Mayte Martín: "He sufrido mucho por amor; no por falta, sino por exceso"

  • La cantante barcelonesa (1965) nos habla de su nueva gira y disco, 'Tatuajes', donde ha reunido "las canciones más bellas del siglo XX"

  • "Con 17 iba de la mano con mi primera novia, y sonreía a los que nos miraban", explica la catalana. "No sé si he pagado un precio en el flamenco por ser lesbiana, me da igual"

  • Hablamos con ella de 'Ne me quitte pas', de cantar en la ducha, de cómo es "tener un don" y por qué Rosalía no le gusta

Dice Mayte Martín que en el amor tiene el listón muy arriba, “arribísima”. Que ha “amado mucho a algunas mujeres” y que por eso también ha “sufrido una barbaridad”. Que no tendría que ser así, pero que sucede: "No soy moderna, soy libre", añade. Por eso su canción favorita, que ahora reúne en la gira ‘Tatuajes’ con otra decena de las más icónicas del siglo XX, es ‘Ne me quitte pas’, “la más bella jamás creada” a pesar de que las generaciones más jóvenes la entiendan como un ejemplo de toxicidad. Ahí, en un modo concreto de sentir y hacer las cosas, con un pie en la vanguardia y otro anclado en la tradición, se mueve su música. Y su vida. "Tengo tan claro lo que quiero que a veces soy demasiado terca", explica.

“Déjame convertirme en/La sombra de tu sombra/La sombra de tu mano/La sombra de su perro/Pero/No me dejes/No me dejes”, cantaba en francés Jacques Brel en 1959 y cantará Maye Martín en el madrileño Teatro Price este 24 de enero, una gira que continuará por toda España y que dará como resultado un disco. Ella siempre lo hace así: le atraviesan determinadas canciones en un momento vital concreto, "lanza la voz" sobre un escenario para emocionar en otros y luego, ya en simbiosis con sus músicos, las graba. 

A veces incluso gracias a campañas crowdfunding, porque hace ya años que decidió salirse de la rueda de las discográficas (tras uno de flamenco (1994), otro de boleros con Tete Montoliú (1996), otro con acento portugués y Omara Portuondo (2002) y otro con versos de Lorca o Gardel). Probó el método en 'Tempo Rubato' (2018), cantando a las mujeres que le marcaron el corazón. Y volverá a hacerlo en este. La idea es, básicamente, seguir haciendo, como dice, “lo que me da la gana, dentro y fuera del escenario”. Y no son palabras vacías: ya paseaba con su primera novia de la mano a los 17 años por los tablaos, "sonriendo con naturalidad" a quienes les clavaban los ojos.

‘Gracias a la vida’ es el primer single: ¿por qué cosas das gracias?

Por la salud, el amor y el don que tengo de cantar, de llegar. La música me emociona a mí, así que no hay nada más bonito que lograr que otro se emocione con lo que cantas.

Has seleccionado en Tatuaje “las mejores canciones del siglo XX”

Las más bellas, sin duda. Mis tres son ‘Ne me quitte pas’, ‘Gracia a la vida’ y ‘Te recuerdo Amanda’, del gran Jara. Pero está también ‘Alfonsina y el mar’ o ‘Lucía’. Ellas solas fueron saltando al saquito, no podían ser otras. 

¿Por qué ‘Ne me quitte pas’ es tu favorita?

Es la canción de amor más bonita jamás escrita. El amor está expresado con una crudeza máxima, sin el mínimo orgullo, desde la humildad del que se ve ahí. Aunque haya gente que ahora la considera quizá desafortunada. El rollo ese de lo tóxico. Pero a mí me parece bellísima, de una belleza escalofriante.

¿Hay que sufrir en el amor?

No sé si hay que sufrir, pero por lo que sea se sufre. Quizá porque andamos por el mundo buscando sanar nuestras heridas y taras, y damos con personas que nos tocan en lugares muy sensibles.

¿Tú has sufrido mucho por amor?

Sí (risas). He sido siempre muy apasionada y muy romántica y lo he pasado mal. A veces no por falta de amor, sino por exceso. 

¿Ha ido cambiando con los años?

Siempre he sabido quién soy y dónde estoy, y lo vivo al máximo, pero se va matizando con la edad. 

También hay gente que dice que se ha enamorado a los 50 como nunca antes

Eso también pasa, efectivamente. Yo me he enamorado mucho, así que no sé si puedo pensar que me volveré a enamorar como nunca antes, porque el amor lo he vivido ya muy intensamente.

Tienes el listón arriba, digamos.

Arribísima.

¿Has pagado un precio en el flamenco por ser lesbiana?

No lo sé. Soy una persona que mira para adelante, sigo mi camino. Si tropiezo, me levanto y sigo caminando. No sé cómo hubieran sido las cosas si yo hubiera sido otra persona. No lo sé y me da igual (risas).

