Ramón Gener (Barcelona, 1967) es un hombre muy despierto de costumbres noctámbulas. Quizás porque de noche calla el ruido y se deja oír mejor la música: la de las esferas y la del propio pálpito. La noche anterior a nuestra charla, sin embargo, se acostó tarde atendiendo el aluvión de felicitaciones recibidas tras su último estreno, 'Això no és una cançó' ('Esto no es una canción'; TV3). Otro artefacto de comunicación masiva respaldado por esa audiencia que le sigue tanto en Cataluña como en toda España y más allá: 'This is Opera' (RTVE), 'This is Art' (Movistar) y '200; una noche en el Prado' (RTVE) son los programas –emitidos en países de Europa, América y Oriente Medio– con los que este ex barítono devenido en mago de la divulgación artística ha conseguido apasionar a personas de todo el mundo.
Lo consigue porque es un humanista de altos vuelos, pero sobre todo porque, si su partitura es la erudición, la pasión es la forma insobornable con que la interpreta.
“Lo que sé –responde cuando le preguntamos cómo se hace para no perder nunca esa pasión– es que me gusta mucho lo que hago. Lo haría gratis. Y no sólo eso: incluso lo haría pagando. Entiendo que ésa debe de ser la razón. A veces puedes sonar muy naif al decirle a la gente eso de ‘perseguir tus sueños’; pero…: escoge aquello que harías gratis y que sea el motivo de tu vida. Yo he tenido la suerte de que el arte y la música me apasionen tantísimo, y que me encante también compartirlo; porque si te lo quedas para ti no tiene sentido. El sentido de que sepas algo que vale la pena es que lo puedas compartir con los demás. No se trata tanto de ‘enseñar’ o ‘divulgar’, sino de compartir. Y si alguien puede descubrir algo gracias a ti, pues el día ya está”.
Gener descubrió la música clásica gracias a su madre, gran amante de la ópera. Ella llevó al pequeño Ramón, con apenas seis años, al Conservatorio Superior del Liceo de Barcelona. Allí estudió piano hasta que los vientos levantiscos de la pubertad le hicieron dejarlo. Se fue a los once. Pero la música nunca iba a abandonarlo a él. Frisando los 18, la soprano Victoria de los Ángeles le reclutó para estudiar canto lírico; acariciando el sueño de convertirse en profesional. Lo logró, ejerciendo durante años como barítono. Pero en cierto punto del camino volvió a parar: “Mi máxima ilusión era ser cantante de ópera, pero llegar a ser todo lo bueno que yo quería no iba a ser posible. Porque no todo el mundo puede ser Velázquez o Beethoven; si fuera así tampoco tendría gracia… Pero eso da igual. Lo importante es probar, hacerlo, intentarlo”.
Entre unas cosas y otras, Gener no dejó nunca de estudiar, de buscar, de interesarse; incluso por aquello para lo que no estaba hecho en absoluto. Su padre, cuenta, quería que estudiara alguna cosa con perspectivas más prácticas: “Estudié Empresariales para complacerle. Pero luego estudié Literatura, Historia del Arte, Filosofía… Me sentía más cómodo leyendo un soneto de Dante que un balance activo y pasivo. Quizás sea un poco crédulo, pero pienso que todo lo que tiene que ver con las Humanidades te ayuda a ser libre, a crearte un criterio de las cosas. Hacen ciudadanos capaces de pensar por sí mismos. Hay que leer muchísimo para entender por qué el mundo es como es. Hay que leer mucha prosa, leer mucha poesía; eso ayuda a ver la vida desde puntos de vista distintos, a entender la visión del otro. Si sólo vas con el lado científico de las cosas te estás perdiendo. Y eso es imperdonable… El programa de ayer fue un éxito y me alegra mucho. Pero para mí lo importante es que el contenido sea honesto con lo que yo considero. Mejor que lo vean diez a que lo vean cinco, pero si lo ven cinco y a esos cinco les sirvió para algo, yo ya soy feliz”.
La obsesión de medir la vida –sea la audiencia o la estima propia– con el número, en un mundo empeñado en que las artes no son algo “útil”, en contraposición a lo técnico y tecnológico…: “La diferencia está en lo tangible. Si Fleming inventa la penicilina y puede evitar las infecciones, eso es tangible, es algo que tú puedes ver. La ciencia tiene la mesura de las cosas, se puede medir y comprobar su efectividad, y menos mal que existe. Pero luego están las Humanidades, por decirlo así. Éstas no se pueden medir con una vara pero, hombre, ¡por el amor de Dios!: si uno lee 'Cien años de soledad' es evidente que algo está pasando ahí… No lo sabemos, pero a lo mejor estás cambiando. La cuestión es que no es tangible, pero ahí está también la magia, en que no se puede medir. Porque si se pudiera medir ya no sería mágico. Si tú y yo escuchamos la misma música las reacciones son distintas, y nos enriquece justo porque son distintas”.
