Siri se conecta desde su casa de Brooklyn, donde creció su hija Sophie. Puede verse una chimenea sin encender y dos estanterías de libros. Fotos familiares en la repisa y un óleo de una mujer de espaldas con vestido rojo. La editorial ha organizado una videollamada con varios medios para hablar de su nuevo libro, 'Madres, Padres y demás' (Seix Barral), donde reúne pequeños ensayos y conferencias escritos en los últimos años. Una suerte de diario de obsesiones y raíces emocionales de sus novelas, si se sabe leer debajo de lo que dice explícitamente. Un salvoconducto directo a su motor.
A medida que avanza la conversación, siempre amabilísima, Hustvedt se va remangando con los temas que le apasionan. Básicamente, la idea de que la historia de la familia, de cualquier familia, está llena de omisiones femeninas, y la necesidad de reparar esos silencios. Y lo mismo en las ciencias y las artes, tan carentes del relato de ellas: "Cuanto más mayor me hago, más noto que lo que falta en filosofía, la ciencia o literatura es igual de importante que lo que está ahí", explica. Y redobla: "El ascenso de la mujer da rabia y miedo a muchos hombres".
En este sentido, los cuatro elementos de su estudio se convierten casi en símbolos de sus tesis. La chimenea sin encender como esa elipsis de la mitad de la humanidad, quitar el fuego a lo que es para el fuego: "Desde los inicios del pensamiento ha faltado la historia de la gestación y el nacimiento, que viene desde los Griegos. Platón estaba obsesionado por el nacimiento, pero venía a decir que el nacimiento de las ideas del filósofo es más importante que el natural, el biológico. Aristóteles distingue entre forma y materia: la forma, que es el principio que anima la vida, es masculino, y la materia por el contrario es inerte y femenina. Ahí tienes una jerarquía establecida que ha durado hasta el día de hoy", explica.
Y va más allá en esa tradición desequilibrada: "Hay que ver bien cómo funciona esta omisión en diferentes campos", insiste. "Porque la diferencia entre sexos sigue siendo fundamental a la hora de comprender cómo funciona el mundo". ¿Por qué ensalada es femenino y filete es masculino? ¿Por qué lo femenino siempre se coloca como inferior a lo masculino?
En el libro también se aborda el tema de la maternidad. De la madre ideal. O lo que es lo mismo, "una camisa de fuerza cultural". "Reconocer que existe esa jaula es el primer paso. Algunas categorías culturales, como la madre perfecta, es una violación de la realidad. Está junto a otros estereotipos culturales de lo que es fijo y debe ser así, y las mujeres vivimos dentro esas expectativas sociales. Es el miedo lo que está detrás de todo esto. Todos venimos del cuerpo de un ser femenino y la cultura se aterroriza ante ello. Dependemos totalmente de ese cuerpo y en lugar de decir lo maravillosos que es, lo reprimimos y de degradamos, dando lugar a una furia y a una rabia masculina sobre el proceso propio del embarazo”, explica.
"Tenemos que reconocer la realidad de nuestra dependencia, que dura la vida entera. Mucha misoginia y crueldad nace de ahí. Los hombres obsesionados con demostrar su masculinidad son los que más se resisten a esa dependencia. Una vez lo pensemos en estos términos, como debate cultural importante que es, hay maneras de salir. Reconocerlo ya es liberador".
Ella ha sufrido en sus carnes la misoginia de la que habla. "Cuando Sophie no tenía ni dos años hicimos un viaje en familia. No recuerdo desde qué aeropuerto salíamos ni adónde nos dirigíamos. Sé que estaba agobiada y cansada, y que bajaba por una escalera mecánica con mi hija en su sillita y rodeada de bultos voluminosos. Mi marido estaba un poco atrás. De repente, Sophie se tambaleó hacia delante y en un segundo aterrador vi que no estaba abrochada", escribe Hustvedt en el libro.
