Confinados, pero no solos. Los teléfonos móviles y las redes sociales hacen posible que sigamos interactuando con el mundo, que ese mundo no se reduzca a las personas con las que compartimos domicilio, y que, incluso, las personas que viven solas puedan relacionarse con los demás. La tecnología, felizmente, ayuda.
Una vez visto que podemos hacer un remedo de vida social (y profesional) a través de video-llamadas y de RR.SS, queda preparar el escenario. Y lo que vemos es que el escenario favorito para mostrarse al mundo confinado son las librerías, estanterías atestadas de libros, cualquier espacio que acredite que tenemos una carrera como lectores, que hemos devorado todo ese conocimiento y que tenemos cierta autoridad para opinar. Así lo han visto de claro Risto Mejide, Iñaki Gabilondo, Víctor Manuel y Ana Belén, el periodista Miguel Ángel Bargueño y el escritor Alejando Gándara, entre otros.
Una biblioteca, por doméstica que sea, no se improvisa. Y la autoridad está ligada a la permanencia en el tiempo. Cada una de esas librerías proclama que sus dueños están capacitados para opinar y que son ‘confiables’. ¿Por qué? Para averiguarlo hemos recurrido a Luis Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública. "Cuando el personaje que representamos es el de un supuesto experto, un o una intelectual, alguien que sabe de los suyo, los libros son el atrezzo imprescindible. Los libros señalan cultura y conocimiento. Un ser humano entre libros se supone más culto, más formado", explica este respetado consultor de Comunicación que ha asesorado a decenas de gobiernos, organizaciones, líderes y compañías de medio mundo.
De alguna manera, las librerías se han convertido en el espacio público y profesional de las casas. Y es lógico. El confinamiento del coronavirus nos hace estar siempre en casa, pero no siempre disponibles. Es necesario hacer una distinción entre lo privado y lo público, y en esa necesidad las librerías ganan por goleada y, además, mejoran nuestra imagen pública. "Una librería bien nutrida dice al espectador: "¿ves lo listo que soy?" Cuando te hablo no te hablo solo yo, sino toda esta cultura que he acumulado y que está detrás de mí. Ese efecto, obviamente, no lo proporciona el libro electrónico”, señala Arroyo. De hecho, según la teoría del Psicoanálisis, el libro es un objeto transicional, una posesión querida, que ha generado un vínculo y que dota de seguridad a las personas que los consumen. Y nos referimos tanto a leerlos como al mero hecho de poseerlos. ¿Cuántas mesillas de noche están cubiertas por libros que no leemos pero nos gusta tener cerca?
Esos libros que no leemos pero queremos ver nos llevan a la siguiente cuestión: ¿cuántas de esas librerías que vemos en redes están ‘vividas’? Dicho de otra manera, ¿hay mucho postureo? "Lo primero de todo: hay que tener biblioteca. Mucha gente no tiene ni libros. Y no por falta de dinero, sino de cultura o de interés por ella. Así que tener na biblioteca más o menos nutrida ya dice algo de su dueño", explica Eva Serrano, propietaria de Círculo de Tiza, una editorial comprometida con la calidad de la edición de los libros que publica.
Para esta editora, si enseñar la biblioteca es una tendencia más o menos artificial no es relevante: "puede haber algo de impostado porque la cultura hoy es un signo de distinción, pero también creo que en estos tiempos de encierro contar con la compañía de buenos libros es, en verdad, un tesoro. Así que se enseña con orgullo porque lo merece".
No solo lo merece, sino que responde a una realidad. Las cifras de hábitos de lectura confirman que leer es una opción asentada entre los españoles. El último estudio de la Federación de Gremios de Editores de España muestra que en 2019 el número de lectores de libros creció hasta el 67,2% de la población. Los clubs de lectura florecen y leer de una a dos veces a la semana es algo habitual para el 40% de los ciudadanos. Y, sorpresa, el libro electrónico entra con fuerza, pero no es competencia del libro en papel. De hecho, los consumidores habituales de e-books tienen más libros físicos en su casa que los que solo leen papel (269 vs. 230 ejemplares).
Por su carácter transicional, el libro en papel cobra en estos tiempos mayor importancia. "De alguna manera es también un recordatorio de un mundo que ahora vemos lejano y que añoramos: el de las librerías abiertas, el de las terrazas con un café y una caña y un libro abierto. Ahora nos tenemos que conformar con conseguir en formato electrónico las obras que no tenemos, otra forma de leer, muy válida, pero efímera, sin presencia. Y en estos momentos de irrealidad, todo lo físico, tocable, lo que apela a los sentidos tiene más valor que nunca", precisa Serrano.
En la cuarentena, por tanto, tendremos que acostumbrarnos a ver el mundo desde una ventana, un balcón y también desde nuestra pequeña o gran biblioteca. ¿No merece que la cuidemos en estos días? "Estaría bien dedicarle un tiempo, rescatar libros olvidados, recordar el momento en el que los leímos, aquello que sentimos en ese momento. Colocarlos por orden de importancia, no solo por su calidad literaria, sino emocional. Porque si lees, vives muchas vidas", concluye la editora.
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