Cristina Rivera Garza: “Mi hermana es vertebral en mi vida, siempre me acompaña”

  • La escritora mexicana, muy respetada en España y EE.UU, acaba de ganar el Pulitzer 2024

  • En ‘El invencible verano de Liliana’ narra el feminicidio de su hermana pequeña

  • Todo ocurrió hace 34 años. El asesino, su ex novio, sigue huido. El premio la ha convertido en un símbolo de la lucha contra la violencia machista

“Este es un libro que me hubiese gustado en el alma no escribir”, dice Cristina Rivera Garza desde Barcelona, donde le está dando un nuevo soplo a ‘El invencible verano de Liliana’ (Random House) tras ganar el Pulitzer. En él reconstruye la figura de su hermana, asesinada con apenas 20 años a manos de su exnovio, Ángel González Ramos, quien sigue fugado de la justicia. Liliana se ha convertido en un símbolo de 'hasta aquí': Liliana es ya la voz de millones de mujeres. "Eso es una de las cosas más bonitas que han pasado", explica.

No fue fácil poner una palabra detrás de la otra. De hecho, Cristina lo intentó sin éxito varias veces desde 1990. Pero el libro no fluía. Le faltaba algo. Un día cogió una silla y se decidió a abrir las cajas con las cosas de su hermana. Llevaban en lo alto de un armario tres décadas, desde que alguien las trajo del piso de México DF donde fue agredida sexualmente y asfixiada. “Buscaba una libreta de direcciones para hablar con los amigos que la conocieron”, explica Rivera Garza. “Pero me topé con esta rica y profusa fuente de notas y cartas escritas por ella. Me encontré con sus palabras”.

-¿Qué sentiste? -preguntamos.

-Temblé, tuve miedo, dudé.

Lo ha dicho en muchas entrevistas, decenas. No se cansa de explicarlo las veces que haga falta: “A mi hermana la mató un hijo sano del patriarcado, un macho inseguro que no supo aceptar un no”. Liliana quería terminar el doctorado de arquitectura, irse a Londres, viajar con amigas, conocer gente interesante, insuflarse de vida. Él pretendía controlarla, atarla a una relación que ella ya no quería. Habían tenido varias idas y venidas durante cuatro años. Nunca dijo nada a su entorno de aquel infierno íntimo.

Y no era de extrañar. No hubo lenguaje para nombrar esa violencia hasta hace apenas unos años. Y si algo no tiene palabras, no existe. Una canción fue el punto de inflexión, para que Cristina y para millones de mujeres más se levantasen a bailar. A pedir justicia bailando. Se llamaba ‘Canción sin miedo’, surgió de un grupo chileno y decía: "Y la culpa no era mía, ni donde estaba ni cómo vestía". Y también: "El violador eres tú". Así de sencillo fue un cambio de relato tan complejo: Tú. No yo. Tú. Aquella energía recorrió el mundo. Y sigue.

Otro punto interesante que aborda Rivera Garza es cómo la sociedad mexicana fue (y sigue siendo) cómplice de Ángel González Ramos. Lo permitió. Lo avaló. Sigue sin ser juzgado, como otros miles de asesinos. Así que ahora se ha dado cuenta de cómo su duelo y el de sus padres quedó manchado por la sociedad: “Ha estado marcado por la culpa y la vergüenza, apenas pudimos hablar de ello hasta ahora”, explica la autora, que entonces estudiaba en Estados Unidos. Hoy vive en Berlín, gracias a una prestigiosa beca alemana de artistas.

¿Qué le dirías a aquella Cristina que cogió la silla para bajar las cajas?

‘Síguelo haciendo, qué bien, vas por buen camino’. En ese momento no sabía nada. Literalmente estaba abriendo una Caja de Pandora. Y tenía miedo, tenía expectativas. Le diría eso, que no tuviese miedo. Que había tardado.

¿Qué tal ha recibido tu cuerpo el Pulitzer?