"La agarré y tiré de ella hacia atrás, y se evitó el desastre. Un hombre de negocios que se deslizaba por mi lado con un pequeño maletín rectangular fue testigo del percance y me lanzó una mirada que nunca he olvidado. Era una mirada de asco, y la vergüenza que sentí fue tan grande que hasta ahora nunca lo había contado. En sus ojos me vi a mí misma: un monstruo de negligencia, la mala madre".
Pero no solo en ese plano íntimo opera el machismo. Una pregunta recurrente que le hacían a Hustverdt hasta que comenzó a quejarse públicamente era que si su marido le escribía sus novelas. Así: "¿Tu marido te ayuda con las novelas?". O también estaba la versión suave de esa punzada "dolorosa": presentarla directamente como la mujer de Paul Auster. "Siri Hustverdt, la mujer de Paul Auster, gana el Princesa de Asturias". Ahí estaba su valor, la referencia de su valía para otros, y no en su inteligencia o su talento. "Sucede casi siempre que el entrevistador es un hombre", explica.
También cuenta otra anécdota en este sentido en el libro. La historia sobre el filósofo ruso Bajtín. "Un día un académico se me acercó para hablarme de Bajtín. Yo estaba muy contenta por encontrar a alguien con quién hablar sobre sus teorías, pero me vino a decir que qué bien que mi marido fuese experto en él y me lo hubiese explicado, cuando la realidad fue que Paul lo conoció por mí y lo llevó luego incluso a la película 'Smoke' que rodó. En cuanto se lo expliqué, se decepcionó tanto que desapareció", explica.
"Ser consciente es importante. Todo esto va de que la mujer se supone que no debe saber más que el hombre sobre nada. El hecho es que, por algún motivo, yo y mi conocimiento somos una bofetada a las jerarquías y eso les da miedo o rabia", añade.
Y sigue: "La derecha esta furiosa, ese auge de la mujer se percibe como una humillación. Y no es que haya pasado nada, a los hombres blancos les va estupendo, igual que siempre. Pero esa elevación les provoca furia y se está canalizando a través de partidos políticos".
Siri también habla en el libro de su padre, que obvió del relato familiar a su propia abuela para subrayar el papel de su abuelo. Y de su madre, Ester Vegan, fallecida poco antes de la pandemia. Una mujer de ascendencia noruega, resiliente, con la que en los últimos años forjó una gran relación y que siempre le dijo que no hiciese "nada que no quisiese hacer".
¿Tenemos que hacer las paces con nuestras madres?, le preguntamos desde Uppers. "Sí, tenemos que hacer las paces y lo intento recalcar con este libro. Sobre todo porque es una relación dinámica: la madre que yo tenía cuando era joven era una persona diferente y nuestra relación fue evolucionando. Todos tenemos el efecto de los dolores de los primeros años de vida, a veces no sabemos ni por qué, pero luego se ven en cómo nos relacionamos con otras personas. Hay que cambiar la perspectiva: imaginarte en el papel del otro, tanto como puedas, realmente ser el otro. Ahí está el comienzo del perdón", dice.
"Hay familias que se atormentan, se torturan y es que a veces no hay solución. Vivimos en una cultura muy sentimental y eso de que el amor lo arregla todo no siempre es verdad. A veces no se puede reparar el daño y hay que alejarse del veneno para salvarse uno. Pero una cosa está clara: no podrás avanzar sin meterse en la piel del otro”, explica.
También le preguntamos por su hija, la cantante indie Sophie Auster, el otro lado del hilo generacional. ¿Cómo te gustaría que te describiese ella?, le preguntamos. "Tenemos una buena amistad, muy buena. Y una gran pasión mutua desde el primer día. Pero va evolucionando, ahora con una mujer adulta y muy sofisticada. Acaba de sacar un nuevo tema, por cierto, 'Hey girlfriend', que va de una relación no sexual entre mujeres. Es erótica, pero no es una relación tradicional. Estoy muy orgullosa de ella y no, no le voy a poner el peso de decirle cómo me gustaría que me describiese, eso es cosa suya", concluye riendo.