Comencemos por el principio y sentemos las bases de la entrevista a Óscar Avendaño. Lo principal es saber que no, Siniestro Total no va a volver. Esa banda que fundaron Julián Hernández, Miguel Costas, Alberto Torrado y Germán Coppini allá por agosto de 1981 y que ha visto pasar por sus filas a docenas de músicos quedó disuelta definitivamente en mayo de 2022 en el WiZink Center.
Aquello fue un homenaje en toda regla. Dos noches tituladas ‘40 años sin pisar la audiencia nacional’ para regocijo de todos los que habían formado parte de Siniestro Total y para todos los que habíamos formado parte (y formamos) de su legión de seguidores.
Allí estuvo Óscar Avendaño. Al bajo, como los 21 años anteriores. Y allí se sintió, por una vez, “estrella del rock”. Lo cuenta en ‘Lo tengo en vinilo’, el libro que verá la luz el 12 de septiembre y en el que repasa su vida a través de los 90 discos que más le han marcado. Él, que sigue comprando vinilos “aunque no como antes, que cuestan una pasta”, defiende que no es una autobiografía. Si lo es, es original, diferente. Si no lo es, es un libro plagado de anécdotas y, sobre todo, de buena música.
‘Lo tengo en vinilo’ es una manera muy distinta de contar tu vida. Todo gira, nunca mejor dicho, alrededor de los discos.
Mi idea no partía de hacer una autobiografía. Yo no había pensado en eso. Para mí eran un montón de recuerdos asociados a un montón de discos por separado. De hecho, empecé a escribirlo de un modo aleatorio, no cronológico y no sabía muy bien qué iba a hacer con todo ese material.
Primero pensé en hacer un blog e ir metiendo entradas, hasta que me di cuenta de que los blogs ya no los lee nadie y era una estupidez. Entonces decidí convertirlo en un libro, organizarlo todo para que tuviera un orden y que se convirtiera en algo parecido a mi autobiografía. Pero, realmente, yo no soy una persona tan importante como para escribir una autobiografía.
20 años en Siniestro Total un poco de importancia sí que te conceden.
Pero no soy tan importante. No soy Julián Hernández. La gente no va a comprar mi autobiografía como si fuera él. No. Por eso a mí lo que me gustaba era escribir la historia de una persona anónima fan de la música. Obviamente, tengo esa carrera musical y es imposible no hablar de ella.
Después de 20 años en Siniestro Total, ¿te consideras una persona anónima?
Sí, sí. Yo puedo salir a la calle y que no me conozca nadie. Soy el bajista de Siniestro Total, pero no soy una persona demasiado conocida. Por eso puedo escribir desde el punto de vista del anónimo, que me parece mucho más interesante. La idea era reflejar ese poder de vocación que tiene la música.
90 capítulos, 90 discos. En el libro hay muchísima música.
Yo escribía poniéndome el disco en cuestión y rememorando los recuerdos asociados. La idea era contar los recuerdos asociados a cada disco y no contar una autobiografía de verdad, en la que tendría que haber contado cosas más importantes para mi carrera, que ni siquiera nombro porque no era necesario.
Sin embargo, sí cuentas cómo intentaste ligar por llevar una pegatina en la funda del bajo…
Sí. La pegatina ya estaba puesta y creí que iba a conseguir ligar a cuenta de esa pegatina, pero la realidad es que seguí siendo virgen durante muchos años.
El prólogo es de Julián Hernández, ¿te lo pidió o se lo pediste?
Fue cosa mía. Después de haber tocado tanto tiempo juntos y haberlo dejado, me pareció que era perfecto como punto y final a mi historia en Siniestro.
¿Siniestro Total ‘murió’ un 7 de mayo de 2022 en el WiZink?
Sí, fueron dos noches increíbles. No creo que vuelva a tocar en el WiZink en mi vida. No tengo ni la esperanza, pero me quedo con haberlo hecho. Tampoco creo que Siniestro se vuelva a reunir.
En el libro cuentas que ahí te sentiste estrella del rock. En todos estos años, ¿no te sentías una estrella del rock?
No, yo tengo una concepción del rock muy proletaria y creo que en Siniestro Total todo el mundo la tiene también. No nos consideramos estrellas, nos consideramos trabajadores del rock. Éramos currantes, que currábamos en unas condiciones muy buenas. Esto tampoco hay que negarlo.
Yo sigo siendo un currante del rock and roll. Lo que pasa es que ahora ya no tengo conductor ni técnico que me monte el 'ampli' en el escenario, pero sigo haciendo lo mismo. Cobro la tercera parte, pero no se me caen los anillos.
