El pasado 25 de abril, Vetusta Morla anunciaron en redes sociales su decisión de separarse temporalmente y, “si todo va bien, juntarnos en 2026”. Aludían entre las razones al desgaste emocional que conlleva una larga trayectoria de éxito continuado y la necesidad de dedicar tiempo a ellos mismos, a “disfrutar y cuidar de nuestra gente, poner más lavadoras”, explicaban desdramatizando. En el mismo comunicado anunciaban que su siguiente disco —del que sus fans ya tenían noticia por la publicación de un par de sencillos de avance— vería la luz el 31 de mayo con el título de Figurantes. Lo presentarían en varios festivales, solo en España, tras lo cual, en septiembre, entrarían en ese estado de jubilación anticipada transitoria.
No ha vivido la banda la grabación de este nuevo disco, que ya se puede escuchar, con el pálpito de estar haciendo algo por última vez: su elaboración y la resolución de parar fueron confluyeron en el tiempo. “Todo empezó yendo a un estudio en cuatro huecos de la gira para grabar canciones”, dice Álvaro Baglietto, bajista, quien, con sus 50 años, es el mayor del grupo.
“Ahí todavía no sabíamos que íbamos a hacer el parón. En mitad de ese proceso, en un viaje, comenzamos a hablar de parar. Nos dimos cuenta de que había once canciones que queríamos presentar, y como ya habíamos acordado hacer ese paréntesis, lo comunicamos”. “Pero no se ha tenido en ningún momento la sensación de: ‘Como si fuera esta noche la última vez”, apostilla Pucho, cantante, siempre dispuesto a contradecir sutilmente lo que plantea el periodista.
Figurantes, el séptimo disco de Vetusta Morla, es un trabajo continuista con su sonido de guitarras y electrónica y letras a veces inextricables que en algunos casos invitan a elucubrar sobre si anticipan la inminente separación. Por ejemplo, en la canción que da título al álbum, Pucho canta: “Alguien ahí ya nos ha olvidado”. Juanma Latorre, guitarrista, aclara: “Todos tenemos gente que nos ha olvidado. No se refiere a la banda”.
“A la banda también”, tercia Álvaro. ¿En serio alguien ha podido olvidarse de la existencia de Vetusta Morla, el grupo número uno de la escena indie nacional? Lo desarrolla el bajista: “Es como mi relación con Pearl Jam: a mí me gustaban mucho; sacaron tres discos y me desconecté. Posiblemente ha habido mucha gente que ha seguido nuestros primeros discos y después se ha desconectado”. Juanma discrepa: “Bueno, alguno habrá, pero numéricamente se han sumado más que restado”. “Claro, porque se han bajado dos pero han venido cuatro”, calcula Álvaro.
Sorprende que un grupo triunfador como Vetusta Morla lance un tema titulado “La derrota”, en el que afirma, como si fuera un consejo psicológico, que “la derrota ayuda a seguir”. También ese mensaje lo sitúan fuera del contexto de la banda: “Se refiere a una experiencia personal que todos hemos podido tener”, dice Juanma. Si hay un concepto ajeno al grupo es el de “derrota”: Vetusta Morla es como ese chico perfecto de instituto que saca notas brillantes, destaca en el deporte y encima es guapo y liga un montón.
Ahora el estudiante más popular de la clase se toma un año y pico sabático. “El parón —dice Juanma— tiene que ver con recuperar una vieja costumbre que es la de desaparecer de vez en cuando, que es algo que todos deberíamos poder hacer en nuestros trabajos. En mi caso, me apetece tener más tiempo para mi familia. En la vorágine, cuesta encontrar esos momentos. Te llaman los amigos: ‘¿Cuándo puedes quedar?’. Sacas la agenda y piensas: ‘Puf”. ¿Hacer, en definitiva, lo que hace la gente normal?, les pregunto. “También hacemos lo que hace la gente normal”, dice Pucho.
No han pesado en su próxima hibernación las discrepancias artísticas que, tras más de dos décadas juntos, han podido surgir entre ellos; es habitual en las bandas que sus componentes partan de una misma casilla de salida y con el paso de los años cada uno evolucione de forma diferente. “Eso pasa en todos los grupos, musicales y humanos en general”, coincide Juanma.
“Cuando empiezas, todo se mueve de forma sincronizada, y luego la vida y los intereses de cada uno te van separando. Pero es una fase de nuestro matrimonio que hemos superado hace tiempo. Hemos pactado un sistema de convivencia basado en el amor que nos tenemos y el amor por hacer música juntos”. Pucho explica: “Funcionamos más como un colectivo que como algo estanco”. ¿Es seguro que volverán en 2026? “Jajaja, en esta vida seguro no nay nada”, dice Pucho. “Dentro de un año hemos quedado para ensayar, un jueves a las tres, ya comidos, en el local”, bromea Juanma.
Lo cierto es que el receso de Vetusta Morla y las recientes disoluciones de bandas clave de la escena indie como IZAL, El Columpio Asesino o Second, así como la transformación de los festivales, su gran lanzadera, que ahora se abren a otros estilos e incluso a grupos más comerciales, pueden interpretarse como un fin de ciclo. Nada es para siempre, y también el fulgor de la nueva ola de los ochenta se desvaneció a principios de los noventa y muchas de sus formaciones más representativas se acabaron separando. No se muestran categóricos a ese respecto.