Pasan cosas con el cuerpo. Las sensaciones son fuertes y variadas. Primero un estado de potente incredulidad: estaba en una reunión de trabajo por zoom, como estamos haciendo ahora, y una amiga me puso un whatsapp porque se había enterado por Twitter de que me habían dado el Pulitzer. Y yo le contesté irónica: ‘¿desde cuándo eso es una fuente fidedigna?’. Hasta que no me llamaron de la editorial no entendí que era cierto. Estoy muy comprometida en hacer llegar la voz y la experiencia de Liliana a tantos lugares como sea posible. Hay mucha gente sufriendo violencia de género. Y en el mundo de habla inglesa no es una conversación con tanta presencia como en México o en España. Ojalá Liliana ayude a abrir más puertas.

¿Se ha hecho justicia con ella con este premio?

Eso es una de las cosas que he aprendido. Al principio estaba muy centrada en la dimensión legal y judicial de la justicia. Y todavía creo que es importante: el presunto feminicida de mi hermana, Ángel González Ramos, sobre quien pende orden de arresto todavía porque ha permanecido huido hasta hoy. Pero he aprendido que también existe una justicia restaurativa, que tiene que ver con la memoria colectiva y con la verdad. Y creo que, en esa otra forma, la escritura tiene un gran poder. Tanto escritores como lectores tenemos mucho que decir. Y tener en mente en el mundo cotidiano a quienes hemos perdido por esa violencia es esencial.

¿Personalmente, se ha cerrado un pequeño círculo?

Es una pregunta difícil. Mi duelo había sido cerrado, hacia dentro, lleno de culpa y de vergüenza, y este libro me permitió abrirlo y hacerlo además comunitario. Desde el inicio fue una conversación constante con Liliana, de ahí la frase del libro de ‘el duelo es el fin de la soledad’, y no le veo razón de terminar esa conversación. Ella es vertebral en mi vida y estuve años sin pronunciar su nombre. Pero ya no. Liliana me acompaña mientras yo esté viva, su memoria es parte de mi estar aquí. 

Y también físicamente con esa foto que siempre pones en tu escritorio.

Viajo con muy pocas cosas, apenas un par de maletas, como he hecho para estos meses en los que estoy viviendo en Berlín, pero esa foto de Liliana me acompaña siempre. Y la pongo ahí, quizá el lugar en el que más tiempo paso. Es importante para mí estar viéndola y también que me vea ella a mí.

Qué bonito eso de que también te vea ella

Los objetos nos atestiguan más de lo que creemos.

Tu pareja, el artista Saúl Hernández-Vargas, te ha ayudado mucho en la labor de detectives. Es muy interesante como contrafigura de hombre bueno en este proceso

Ha sido fundamental. Si hablamos de mi duelo personal, ha sido esencial para mi encontrarme en una situación estable y segura dentro de nuestra relación, incluso para poder reabrir el caso. Tanto Saúl como Matías, mi hijo, han tenido mucho que ver. Saúl es un artista visual, pero ahora bromeamos con que si quiere retirarse puede ser detective, porque realmente fue incansable. La persona que imaginó qué decir en redes para que alguien se comunicara, dónde buscar a quién… es un trabajo ingente de imaginación. Todo eso lo llevó a cabo él. Y es fundamental emocionalmente para mí.

¿Cómo ha recibido todo esto tu hijo Matías?

Es ya un muchacho enorme de 25 años, un hombre. Ha sido interesante: con él había hablado muy poco de Liliana, como con el resto de la gente. Había visto fotos, pero no habíamos profundizado. No formaba parte de una conversación. Dimos un largo paseo antes de escribir el libro: nos ayudó mucho poner palabras a tantos años de silencio.

¿Os ha unido más?

Sí, nos conocemos mejor. Y también se entienden mejor algunos de mis otros libros tras leer este. Hay claves que explican algunas actitudes que he tenido durante años. Adquieren otros significados diferentes que nos dan una conexión mutua más plena.

Supongo que para tus padres también ha sido reparador

Son dos personas mayores, por fortuna aún independientes. Me da gusto el libro especialmente por ellos, para que puedan vivir estos últimos años con una conexión sin culpa, más ligera, con su hija.