A los 11 años, Manuel Vilas descubrió que existía. No tuvo una epifanía (o casi), pero en aquella playa de aquel verano, dio su primer beso. Un beso especial, "una celebración de la vida maravillosa", el que le regalaba la llave de las futuras puertas del amor, la intimidad y el romanticismo. Casi 50 años después, y unos cuantos miles de besos más tarde, el escritor de Barbastro (Huesca) reflexiona sobre lo que ocurre cuando estas carantoñas tan especiales llegan en la madurez adulta. En 'Los besos' (Planeta, 2021), Vilas se deja de milongas sobre la fugacidad del amor para reflexionarlo de una manera reposada en la voz de sus dos personajes: Salvador, de 58 años, que se enamora perdidamente de Montserrat, 15 años menor, durante el confinamiento.
Entre ellos surge un amor inevitable. Sus encuentros se miden por la intensidad de unos besos prohibidos, virus mediante, pero no ajenos de pasión. "Con la edad se besa mejor", nos cuenta Vilas, "porque se tiene más experiencia, y en el amor es importante, se besa con el peso del tiempo en los labios, con los fracasos y las alegrías que has vivido, se sabe más lo que se quiere y por qué se quiere. El amor en la edad madura tiene ese poso de la experiencia vivida, que es motivo de mucho placer".
¿Por qué no puede tener el mismo derecho a enamorarse una persona adulta que un adolescente? Precisamente el respeto de los enamorados con 50, 60 o 70 años es lo que invade cada línea de la novela. Una reivindicación que parte de manera muy activa del propio Vilas, quien ha redescubierto el amor en la segunda mitad de su vida. "Hasta el último día de la vida cabe enamorarse, y no tildar esos amores de ridículos o patéticos como a veces socialmente se han visto. El amor no es privativo de los 20 años. Es una necesidad que tienen los seres humanos a lo largo de toda su vida", nos explica.
La sociedad que hemos construido, y de la que se quejan amargamente los protagonistas de 'Los besos', es la misma que nos convierte en hombres y mujeres grises, rutinarios ante las relaciones amorosas y los actos de cariño con la pareja. Y es ahí donde habitan los peores besos que se pueden dar. "Son una mentira pactada entre los dos", dice Vilas, "porque no son besos pasionales, sino hechos desde la convivencia rutinaria. Socialmente esto está muy bendecido, está todo creado para que funcione, pero hay una insatisfacción dentro del ser humano que lo experimenta" nos cuenta.
La vida, que para Vilas son pasiones eróticas, amorosas, está condenada a una tristeza indeseable sin ese fragor del tú a tú real y sincero. ¿Por qué la pasión tiene un principio y un final? ¿Por qué no puede durar eternamente? ¿Cómo evitar que el amor no se convierta en algo vulgar?
Vilas intenta buscar las respuestas a todas estas preguntas, pero solo encuentra más preguntas por el camino. "Te doy un beso y me voy porque llego tarde al trabajo, pero ese beso no vale una mierda. ¿Y para qué coño vas al trabajo? Vas para traer el dinero con el que vamos a darnos más besos durante más rato. Es más importante la vida profesional que la vida sentimental. ¿Cómo demonios hemos llegado a eso? A que el trabajo de una persona es más importante que follar. Es una cosa que no lo entiendo, por eso he escrito esta novela", reflexiona.
Vilas quedó huérfano en 2014. Su padre ya se había marchado en 2005, pero el fallecimiento de su madre llegaría en pleno proceso de divorcio. De toda aquella experiencia nacerían a posteriori 'Ordesa' (Alfaguara, 2018) y 'Alegría' (Planeta, 2019), que ponían punto y aparte a un punto de inflexión en su vida, un 'tocar fondo' desde donde solamente se podía volver a construir. "El instinto de supervivencia del ser humano es una de las fuerzas más atávicas que vamos a ver jamás. La vida se regenera con una fuerza tremenda. Puedes estar al borde del abismo y, de repente, salir de allí, porque la vida es un mandato que no puedes desoír", nos cuenta.
Pero antes de aquellos años fatídicos, Vilas disfrutaba de los besos que le daban sus padres. Unos besos que recuerda con un aroma y un significado especial. "El beso a una madre es de adhesión vital, de encuentro fraternal, de encuentro en el cariño; y el que le das a tu enamorado es pasional que busca el contacto físico que busca la relación sexual. La imposibilidad de volver a dar besos a tus padres se vive de una manera melancólica, aunque con mensajes positivos. Los dos grandes cimientos de la vida de la gente es el amor paterno-filial y a su pareja, y en eso se va la vida de la gente, en eso nos gastamos, ahí está toda la condición humana y deberíamos empeñar toda nuestra energía", nos confiesa emocionado.
Ahora, con nuevo libro bajo el brazo, Vilas ha vuelto a recuperar la sonrisa de su vida sentimental. ¿Cómo es ese nuevo primer beso de amor después de una ruptura? "Es maravilloso", nos dice, "también puede ser un beso comparativo, no verbalizado, inconsciente, pero el ser humano está comparando todo el rato, y en la comparación también va una iluminación, y de repente te das cuenta de que la vida está llena e posibilidades".