Si Purificación Mascarell (Xàtiva, 1985) hubiese nacido en otro siglo, habría sido una de esas mujeres fuera del canon y, por tanto, firme candidata al borrado como escritora. En caso de caminar hacia el altar como destino inapelable, lo habría hecho sintiendo alrededor del cuello ese yugo que obliga a dos animales a trillar en una única dirección. Pero habría buscado el modo de deshacerse de esa soga agobiante, como hicieron (o lo intentaron) las mujeres que pasan por las páginas de su último libro, 'Como anillo al cuello. La opresión matrimonial en la literatura femenina'. Porque, como ella dice, "matrimonio y amor no tienen nada en común", más bien "son polos antagónicos".
A través de sus personajes, escritoras todas ellas, arrinconadas por sus cónyuges todas ellas, Mascarell ilustra cómo ese pequeño aro del dedo anular (símbolo del amor tradicional) ha constituido para millones de mujeres "un cautiverio en su propio hogar y la opresión de un machismo que ejerce sobre su mente y su piel toda clase de violencia", explica.
El certero y original título 'Como anillo al cuello' resulta, desde esa perspectiva, "muy expresivo", nos reconoce esta autora, profesora de Teoría de la Literatura, Literatura Comparada y Estudios Culturales de la Universidad de Valencia. No se trata de un ensayo sobre el amor, sino sobre lo que la sociedad pone sobre los cuerpos de las mujeres disfrazado de costumbre. Ese peso invisible pero bien patente en el día a día. Esa violencia asumida como normal.
¿Matrimonio, no; amor sí?
Matrimonio y amor no tienen nada en común. Son dos polos antagónicos. Es algo que aprendí al leer un texto de 'Matrimonio y amor', de Emma Goldman, filósofa anarquista. Cuando era pequeña quería vivir un gran amor, pero nunca me imaginaba vestida de blanco con un ramo de flores. Soltera, con amor, es mi estado ideal. Si el amor es alcanzar la felicidad a través de la felicidad del otro, nada más lejos de él que la institución del matrimonio.
Arranca su obra colándose en lo que ocurre dentro del hogar, entre marido y mujer, de cuatro autoras.
Sofía Tolstaia, esposa de León Tolstoi, habla de ello en '¿De quién es la culpa?'; Sibilla Aleramo en 'Una mujer'; Elena Fortún en Oculto sendero; y Alaine Polcz lo recoge en 'Una mujer en el frente'. Todas vivieron matrimonios complicados con maridos machistas que ejercían métodos de control sobre ellas, como la violencia sexual. Cada una en una época diferente, todas llegaron al matrimonio sin experiencia vital y afectiva y todas mantuvieron una complicada relación con la escritura.
Llama la atención que esos episodios vitales tan dolorosos hayan pasado desapercibidos tratándose de autoras tan célebres como Elena Fortún.
Elena Fortún me acompañó en mi infancia a través de Celia, un personaje presente en la niñez de muchas generaciones. Sin embargo, sabemos muy poco de su autora, una escritora que escribió con pseudónimo y vendió muchos libros. Yo creía que era una mujer luminosa y alegre hasta que leí 'Oculto sendero'. En este libro, que estuvo escondido durante décadas desde que lo escribió, en 1946, narra en primera persona el infierno de su matrimonio y plantea la temática de la homosexualidad, inaceptable en su época. Por eso no llegó a publicarse en vida. Leerla despertó mi interés y enseguida empecé a descubrir que Elena Fortún no era un caso aislado. Muchas escritoras relataron el calvario de sus matrimonios, pero pasaron desapercibidas.
¿Anularlas como escritoras fue otra herramienta más de manipulación por parte de sus maridos?
Ha ocurrido a lo largo de la Historia y desde todos los ámbitos. Un buen porcentaje de hombres han anulado o contenido el talento artístico y las capacidades creativas de sus esposas para mantener ellos su dominio en la relación matrimonial. Goldman lo explica bien cuando dice que "la institución del matrimonio convierte a la mujer en un parásito absolutamente dependiente. La incapacita para la lucha por la vida, aniquila su conciencia social, paraliza su imaginación, y le impone luego su graciosa protección".