“Nunca salí del armario porque nunca me metí en él”, has dicho

¡Con lo difícil que era en aquella época! Pero yo viví mis primeros amores con toda la naturalidad. La naturalidad es un modo de embellecerlo todo y una defensa estupenda contra los que quieran atacarte: les deja sin hueco por dónde entrar. A lo mejor es porque no me han pasado demasiadas cosas desagradables, pero la naturalidad deja a cualquiera sin la capacidad de hacer daño. Recuerdo que con 17 paseaba con mi novia de la mano y le plantaba un beso cuando me daba la gana y, si me miraban, les sonreía: la mayoría de las veces me devolvían la sonrisa. La idea es no tener ningún pudor o problema una misma, porque no siempre te miran como una ofensa, a veces es solo curiosidad, sobre todo antes, cuando no era habitual.

Da la sensación de que siempre haces lo que te da la gana

Correcto (risas).

¿Es muy cansado?

Más cansado es hacer lo que no quieres. Justificarte. Hacer cosas que no te interesan. Yo no he nacido para eso. El peaje que haya que pagar por ser tú, por ser como quieres y vivir como deseas, yo creo que merece la pena. Lo ideal sería que no hubiese que pagar ningún peaje, pero, si hay que pagarlo, se paga.

¿Cantas en la ducha?

Nunca canto sola. Me da pudor.

¿Pudor?

Tiene que haber otra persona. Estoy tan acostumbrada a cantar para alguien que no lo concibo. Si lanzo la voz es como si hubiese alguien ahí que no puedo ver. Me produce una sensación muy extraña.

“Lanzar la voz” suena casi a trance

Exactamente, eso me pasa: como si la voz fuese alguien que no soy yo, otro ente.

¿Qué le diría a la Mayte de los 17 desde lo que sabes ahora?

Sigue para adelante que cuando llegues a los 50 estarás contenta de todo lo que has hecho y, sobre todo, de lo que no has hecho. En tu vida marca más aquello que no quisiste y a lo que fuiste capaz de decir no.

¿Y a la Mayte de los 40 desde tus 58?

‘Chata, estás más arrugada’ (risas). No, le diría lo mismo que a la de veinte. Aunque me haya equivocado, como todos, creo firmemente en que es importante hacerlo con convencimiento, equivocarte tú, sentir que no te doblegaste.

¿Te viene a la cabeza algo de lo que te hayas arrepentido?

Mira, una situación que es casi anecdótica, pero no tanto. Cuando conocí a Tete Montoliu en mis inicios y grabamos un disco de boleros juntos, pero le dije al acabar que necesitaba guardarlo en un cajón hasta que grabase un disco de flamenco. Llevaba años formándome en el flamenco y no quería que la gente se confundiese por no tener nada grabado y pensase que era una cantante de boleros. De eso me arrepiento. Soy tan terca y tengo tan claro lo que quiero, que a veces se me presenta otra cosa mejor y no la cojo porque no viene en la forma concreta que me gustaría. Es un exceso de cabezonería. Es importante en la vida saber distinguir si algo que se presenta es un gesto del destino que tienes que acoger o algo que te va a desviar de tu camino.

¿Es verdad que tus padres no te dejaron ganar dinero con tu cante hasta que no fuiste mayor de edad?

Así fue, y se lo agradezco. Ha definido mucho mi camino, porque me permitió centrarme en estudiar flamenco en cuerpo y alma. Cuando se cobra por hacer algo que aún no sabes hacer, el hecho de estar cobrando te obliga a que parezca que sí sabes hacerlo y vas cogiendo atajos. Que nadie pague por oírte es un modo de obligarte a seguir un camino natural de maceración. Sé positivamente que eso a mí me ha hecho estar y permanecer en el flamenco de una manera distinta: hoy por hoy sigo cantando como si no me pagaran, por placer.

¿Las nuevas generaciones lo hacen muy diferente? Se te nota un poco enfadada en este sentido

Enfadada no, decepcionada. Lo hacen al revés. El arte es una cosa sagrada, muy seria. Y cuando se tiene un don lo primero que hay que saber es que estás al servicio de la música, no la música a tu servicio. Hay que emplear tu don para honrar el arte.

Has dicho: “Los jóvenes confunden el ocio con el arte”

No solo los jóvenes, todo el mundo. Es como si te vas al Burger King y sales de allí diciendo que has tenido una experiencia gastronómica increíble. Está bien que te mole, pero tienes que saber que comes comida rápida, basura. El arte es otra cosa. Con distinguirlos está todo bien, no es necesario que desaparezca nada.

¿Cuántas veces te han preguntado por Rosalía?

Cinco millones (risas).

¿Te pone en un sitio complicado?

No me importa decir lo que pienso. El flamenco no es un repertorio, no es que te me cantes una letra de soleá y estás cantando flamenco, no va así. Hay que estudiar una forma de fraseo, el idioma incluso es otro, vocalizar, colocar la voz… No es que Plácido Domingo se pone a cantar un tango y es un tanguero. Con Rosalía pasa lo mismo, independientemente de que me guste o no.

¿Te gusta?

No, la verdad (risas). No me interesa esa música. Pero eso no es lo importante. 

¿Cómo te ves en 10 años?

Igual, haciendo lo que me apetece y conmoviendo al otro. Con el chute del escenario en vena: moriré cantando.