Este domingo 17 de noviembre, se cumplen 20 años de la muerte de Enrique Urquijo. La efeméride volverá a recordar sus últimas horas, cuando abandona la clínica de desintoxicación y se marcha, con 200.000 pesetas en el bolsillo, a la casa de su camello para rendirse un homenaje que le cuesta la vida. 39 años tenía y una hija de cinco. Su cadáver abandonado en el portal del número 23 de la madrileña calle del Espíritu Santo impidió tratar el asunto privadamente, propiciando una lectura de la tragedia en clave generacional, como un símbolo que reflejaba el aciago fin de la Movida.
Mientras el Wizink Center de Madrid se prepara para un concierto en su memoria –titulado Desde que no nos vemos, como uno de sus últimos temas–, hacemos un repaso cronológico de lo más vivo de su legado, atendiendo a sus cuatro canciones más escuchadas a día de hoy, según las métricas de las plataformas digitales de Spotify y Youtube: 'Déjame' (20 millones), 'Ojos de gata' (casi 11 millones), 'Pero a tu lado' (más de 30 millones de escuchas) y 'Agárrate a mí, María' (7 millones).
Otra tragedia relacionada con 'Los Secretos' está en el origen del concierto que se suele tomar como inicio de la Movida. En la nochevieja de 1979, Canito, el batería del grupo 'Tos', es atropellado. Unas semanas después se le rinde homenaje en un concierto que reúne entre otros grupos emergentes a los 'Pegamoides', 'Nacha Pop', 'Paraíso', 'Mermelada', 'Mamá' y 'Tos', con el batería de Mario Tenia y 'Los Solitarios' sustituyendo a Canito. 'Tos', que no tardaría en refundarse como 'Los Secretos', cantaron cuatro temas, dos del desaparecido Canito y dos compuestos por Enrique Urquijo, entre ellos y cerrando su actuación, 'Déjame', su primer gran éxito y, a día de hoy, su segunda canción más recordada.
En agosto de ese año, 1980, los hermanos Urquijo –Javier, Enrique y Álvaro– grabaron su primer disco, un EP para la compañía Polidor con cuatro canciones, que agotó su primera edición de 5000 ejemplares en una semana. 'Déjame' fue el single que eligieron, una de las canciones que, junto a 'Chica de ayer' de 'Nacha Pop', 'Para ti' de 'Paraíso' o 'Enamorado de la moda juvenil' de 'Radio Futura', contribuyeron a extender al resto de España el influjo de la Nueva Ola madrileña.
'Déjame' es una canción de ruptura que en su letra se desvía de lo previsible: él le pide a ella que lo deje, "Déjame, no juegues más conmigo", mostrando una debilidad impropia en el varón, que se retrata aquí subordinado a los juegos caprichosos de una mujer manipuladora. Una estampa que no podemos decir que fuera novedosa en la canción popular, que desde hacía una década venía reflejando el cambio de roles asociado a hombres y mujeres, pero que, en voz de un chico de veinte años, evidenciaba una sensibilidad propia de eso que hoy llamaríamos las nuevas masculinidades.
Frente al hombre poderoso y dominante, con Enrique Urquijo asoma la cabeza el nuevo hombre, valiente a la hora de mostrar sus heridas emocionales, en este caso con un inevitable deje de despecho, pero incapaz de tomar una decisión tajante. La evolución de la voz de Enrique, todavía aquí muy joven, avanzará en esta dirección, haciendo de la fragilidad su fuerza expresiva y encontrando en la timidez la autoridad necesaria para hacer creíble un cancionero sobre el fracaso, el abandono y la falta de adaptación.
Primera formación de 'Los Secretos', con los tres hermanos Urquijo y el batería Pedro Antonio Díaz, actuando a principios de los ochenta en el programa televisivo 'Aplauso'.
Los 80 han quedado atrás. En esa década 'Los Secretos' se han deshecho y se han vuelto a refundar, con Enrique como líder indiscutible y Álvaro a su lado. Resumiendo mucho, en estos años lo pasaron muy bien y lo pasaron muy mal, hasta incluso desaparecer de la escena durante dos años de desintoxicaciones variadas.
En 1986, tras el parón, Enrique Urquijo consigue alumbrar el segundo hit de su carrera, 'Quiero beber hasta perder el control', en el que el abuso del alcohol se presenta como un lenitivo para el desengaño amoroso. Si la heroína y la cocaína hicieron mella en el espíritu obsesivo y ciclotímico de Enrique, su forma compulsiva de beber hasta perder el control fue una constante en él, igual o más destructiva, en opinión de algunos amigos. Quede la canción como recuerdo embellecido del asunto.
En la barra de un bar precisamente y por aquella época, Enrique conoce a Joaquín Sabina y, al calor de los excesos y la común pasión por las rancheras, surge una amistad que dejará su mejor huella en 'Ojos de gata', un tema que compone Enrique a partir del arranque de dos estrofas que le pasa Sabina de una canción que estaba componiendo.
Con un principio común –y para sorpresa y enfado de Enrique que esperaba que Sabina se guardara su canción para un disco posterior–, 'