordo en relación con alguien de mi familia, sería injusto que yo lo soltara y que la otra persona no tuviera ese altavoz. Paso como un helicóptero por encima de algunos paisajes familiares sin entrar al trapo en según qué cosas que serían para mí más complicadas. Esa línea roja no creo que la vaya a cruzar, ni creo que sea necesario”.
Los miembros de su familia coprotagonizan las historias a menudo, lo que habla de una persona que valora mucho el entorno más cercano. “Igual es mi edad…”, sopesa. “Somos de una generación que quizá hemos estado rompiendo los moldes de lo que es la familia, no hemos tenido alternativas sólidas… Bueno, hacer yoga o estar en un grupo de risoterapia. Leí que para 2040 la gente que esté viva y sea mayor tendrá menos parientes a los que aferrarse: hay mucho hijo único, apenas tenemos primos… El concepto ‘pariente’ quedará reducido a la mínima expresión, por lo que habrá que crear nuevos vínculos franernales. Es un poco descorazonador. Pienso que si bien era necesario hasta cierto punto dar el paso de emanciparte, lo vamos a echar de menos en breve tiempo. En mi caso, por madurez y por el tipo de vida que llevo, necesito anclajes. También, como hijo de padres divorciados, soy más proclive a buscar una estabilidad”.
Le propongo que comente algunas frases del libro en las que se define o que son harto elocuentes sobre su estilo de vida:
—“Si pensáis que estoy loco, me estáis subestimando (…) La fama de chalado que me he ganado”.
“Me gustaba la primera frase, era bastante ingeniosa. A veces siento que funciono a dos niveles. En uno estoy hablando contigo y en el otro estoy pensando una barbaridad. Ahora lo tengo bastante controlado, pero tenía un jefe que cada vez que me llamaba a su despacho yo soñaba con decapitarlo mientras hablaba con él. Que entraba con un hacha y delante de treinta personas le cortaba la cabeza. Era una obsesión. Pensaba: ‘Si continúo así, al final voy a tener que hacerlo’. Y me fui de esa empresa. Es que ya me hacía gracia hasta estéticamente. Cuando piensas que te hace gracia estéticamente la imagen de ti con un hacha cortándole la cabeza a tu jefe… Ya no era solo eso: el jefe de repente cogía el teléfono, llamaba a urgencias pero se daba cuenta de que no tenía cabeza. Esa clase de locura para mí era necesario plasmarla por escrito para canalizar esa corriente imaginativa en un lugar amable. Definiría mi locura como una presa reventando. O como alguien que abre la puerta de un armario y le caen todos los juguetes encima”.
—“Lleva toda una vida dejar de ser un jodido sectario”.
“Era un sectario. Ahora mi secta es la de los no sectarios. Estoy harto de grandes verdades, incluso de: ‘Los discos de antes sí que eran buenos…’. Igual el chaval joven no quiere hacer eso y prefiere sacar dos temas en un año, y está bien. ¿Quién dijo que el formato vinilo sea el idóneo para una creación musical? Basta ya, hombre… Y dentro del indie… ¡oh, por Dios! Nosotros dejamos de ser indies cuando hubo más de tres mil personas viendo un concierto. El indie era casi un movimiento autodestructivo por definición, porque consideraba a quien sobresalía como un disidente. Era una cosa bárbara, no podía acabar de entenderlo, porque se suponía que todos estábamos para llegar a la mayor cantidad de gente posible, influir y cambiar el curso de las cosas. Pues, por lo visto, no, no es así”.
—“Debo de ir unos diez años por detrás de mi edad cronológica —quizá veinte—”.
“Ocurre con muchos músicos. Paul McCartney está en sus cincuenta ahora, y Mick Jagger en sus treinta. Son casos exagerados, pero estoy convencido de que el modo de vida que llevas influye bastante en tu salud. Se está empezando a confirmar a través de estudios científicos. El cómo te veas delante del espejo va a tener un efecto en tu salud. Este modo de vida, que nos fuerza a movernos, a viajar, a estar pendientes de las cosas nuevas que salen… La gente de mi edad ya no escucha música nueva, y si la escucha, generalmente la reacción es negativa. Yo también soy un poco así, pero por mi oficio me obligo a pensar: ‘Vamos a estudiar esto’. Si hubiéramos escuchado por primera vez a The Cure con 50 años y en un contexto neutro, habríamos pensado: ‘Está bien, pero es un exagerado dramático cantando con peluca”.
—“Los que tenemos tendencia a ser adictos”.
“La marihuana ha sido ese gadget contra la inseguridad durante muchos años. En mi casa no se ha escondido nunca. Mis hijas lo han visto a partir de una edad (antes estaba completamente escondido) y poco a poco las he ido considerando personas adultas. Sí que en el libro hablo de MDMA, y ellas no lo sabían. Soy bastante partidario del uso moderado de cualquier vicio. Otra cosa es que no puedas controlarlo. Si me dijeran: ‘Vas a poder meterte un pico de jaco cada seis meses’, claro que lo probaría. Pero me conozco”.
—“Estaba destinado a convertirme en un prófugo de la sociedad”.
(Frase que contrasta con la revelación de que un fabricante de automóviles le dio un coche a cambio de una historia en Instagram.) “De alguna manera fue hacer petar la banca desde dentro. Era bastante tentador y caí. Pero son pequeñas subversiones dentro del sistema, de romper Matrix. Es como: ‘¿En serio estoy llevando un coche gratis?’. Pero estamos un poco fuera de la sociedad: los horarios que tenemos son muy libres, los fines de semana pueden ser nuestro momento de más trabajo y entre semana, mientras todo el mundo está en una oficina, nosotros estamos en casa… Es bastante chula esa sensación. Cuando dejé de trabajar porque podía vivir de la música, me estaba tomando un café a las diez y media mirando por la ventana de mi cocina, y fue un momento bastante mágico, de decir: ‘Guau, lo he conseguido’. Aunque el saber que vas a vivir de lo próximo que hagas provoca una angustia que puede llegar a volverte loco”.
—“Mi impulsividad [en Twitter] me jugó una mala pasada”.
“En las redes sociales hay una erosión continuada de la escala de grises que tiene la vida. Tú mismo te creas tus propios algoritmos: determinados medios de comunicación, los más afines a la extrema derecha, opté por bloquearlos. Ahora pienso que no debería haberlo hecho, porque me he creado un camino ideológico impermeable. Hay artículos, comentarios y personajes que provocan en mí una reacción fisiológica, me ponen mal cuerpo. Al final decides que no entre esa información en tus canales. Lo mismo le pasará a una persona de ultraderecha. Nos estamos convirtiendo en ceros y unos, y eso me da muchísimo miedo: justo cuando se habla de personas no binarias, el medio es superbinario. Hay algo que me está diciendo todo el rato: ‘Sal de aquí, huye de la tribu’. Lo más enriquecedor que le puede pasar a alguien es aislarse totalmente”.
—“El ansia por diferenciarme del resto…”.
“Por poder aportar algo que valga la pena, no por ego. No sé si pasaría en los ochenta, pero cuando estoy en el gimnasio y me fijo en la música que suena, todos están utilizando el mismo programa de AutoTune. Parece que hay tres productores que lo hacen todo. Hay una homogeneización ahí, es innegable. Ves a los chavales jóvenes y todos visten igual, o de chándal o de pijos. Llevan el mismo corte de pelo. Igual entre ellos se diferencian”.
Mientras los seguidores de Balmes digieren su último libro, Love of Lesbian calienta motores para una segunda mitad de año muy movida. En verano actuarán en algunos festivales y en septiembre lanzarán nuevo álbum, que incluirá varias colaboraciones, como la ya conocida con Rigoberta Bandini.