La 'leyenda' es ampliamente conocida: en 1987 Madonna tiene 19 años, contra la voluntad de su padre deja la Universidad de Michigan y llega a Nueva York con exactamente 35 dólares en el bolsillo y una mochila con sus zapatos de bailarina. Malvive durante algunos meses, hace de todo, le pasa de todo, y unos años después, consigue su primer contrato discográfico. Lo que la leyenda suele obviar es que poco tiempo después de ese primer viaje de la artista a la gran ciudad, la seguiría su hermano Christopher, también bailarín, también rebelde, también sediento de gloria.
En realidad, según dijo Christopher en su momento, Madonna había ahorrado lo suficiente en Michigan como para viajar y mantenerse durante un tiempo en la ciudad, pero eso simplemente no queda bien en las leyendas. Tampoco quedan bien las puñaladas por la espalda. ¿O a lo mejor sí? El caso es que Christopher Ciccone, el hoy desparecido bailarín y coreógrafo, publicó en 2008 un libro cuyo título comercial, nunca mejor dicho, fue 'Vivir con mi hermana Madonna'. Vendió 35,000 ejemplares la primera semana y tuvo para su autor un nivel de catarsis tal que lo consideró "un puto orgasmo gigante". En realidad, como la prensa no tardó en señalar despiadadamente, el libro no significaba ningún apunte relevante sobre la vida de una mujer que, de hecho, era una de las más ventiladas del espectáculo. Madonna lo consideró una traición, claro.
"Fue el humano más cercano a mí durante tanto tiempo - ha dicho Madonna en sus redes esta semana-. Es difícil explicar nuestro vínculo, pero surgió de un entendimiento de que éramos diferentes y la sociedad nos iba a hacer pasar un mal rato por no seguir el status quo. Nos tomamos de la mano y bailamos a través de la locura de nuestra infancia. De hecho, el baile fue una especie de pegamento que nos mantuvo unidos. Descubrir la danza en nuestra pequeña ciudad del medio oeste me salvó y luego lo salvó a él también".
Christopher no solo estuvo en Nueva York junto a su hermana ene esos primeros y durísimos años, sino que formó parte de su elenco ya en los días de gloria. "Devoramos el arte y la música y el cine como animales hambrientos. Estábamos en el epicentro de todas estas cosas explotando. Bailamos a través de la locura de la epidemia de SIDA. Fuimos a funerales y lloramos, y fuimos a bailar. Bailamos juntos en los escenarios al comienzo de mi carrera y finalmente, se convirtió en el Director Creativo, de muchas giras. Cuando se trataba de buen gusto, mi hermano era el Papa, y tenías que besar el anillo para obtener su bendición. Desafiamos a la Iglesia Católica Romana, a la Policía, a la 'mayoría moral' y a cualquier forma de Autoridad que se interpuso en nuestro camino hacia la libertad artística. Mi hermano estaba justo a mi lado. Era pintor, poeta y visionario. Lo admiraba. Tenía un gusto impecable. Y una lengua afilada, que a veces usaba contra mí, pero siempre le perdoné".
Efectivamente la usó. Según reveló Christopher en su infame libro, el motivo de su separación fue cuando Madonna decidió no contratarlo como director escénico de su Drowned World Tour de 2001. Sin embargo, la relación terminaría por completo cuando la estrella lo habría acusado de robarle en un correo electrónico, "Me acusó de estafarla después de 20 años de ser la única persona que no lo había hecho", aseguraba Christopher.
"Cuando mi hermano se enfermó. Encontramos nuestro camino de vuelta el uno al otro -ha dicho ahora la Reina del Pop- Hice lo mejor que pude para mantenerlo vivo el mayor tiempo posible. Él estaba en tanto dolor hacia el final. Una vez más, nos tomamos de las manos, cerramos los ojos y bailamos. Juntos. Me alegro de que no esté sufriendo más. Nunca habrá nadie como él. Sé que está bailando en alguna parte".