Porque el arte puede salvarnos la vida al sacarnos de pozos muy oscuros. Gener es autor de un libro magnífico, 'El amor te hará inmortal. Música, memoria y vida' (Plaza y Janés; 2016). Una suerte de auto-terapia en que trata de conjurar, de la mano de las tres Moiras griegas y de los artistas que le acompañaron siempre, el duelo por la muerte de su padre, hace ahora casi diez años (el duelo por “las dos muertes”, escribía: la “primera” fue al caer en la enfermedad de Alzhéimer):
“Hacía tiempo que tenía en la cabeza un libro con estos personajes, aunque no sabía cuál era el motivo de ir a verlos. Sucedió lo de mi padre y me pareció una buena excusa para hablar con ellos. A mí me gusta mucho pensar que Lennon está vivo, y Verdi y Marie Curie y Frida Khalo. Eso es en sí maravilloso y es lo único que importa, la posibilidad de transcender. Porque el que transciende es el que consigue aportar algo. Puedes ser un gran pintor y un inmenso artista, pero no tienen por qué coincidir. Sucede con Velázquez, el pintor más brutal que existe en mi opinión, y también un gran artista. Se trata de que eso que haces tenga un valor que pueda servir a los demás en algo. Eso es fascinante”.
Y por esa misma vía llegó Gener a fascinar: a aportar cosas de valor incalculable –literalmente– a públicos cada vez mayores, ávidos de escucharle y celebrar con él la magia compartida de la belleza. Sus conferencias y cursos sobre ópera e historia de la música, concluida su etapa como barítono, llamaron la atención de los medios de comunicación, hasta estrenar en 2011 el programa 'Òpera en texans' ('Ópera en vaqueros') en el Canal 33 de Cataluña. Fueron tres temporadas en antena que le catapultaron, merced a su talento para deslizar las obras más complejas en la intimidad de personas de cualquier edad y condición. La coproducción This is Art (2017-18), grabada en inglés y en español, es la serie documental catalana más vendida en el mundo.
El arte como ese milagro que nos hermana a todos en un mismo escalofrío: “La música es un hecho desde el punto de vista técnico, matemático: tienen que ser cinco líneas [el pentagrama], con doce notas puestas en ciertos sitios, con claves, intervalos… Es pura matemática, pero en el momento en que uno la ejecuta se produce el milagro. A lo mejor no entiendes una partitura, pero si te digo ‘espera’ y me pongo a tocar, de golpe lo entiendes todo. Eso es un milagro que sólo sucede con la música: es la matemática más perfecta que en cuanto suena deja de ser matemática para convertirse en algo que todo el mundo va a entender. Es algo muy grande que no puedes entender nunca del todo, pero sabes que hay una verdad impenetrable más allá”.
Las “verdades universales del corazón” de las que hablaba Lorca. Su proceso de duelo, hasta la luminosa aceptación de la pérdida de su padre, tuvo mucho que ver –escribía en El amor te hará inmortal– con “ver, vivir y entender las vidas de otros hombres y mujeres abrumados por los mismos sentimientos que me abrumaron a mí”. Entender que todos transitamos por las mismas sombras en este mundo no sólo consuela; también ilumina el camino. “Una vez hablaba con los responsables de la excavación de Atapuerca, y te das cuenta de que somos los mismos desde hace miles de años. Sí, ahora tenemos un teléfono móvil, pero lo importante es lo que decimos. Y resulta que pensamos las mismas cosas, que nos apasionan y nos dan miedo las mismas cosas. ¿Cómo es posible que una obra de arte de hace miles de años sea transcendente? Pues porque somos los mismos, aunque ahora escribamos con ordenador. Siempre son las mismas preguntas que intentamos contestar, y que muchas veces no se pueden contestar, y ésa es la gracia.
Quizás es que, si el Universo es un truco inmenso, perdería la magia explicarlo.
Claro. Que todo sea mágico, que cada día pueda pasar algo, es la cuestión. Por eso, sin ser de nuevo naif, hay que tratar de sacar todo el jugo al día; ser todo lo amable que puedas con todo el mundo; aprender algo de alguien; leer todo lo que puedas, hoy, escuchar toda la música que puedas hoy, porque mañana… Creo que el logro más importante de la vida es conseguir que al levantarte te dé igual si es lunes.
¿Qué le diría a quien no se ha atrevido nunca a hacer algo, sobre todo algo artístico, por miedo al fracaso, por el qué dirán, o por creer que ya es tarde?
Lo importante es: sigue con tu vida, y si tienes que ir a la oficina por la mañana, ve, pero haz lo que sea que te ayude a salir de la rutina. Lee. Intenta aprender música aunque nunca vayas a ser músico. Igual no eres el artista del siglo, pero no importa: te servirá para entender todo lo demás.
Como el Parzival de Wagner le salvó la vida en aquellas noches de duelo por su padre.
Claro. Yo descubrí Parzifal muy joven. Iba al quinto piso del Liceo de Barcelona, a un asiento en el que no se veía nada, que valía 400 pesetas. Allí había un jubilado que iba siempre con la partitura, que se desentendía de lo que pasaba en el escenario y la leía para él… Yo no entendía mucho a Wagner, pero a su lado aprendí muchísimo y aprendí a querer la obra. Luego, cuando me pasaron cosas importantes siempre recurrí esta ópera, sabiendo que allí había algo. A Parzifal le sucede eso: busca el Grial pero no sabe ni lo que está buscando. Cuando lo encuentra tampoco sabe lo que es, pero sabe que le va a transformar. Yo animo a todo el mundo a ser como Parzival. Porque el siempre hecho de ponerse a buscar ya es transformador. El ‘no’ ya lo tienes. Que no se diga que no lo buscaste. Eso de la gente mayor que te dice: “Me arrepiento de no haberme arriesgado más”… ¿Qué es lo que harías gratis? Pues hazlo. No dejes de intentarlo. ¿Que no vas a ser Beethoven? Bueno. Pero es encontrar tu voz. Ir a buscarla.