“Hablar del fin de una era —responde Juanma— tiene algo trascendental, épico, que quizá sea demasiado, pero sí que creo que estamos en un momento bisagra en el rock. Las bandas que empezamos en los 2000 acumulamos un largo recorrido, unas seguimos, otras se separan, el mundo de los festivales sigue adelante, las salas no tanto, y tal vez no hay un relevo generacional claro. Al mismo tiempo, surge algo paralelo: la irrupción de la música urbana. Estamos en un momento de: a ver qué va a pasar. Como todo momento de cambio, va acompañado de cierta incertidumbre”.
“Cuando llegas a cierta edad —dice Álvaro—, eres consciente de que hay cientos de miles de veinteañeros que están entre nosotros y ocupan toda la industria igual que hacíamos nosotros. Cientos de miles de personas que están ahí. Es normal que cambie todo”. “A veces, lo que parece que desaparece, resurge”, matiza Juanma. Lo comparte Álvaro: “Hay quien vaticina una vuelta de lo indie, del rock, de las bandas… De aquí a tres o cuatro años. Yo, por mí, bien”.
¿Ha influido ese panorama (la posibilidad de que un siguiente disco, a causa de ese cambio, no tuviera el éxito esperado) en su decisión? “No vaya a ser que nos sobren músicos”, suelta Pucho, aludiendo a que la música urbana, tan en boga, es cosa de solistas. “Un poco sí ha influido”, concede Juanma.
“No ha sido la motivación, pero sí que el parón tiene un punto positivo adicional y es que nos permite ver todo eso desde la barrera, analizarlo tranquilamente y saber por dónde encaminamos nuestros pasos en el futuro. No tanto desde un punto de vista estilístico, porque somos quienes somos y no hay manera de que podamos fijamos qué está ocurriendo en otros ámbitos para incorporarlo a nuestra música, pero hay un punto ahí de desconexión entre el arte y lo que se vende y se consume, que es algo que trasciende a lo musical; hay algo ahí que ha cambiado muchísimo en los últimos años. La pandemia le dio al fast forward a todo esto”.
Vetusta Morla surgió en 2000 en Tres Cantos, localidad del norte de la Comunidad de Madrid donde residen muchos profesionales liberales —buena parte de ellos, llegados de otros puntos del país— y al menos un periodista de UPPERS. Es una ciudad peculiar, pues, fundada en 1991, no tiene casco antiguo y sí, en cambio, muchas viviendas modernas que se apiñan en barrios o “sectores”, peatonales por dentro y a veces inconexos entre sí, en una loca estructura urbanística que es la pesadilla de los carteros de correos, que no saben dónde está el portal donde entregar la carta.
Aunque a muchos vecinos les gusta pensar que viven en La Moraleja, la cruda realidad es que es un municipio de clase media, tranquilo hasta el bostezo, de los más seguros de España y donde los atascos se producen a última hora de la tarde en las inmediaciones de los centros deportivos, pues raro es el tricantino que no practica alguna modalidad atlética.
A finales de los noventa, varios alumnos del instituto José Luis Sampedro de esa inefable ciudad empezaron a hacer música. Así nació Vetusta Morla, banda autogestionada que con sucesivos lanzamientos ha llegado a lo más alto que se puede llegar en la música en España. Hoy solo uno de sus componentes sigue residiendo en Tres Cantos. Varios han tenido hijos (las de David García, el batería, ya hacen sus pinitos con la guitarra y los tambores). Su vida ha cambiado (a mejor), aunque no consideran que eso haya trastocado su manera de vivir la música.
“Siempre con mogollón de estrés, ya sea al principio o ahora. Un estrés que compensa cuando ves lo que produce tu música en la gente”, dice Pucho. “Yo lo que he ganado ha sido en experiencia en el escenario —apunta Álvaro—, y ya consigo estar a gusto. Antes también salía a disfrutar, pero me ponía nervioso. Como banda, el vértigo sigue, las ganas de hacerlo bien siguen”.
¿Se ven con 80 años tocando juntos, como The Rolling Stones? “Yo sí, a mí me encantaría”, contesta raudo Juanma. “También me parecería bien que fuera de otra manera, no es la máxima aspiración, pero yo me veo”. Álvaro es de la misma opinión: “Es que para que no pase eso, tiene que llegar alguien en un momento dado y decir: ‘Chicos, lo dejo’. Pero, claro, para dar ese paso también hay que tener huevos. Si alguno de nosotros dice eso, pues igual se va a la mierda”. “Claro, como tú vas a tener otra banda llenaestadios…”, bromea Juanma.
“Acabo de cumplir 50 —prosigue Álvaro—, y me veo dentro de diez años, que son 60, girando todavía. Si entonces me preguntan: ‘¿Te ves con diez más?’. Yo qué sé, macho. Si no pasa nada, si todo va bien, sí, estaremos ahí. Tendría que pasar algo: que alguien esté mal, que no se pueda…”. “O que no se quiera, que también puede pasar”, interviene Pucho. “Pero eso es más difícil. ¿Por qué no vas a querer, si puedes hacerlo a tu manera? ¿Un bolo al año? Pues un bolo al año”, dice Álvaro.
El cantante parece el más alejado de esa idea. “No me gustan mucho las predicciones futurólogas. Vivo bastante el presente, y lo que venga, bienvenido sea”, argumenta. Tirando de su buen humor, Álvaro zanja la cuestión: “Es verdad que las estrellas del rock, cuando se hacen muy mayores, parecen señoras. El otro día estaba deslizando vídeos del concierto de Taylor Swift y de repente me salió otro de una señora tocando la guitarra y era Angus Young, de AC/DC. Pero todo el respeto del mundo. ¿Por qué no seguir a esa edad? Aunque visto desde fuera, igual opinan otra cosa. Pero tiene todo el sentido seguir”.