En el libro recuerdas una frase de tu abuela, carnicera, cuando terminaba exhausta la jornada entre tienda y tareas domésticas: "¡I que encara em quede a mi esta faena, Senyor!" ("Y que todavía me quede a mí esta faena, Señor"). ¿A qué te refieres?
Esta última obligación era que mi abuelo se le arrimara en la cama y que ella, agotada, sin más deseo que dormir, tuviera que atender la demanda sexual de su esposo. Cuántas mujeres han tenido relaciones sexuales sin desearlas, sin fuerzas, fundidas tras un día de trabajo dentro y fuera del hogar. Son muchas las criaturas que han venido al mundo en virtud de ese sexo matrimonial que es como una violación normalizada, un abuso bendecido por el sistema. El acto más común y aceptado en todas las sociedades del mundo. "Multitud de mujeres son madres y abuelas sin haber conocido jamás el placer", dice Simone de Beauvoir.
En cada capítulo entrelazas estos testimonios con tus propias vivencias. ¿Quieres decir que la sociedad no ha evolucionado como debería?
Las historias de estas mujeres siguen conectando con miles de mujeres que aún sufren la opresión patriarcal. Aunque en general hay más opciones para escapar de un matrimonio violento, tiránico o asfixiante, hay estigmas sobre ellas que siguen vigentes, como el de la madre soltera o la mujer libre. Desde una mirada absolutamente misógina, esta figura sigue asustando. Tenemos mucho que hacer todavía. Puede que el matrimonio ya no comporte las consecuencias de antaño para las mujeres. Pero entonces, ¿qué necesidad hay de asumir una institución que ha oprimido a tantas de mis antepasadas? Es como zambullirse en una piscina donde sabes que se han ahogado miles de personas.
¿Qué otras mujeres aparecen en 'Como anillo al dedo'?
Muchas escritoras han querido relatar esta opresión en sus novelas. George Sand, Mercè Rodoreda, Louisa May Alcott, Emilia Pardo Bazán, Edith Wharton o Alice Walker han narrado los abusos dentro de la institución matrimonial. Mary Wollstonecraft, Emma Goldman, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir o Kate Millett son igualmente autoras que se rebelaron también frente al orden patriarcal y cuestionaron el destino reservado a las mujeres: casarse y callar. Hay muchas autoras más que, por no responder al canon, no se les permitió voz. Sus obras cayeron en el olvido.
Hablas de una brutal falta de empatía masculina. ¿Cómo plantean los escritores esa misma queja de la mujer que vive el matrimonio como un infierno?
El destino de las mujeres adúlteras de algunas de las obras magistrales de la literatura universal escritas por hombres, como 'Madame Bovary', es trágico. 'La Regenta', 'Ana Karenina' y 'Madame Bovary' son tres grandes ejemplos, pero no únicos, de cómo la literatura universal ha sexualizado y denigrado a la mujer y ha castigado el adulterio femenino. Su gran valor literario es innegable, pero todas ellas tienen un final trágico o ridículo. Es el destino programado por el patriarcado cuando descubren que no son felices en sus matrimonios. Ana Karenina, desde la visión de Leon Tolstoi, merece morir bajo las ruedas del tren. A Ana Ozores se la condena al absurdo en el beso final. Emma Bovary se suicida. Hay en ellas un intenso sentimiento de culpabilidad, la caída de la mujer que no acepta el canon convencional.
Como docente, ¿consideras que la literatura que llega a las aulas está masculinizada?
Es una reflexión que hice después de acabar Filología Hispánica, cuando empecé a leer literatura femenina. Me di cuenta de que, hasta ese momento, el 99% de mis lecturas estaban escritas por hombres. Me gustaría que 'Como anillo al cuello' sirviese de guía para conocer la biografía desconocida de las autoras, decisiva en su escritura. Exponer sus vidas y sus pensamientos es un ejercicio importante para cambiar algunas estructuras y conocer una realidad más completa de la literatura. No puede ser que hablemos de la Generación del 27, por ejemplo, a partir de la fotografía que siempre nos mostraron, exclusivamente masculina. ¿Qué pasa con Margarita Manso, Maruja Mallo, María Zambrano, María Teresa León, Rosa Chacel, Josefina de la Torre y tantas otras?