En ese momento tampoco me sentía una estrella. Durante unos años me sentí en una posición de privilegio, pero sin ser una estrella. Era un currante del rock que estaba en una posición en la que no se podía quejar, pero tampoco fliparse. En cambio, en el WiZink…
Aquello fue distinto…
Sí, el WiZink fue bestial.
¿Es posible que disfrutaseis más vosotros que el propio público? Un servidor, que estaba allí, se lo pasó muy bien.
Nosotros disfrutamos, pero yo creo que vosotros más. Nosotros estábamos flipando un poco por todo el guirigay que se montó, pero estábamos trabajando, con una cierta responsabilidad de que todo saliera bien.
Para el público, sin embargo, aquella despedida de Siniestro fue como la tormenta perfecta. Además, acababan de quitar las mascarillas, era la libertad otra vez, y ceo que la gente se lo pasó especialmente bien, no solo por el concierto de Siniestro Total, sino por lo que significaba aquello.
¿Cómo fue el reencuentro de todos los que habían pasado por la banda en el mismo escenario?
Algunos tendrán las diferencias que tengan entre ellos. Yo no tenía diferencias con nadie. Creo que todo el mundo hizo todo lo posible para que todo fuese lo más cómodo y fluido posible.
Lo enfocaron como si no pasara nada, simplemente eran dos noches y todos trataron de hacerlo lo más fácil posible. Obviamente, hubo tensión, pero también por la situación y porque era el WiZink, que para nosotros era una cosa totalmente inexplorada. Y además, al día siguiente, todos íbamos a la cola del paro, no a la furgoneta para seguir con una gira.
Pero ya habíais tocado delante de mucha gente…
Nosotros habíamos tocado delante de mucha gente, pero en festivales, no ante un público que viniera exclusivamente a verte a ti. Nosotros éramos una banda para salas, dependiendo de la provincia o la comunidad, entre mil o trescientas personas. En nuestros momentos grandes eran mil personas. Es cierto que en ell Viña Rock, por ejemplo, tocas para 90.000, pero sabes que no vienen solo a verte a ti.
¿Se vive diferente un concierto ante 90.000 aunque no todos sean de Siniestro?
Tú les ves que lo están pasando bien, pero a lo mejor no están atentos, simplemente están por allí. Y de repente tocas ‘Bailaré sobre tu tumba’ y ahí sí se vienen arriba. Eso lo notas, pero, como te decía antes, siempre hemos tenido esa concepción proletaria del rock and roll. Al final, estás trabajando. Si tocas para siete, tocas para siete. Si tocas para 20.000, pues para 20.000, pero tocas igual. Y esto lo sigo llevando a rajatabla con todo lo que hago.
Hemos hablado del final de Siniestro Total, pero hablemos de cuando llegaste. ¿Cómo fue el día que te llamaron?
No me lo tomé muy en serio, fui bastante inconsciente. Me parecía un poco irreal. Yo era un niño que escuchaba sus discos, y de repente me llaman cuando ya tengo 27 años. Ni siquiera me había planteado mi futuro. Mis padres vivían, yo curraba en una tienda de discos, mi novia era ingeniera de telecomunicaciones y cobraba un buen sueldo. O sea, de alguna manera no tenía la sensación de que tenía que valerme por mí mismo. Para mí la música era un divertimento. Entonces, en el momento en que me llamaron pensé: ‘Pues vamos a probar’.
¡Qué tonto era! Lo pienso ahora y digo: "¡Qué inconsciente!". No sé si tonto, pero qué inconsciente. Recuerdo que el primer día que fui consciente de lo que había hecho, de que estaba en Siniestro Total, fue cuando fuimos a tocar por primera vez y, de repente, oí los gritos de la gente.
¿Cómo lo recuerdas?
Pensé: ‘Esa gente que grita ¡Siniestro, Siniestro! es por mí. Esto es importante para mucha gente’.
¿No habías caído en eso?
No. Sabía que era un grupo famoso, pero como conocía a Julián y a Beltrán, sentía una cercanía, les veía como de la familia, no como estrellas de Siniestro Total. Para mí ellos eran unos tíos que era músicos, pero como yo. Tocaba con ellos, me gustaban sus canciones y ya. Pero cuando llegó el día del primer concierto, ahí fue cuando dije: "Cuidado, que estoy en Siniestro Total". Eso ya era otra cosa. Fue muy curioso, ahí me cagué de miedo, pero creo que no se me notó mucho.
