Nota para padres de adolescentes: si alguna ves tenéis que explicarles qué es el romanticismo -para que no sigan creyendo que tiene algo que ver con la rom com de turno- basta sentarles un rato y enchufarles el Nocturno Nº 2 de Frédéric Chopin (que es como decir el 'Highway to hell de AC/DC) y decirles que aquello no es una canción de amor. Se tarda exactamente cinco minutos con dos segundos.
Chopin no inventó el Nocturno -esas piezas breves que, dicen los expertos, llevan a la meditación, a la melancolía y ahondar en esos 'climas íntimos, poéticos y misteriosos de la noche'- pero sin duda lo llevó sus más altas cuotas de popularidad allá en el s. XIX. Para hacernos una idea, si el piano era el instrumento fundamental del s. XIX y París, con sus incontables salones, era el centro mismo de la música que se hacía en esa época, Chopin, un inmigrante polaco, se convirtió en solo un par de décadas en el centro de ese ese centro. Un virtuoso cuya música enmudecía a los viandantes y que acabaría sus días prematuramente en medio de la enfermedad y la pobreza.
Pues bien, aunque la noticia se ha hecho pública recientemente, según ha informado el New York Times la pasada primavera se ha hallado, en las bóvedas de los archivos de la Biblioteca y Museo Morgan de Nueva York, una pieza hasta hoy desconocida del polaco. No se trata de un Nocturno, sino de un vals, género que también transitó con virtuosismo. La partitura, escrita del puño y letra del propio Chopin, incluía su firma manuscrita. Al parecer, el hallazgo se produjo cuando un conservador revisaba los fondos del archivo sin tener la más mínima idea de lo que se encontraría.
“Al principio pensé: ‘¿Qué está pasando aquí? ¿Qué podría ser esto?’ No reconocí la música”, dijo el curador Robinson McClellan al periódico neoyorquino. McClellan decidió entonces fotografiar la partitura para tocarla en su casa y consultar con un académico de la Universidad de Pensilvania experto en Chopin quien se quedó anonadado ante el hallazgo. Posteriormente se hicieron una serie de pruebas sobre el papel, la tinta y la caligrafía del músico "que incluía la reproducción de un símbolo de clave de fa estilizado, así como garabatos característicos del compositor". Las pruebas, podrían ser concluyentes, y tanto las autoridades del Museo, como su descubridor tienen plena confianza en ello a pesar de que, según se señala, las casos falsos de hallazgos son bastante comunes.
El museo cree que la música data de entre 1830 y 1835, cuando Chopin tenía poco más de 20 años. La melodía presenta una apertura austera y fue descrita por el pianista Lang Lang como una melodía que contiene “una oscuridad dramática que se transforma en algo positivo”.
Se sabe que, poco antes de morir pobre y enfermo, Chopin dijo a sus allegados que "encontraréis muchas partituras, más o menos dignas de mí. En nombre del amor que me tenéis, por favor, quemadlas todas excepto la primera parte de mi método para piano. El resto debe ser consumido por el fuego sin excepción, porque tengo demasiado respeto por mi público y no quiero que todas las piezas que no sean dignas de él anden circulando por mi culpa y bajo mi nombre". ¿Cumplirá este nuevo descubrimiento con las exigencias del propio artista?