Frida Kahlo murió a los 47 años después de una vida llena de sufrimientos físicos, mentales y espirituales. Un detalle que se conoce menos son sus dientes frontales astillados por su costumbre de abrir las horquillas del pelo con ellos. Si esbozaba una sonrisa, lo hacía casi siempre con la boca cerrada. "Por eso, la artista nunca se autorretrató sonriendo". Quien repara en ello es la escritora estadounidense Jennifer Clement en su último libro 'La fiesta prometida'.
Nacida en 1960, la autora tuvo la fortuna de criarse en la calle Palmas de Ciudad de México, ahora llamada Diego Rivera, la misma en la que vivieron Frida Kahlo y Diego Rivera. Cuando llegó a México con su familia, esta pareja de icónicos pintores había fallecido ya.
Su residencia, llamada Casa Estudio, estaba a solo dos cuadras (200 metros) de la de Clement, una casualidad que marcó para siempre su vocación intelectual y así nos lo cuenta: "Formaron parte de mi infancia porque viví en sus espacios y entre sus cosas. Me crie en la calle en donde estaba la Casa-Estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo, que no se había tocado nada desde sus muertes y era mi segundo hogar. Los nietos de Diego Rivera eran mis amigos más cercanos. Era una casa llena de vida y de muerte y esta contradicción me marcó creativamente".
'La fiesta prometida' es una biografía en primera persona que Clement va construyendo a modo de mosaico a partir de pequeños fragmentos vitales. La memoria de Frida ocupa una parte importante en este recorrido. "Su recuerdo es algo fuerte para mí y para el mundo. Siempre pienso que su fama tiene que ver con su valentía de retratar su propio dolor y el dolor de la mujer universal. El arte casi solo se ha enfocado en el dolor de la Virgen María. Este fenómeno mundial alrededor de Frida Kahlo es relativamente nuevo. En México, en los años 60 y 70, era vista como la mujer de Diego. Ahora Diego es el marido de Frida".
La Casa Estudio estaba compuesta de dos estudios conectados por un puentecito, una muestra, según aprecia la autora, de la autonomía y a la vez dependencia de esta genial pareja que vivió tantos momentos de tormento como de pasión. A pesar de la ausencia, su interior se mantuvo durante años intacto y Clement recuerda que aún olía a la trementina de los pintores, a pinturas de aceite y a cigarros.
Su amistad con Ruth María, nieta de Diego Rivera, le permitió revivir algunos de los episodios más memorables de la pintora. Describe en 'La fiesta prometida' que se bañó en la misma bañera blanca en la que se autorretrató Frida reposando en el agua, con muchos objetos y gente flotando. Allí nació su pintura al óleo 'Lo que el agua me dio' (1938).
'La fiesta prometida' recorre la infancia y juventud de Clement, pero es ahora cuando ha podido ordenar todas las piezas que componen el mosaico. "Es con el paso del tiempo que dimensiono dos épocas que me tocaron vivir. Por esto el libro está dividido en dos partes: Ciudad de México y la ciudad de Nueva York. En México toco los años antes del tratado de libre comercio y en Nueva York los años antes de la pandemia del SIDA. Son dos momentos que tuvieron un cierre. En México, azarosamente, viví en un barrio de artistas, escritores e intelectuales. En Nueva York, igualmente azaroso, viví en el mundo de jóvenes rebeldes que se volvieron artistas importantes".
Jennifer Clement, presidenta de PEN Internacional, la organización de escritores más antigua y grande del mundo, ha escrito tanto poesía como prosa. Su título más popular, hasta ahora, era 'La viuda de Basquiat', una obra que explora la tormentosa relación entre el artista Jean-Michel Basquiat y su musa, Suzanne Mallouk.
Sus lectores volverán a encontrar, desde sus primeras líneas, de nuevo a Suzanne, artista nacida también en 1964. "Mientras yo escribía poemas o historias y novelas por dinero en efectivo, ella pintaba a George Washington en un billete de un dólar y retratos de Malcolm X", escribe Clement. Y recuerda que, de pequeña, viviendo en Ciudad de México, aprendió que el fin del amor está en todas partes.
En esas décadas que describe en sus páginas en México era muy caro hablar por teléfono y por eso su madre le escribía dos cartas a la semana a su abuela. "Estas cartas las conservo y fueron un tesoro de información que me ayudo a escribir el libro", dice. Clement nos confiesa que se siente privilegiada: "Siempre he tenido una fascinación por el papel del testigo. En 'La viuda Basquiat' yo aparezco como un personaje en una parte del libro porque quería tomar la fuerza del testigo para describir la extraña bondad de Suzanne Mallouk (la viuda). Las cartas de mi madre también son testigos de muchos acontecimientos y, por esto, en momentos las cito directamente y esto le da fuerza a la narración".
Nos explica que en este nuevo libro van a conocer mejor la historia de amor entre Jean-Michel Basquiat y Suzanne Mallouk. "El lector también va a encontrar dos cuidades que para mí son cuidades hermanas. En 'La fiesta prometida' hay historias sobre mi mundo personal, pero también las amistades con personajes como Colette Lumière, Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, Andy Warhol y en México figuras como Waldeen, Juan O 'Gorman, Juan Rulfo o Gabriel García Márquez".
Curiosamente, Clement llega en sus retazos biográficos hasta los 27 años. "Es el momento en que me vuelvo escritora -justifica-. 'La fiesta prometida' es un retrato de cómo sucedió. De alguna manera tuve que salir de México para saber que mi destino era México, una odisea". Ese México que ella vivió, de intelectuales y artistas, lo encuentra ahora muy cambiado. "En parte, por las nuevas tecnologías, de la misma manera que ha cambiado en todo el mundo. En el caso mexicano, esto se combina con la cercanía a los Estados Unidos, que es una influencia brutal. ¡Ahora Halloween compite con el Día de los Muertos!".