Entonces, ¿el hecho de que fueras a unirte a un grupo que llevabas escuchando desde los 9 años no te imponía nada hasta que debutaste?
Quizá si me llega a suceder años antes, me habría cagado antes. Pero me pilló en una época en la que no escuchaba mucho a Siniestro. Me gustaban y me gustarán siempre, pero entonces no me hacían sentir nada especial.
A decir verdad, de los 90 discos que recoges en el libro, Siniestro no se parece mucho a casi ninguno de ellos.
No, pero es que Siniestro Total me parece un grupo único. Muchos años después de tocar con ellos lo interiorizas, te parece todo normal, pero luego lo piensas seriamente y dices: ‘Qué grupo más raro es Siniestro Total, más original, más inteligente’.
Me parece un grupo inteligentísimo, y mucha gente creo que no se da cuenta de lo inteligentes que son las letras de Julián. Y no solo las letras, sino también la música, sobre todo en sus comienzos. Hacían cosas súper inteligentes a todos los niveles, sin darse importancia y además haciéndose pasar por tontos. Es una cosa casi dadaísta y me parece fascinante.
¿Siniestro Total es un grupo para listos?
No, es un grupo inteligente pero hay muchos tontos a los que les gusta Siniestro, que se quedan en el chiste fácil, que también está bien. Dentro de Siniestro también hay muchos chistes fáciles y muchos chascarrillos, pero si vas un poco más allá descubres cosas de política, de sociedad, de arte... Yo mismo descubrí muchas de esas cosas por Siniestro. Cosas, por ejemplo, como Bajo el volcán o El acorazado Potemkin las descubrí por ellos.
¿Ahora podría existir aquel Siniestro Total o estaría cancelado desde el minuto uno?
Yo creo que sí podría existir. Ahora también se dicen muchas barbaridades. Más cosas de las que decían Gila, Azcona o Berlanga… Sólo hay que saber decirlas, pero sí se pueden decir. Hombre, probablemente no podrías decir "Las tetas de mi novia tienen cáncer de mama", pero es que tampoco querrías decirlo. Está fuera de lugar, y creo que es un chiste de adolescentes un poco descerebrados en ese momento. Nunca hablé con Julián de esto, pero la verdad es que nunca tocamos esa canción desde que yo llegué al grupo y no creo que a Julián le hiciese ninguna ilusión tocarla.
¿Tenías alguna canción favorita?
La he tocado en el 100% de los conciertos que hemos hecho. Hay unas cuantas canciones que eran sagradas: ‘Bailaré sobre tu tumba’, ‘Ayatollah!’ y ‘Miña terra galega’. Luego había otras, como ‘Alégrame el día, torero’, que se tocaban prácticamente siempre. Precisamente esa es una de las que más me gustaba tocar a mí. También me gustaba mucho ‘Algo huele mal en Dinamarca’ o ‘Somos ultraístas’
¿Una gira con Siniestro era tan bestia como se puede imaginar?
Todo lo que te puedas imaginar, ha pasado, claro. Pero en los años en los que yo estuve con Siniestro, ellos ya llevaban 20 años, entonces quizá todas esas locuras de juventud ya las habían dejado atrás. Y aunque a veces todavía podían pasar cosas, ya no era lo habitual. Quizá el que más desfasaba en esos primeros años era yo, que para eso tenía 27 o 28 años, en lugar de los 40 que a lo mejor tenía Julián.
Ellos ya habían vivido lo que tenían que vivir y ya no era para tanto. Yo creo que sí han tenido épocas muy locas, pero yo no viví eso con ellos. Si acaso, era yo el que montaba algo. Pero siempre he sido muy responsable en el sentido de que puedo estar hecho una mierda, puedo haberme pasado muchísimo, pero siempre estaré donde tengo que estar y en perfecto estado para tocar. No habrá ningún problema conmigo, y esto lo sigo llevando a rajatabla.
Un tipo responsable…
No recuerdo haber sido muy responsable de niño, pero de repente me entró esa responsabilidad con la música. Quizá porque, cuando entras en un grupo como Siniestro Total, tu vida cambia. De repente piensas que tienes la oportunidad de vivir de la música, algo que hasta entonces era solo un sueño. Cuando te das cuenta de que puedes vivir de esto, te lo tomas muy en serio. Y así fue como me convertí en alguien que siempre iba a cumplir. Estoy orgulloso de eso, de ser tan responsable.
¿No hubo ni un desliz?
