El arte de su guitarra corre por sus venas desde que tenía seis años. Ahí fue cuando Niño Josele, proveniente de una larga dinastía de músicos flamencos, comenzó a tocar. Más adelante, no pudo tener mejores maestros que Paco de Lucia y Enrique Morente con los que compartió giras y he hizo colaboraciones.
Su versatilidad le ha hecho explorar otros estilos como el jazz. Fue en 2006 cuando el almeriense sorprendió a la crítica con el lanzamiento de 'Paz', su tributo dedicado al pianista de jazz Bill Evans, donde fusiona el flamenco y el jazz tradicional.
Nominado a los Grammy por sus álbumes en varias ediciones, ha comenzado a dejar buen sabor de boca con dos singles en lo que ha trabajado con Rubén Blades y con Chick Corea. Con Corea ya fueron galardonados con el Grammy al mejor álbum Jazz Latino 2019 que lleva por título, 'Antidoto'.
No puede haber otra mejor, por ello, que Casilda, la hija de Paco de Lucía, para hablar en cuerpo y alma de la última obra de Niño Josele (48).
No existe biografía, ni documental ni siquiera unas memorias, que revelen más sobre la sensibilidad de un creador que su propia obra. Si se trata de un guitarrista, el que escucha sabrá si es joven por la velocidad de los dedos, la furia del rasgueo o esa tendencia al exceso de cuando urge explicar quiénes somos y lo que hemos venido a contar. Sabrá, por su forma de tocar, si es vehemente, reflexivo, disciplinado o curioso; y siguiendo el rastro de esa curiosidad podrá incluso descifrar su misterio, porque el músico, como el pintor, va mezclando colores hasta encontrar los tonos que más se ajustan al paisaje de su alma. Y si el que escucha sigue avanzando en el relato de vida y obra, de trémolos, nostalgias y picaos; notará que la flor se va deshojando y lo superfluo deja espacio a lo esencial. Notará cómo la técnica se vuelve tan perfecta que parece no existir y se dará cuenta del momento preciso en que el guitarrista ya no toca para deslumbrar, si no para conmover. O para conmoverse. Ese día, en Josele, se llama 'Galaxias'.
Todo él está en su último disco. Lo que es y lo que fue. En ese Caballo Andaluz que suena a plazas blancas y al Niño Miguel, está escrita su niñez. Ay, ese suspiro de melancolía al final… Está el eco de su padre, Josele. Cantaor, guitarrista, brújula y hombre de bien. A él se lo debe todo y en cada falseta de 'Te recuerdo' parece estar acariciando una pena. Aquí y allá se ve Almería, tierra inicial, con su mar y su montaña convertidos en mapa íntimo. La montaña recoge, detiene, no te deja irte. A sus faldas remata Josele con el aire de los antiguos; con un pararse como de Niño Ricardo, Manuel de Huelva o Borrull. Como contrapunto, el mar, murmullo misterioso y obligación de soñar. Sólo el navegante se aventura desde la cadencia de una taranta hasta los confines del jazz, el tango o Stravinski. Sólo el que ha nacido entre esas dos geografías, raíz y libertad, es capaz de que 'Galaxias', el tema con Chick Corea que abre el disco, suene a un 'The Yellow Nimbus' por rumba. De que al 'No Pasa Nada', de Rubén Blades, se asomen Fernando Trueba y Paco de Lucía por esquinas distintas; o de que 'Papusza', la bulería final, sea un elocuente abrazo entre Chicago y Jerez. Sí, todo Josele está ahí. Sus cómplices -Chick, Blades, Jorge Pardo o la Tremendita-; su pureza, la ruptura, lo fresco y lo hondo, el pellizco, la destreza y lo esencial. Por eso pienso que quizás las Galaxias de este disco no son las de fuera si no las de dentro. Esa oscuridad de voces, sonidos y murmullos que pueblan el firmamento cuando cerramos los ojos de noche y nos quedamos a solas con nuestra memoria.