He llegado a tocar en condiciones terribles. Con fiebre, estando enfermo, incluso vomitando antes de subir al escenario. Pero me subí, toqué perfectamente, y luego volví a vomitar. Y, aunque no te lo creas, no era por estar borracho, sino porque estaba enfermo con un virus estomacal. No recuerdo dónde estábamos, pero durante el concierto me sentí bien. Luego me bajé del escenario y tuve que arrastrarme hasta el baño más cercano. El escenario tiene esa magia de que, de repente, se te pasan todos los males.
La adrenalina, imagino.
Supongo que sí. Hace un par de años toqué en Toledo con 39 de fiebre. Estaba hecho una auténtica mierda, pero el concierto salió bien. Además, yo tenía que cantar, era el frontman, y el concierto estuvo de puta madre. Me siento mal diciendo esto, pero es que estuvo muy bien.
Los músicos tenéis claro cuando ha sido un buen concierto y cuándo no.
Sí, yo siempre lo tengo claro. Y de hecho, pasa a veces que has dado un concierto que ha sido malo, lo sabes, pero viene gente a felicitarte. Siempre agradeces el cariño, siempre, pero por dentro piensas: ‘Bueno, no tienes ni puta idea’.
¿Tienes algún concierto que recuerdes como el mejor?
A pesar de lo que la gente pueda pensar, los conciertos que más me suelen gustar, y me siguen gustando, son los más pequeños. Por ejemplo, Siniestro en El Sol en Madrid o en La Iguana en Vigo, donde caben 300 personas apretujadas. Eso es como una olla a presión, la gente se vuelve loca, tú estás al 100%, y esos conciertos son los que más disfruto.
Más allá de Siniestro Total, tú compatibilizas varias bandas más a la vez ¿Cómo se hace eso?
Cuando trabajas en esto, es necesario. Sin el apoyo de una banda como Siniestro Total, es imprescindible porque con una sola no te ganas la vida. Necesitas tener varias cosas. Ahora mismo, mi proyecto más serio The Bo Derek’s, pero también tengo varias bandas de versiones para rascar pasta, y me lo paso muy bien con ellas. No hay ninguna banda en la que haga algo que no me guste y es ahí donde terminas consiguiendo vivir de esto.
También das clases en la Universidad.
Sí, son cursos extraoficiales. Está muy guay porque tengo desde un chavalito de 16 años hasta una señora de casi 80. Me ha abierto un mundo nuevo, pequeñito, pero espectacular. Aprendo mucho con ellos
En el libro dices que a los 11 años eras más viejo que ahora, ¿cómo es eso?
Lo decía y lo mantengo. Yo creo que a los 11 años lo pasé mal, como mucha gente. Tienes una educación súper correcta que te inculcan tus padres porque quieren que seas una persona recta y seria. Entonces, cuando tienes 10 años, ya eres una persona correcta. Luego, cuando te desmadras es en la adolescencia. Ahí es cuando empiezan a interesarte otras cosas, y te vuelves un poco menos viejo.
También te preguntas si es necesario “comportarse como un subnormal para ser una estrella del rock”.
Lo que digo es que no hace falta comportarse como un subnormal para serlo. De pequeño yo pensaba eso. Recuerdo ver en la televisión la famosa secuencia de Keith Richards tirando una televisión por la ventana. Y yo pensaba: "Pero tío, de verdad, ¿hay que ser idiota para ser estrella del rock y hacer estas subnormalidades?".
Un disco, una canción y un concierto que consideres imprescindibles.
Es complicadísimo. Quizá te diría, como disco, ‘Sticky Fingers’, de The Rolling Stones, porque lo escuché el otro día y me volvió a emocionar, aunque tengo una relación de amor-odio con ellos porque no no le veo ningún tipo de sentido a lo que están haciendo estas alturas.
En cuanto al concierto, uno que me volvió loco y me cambió la vida: Wilco, en La Riviera, en Madrid. Ya en el Aqualung me habían flipado muchísimo, hasta niveles fuera de lugar, pero en La Riviera fue una cosa distinta... Creí ver a Dios.
Canción te podría decir millones. ‘Lola’, de The Kinks, me parece una virguería y súper inteligente.
Y la has escogido entre los… ¿cuántos vinilos tienes?
Muchísimos. Pero menos que antes. La pandemia fue un desastre para el mundo de la música y yo tuve que empezar a vender discos de vinilo. Lo vi de una manera muy pragmática. Con 50 años había muchos que ya no veía imprescindibles y me fui deshaciendo de ellos. Saqué mucha pasta en ese momento con esos discos, lo que me ayudó a pasar esa época, que fue jodida. Desde entonces ya no me veo como un coleccionista, sino como un melómano.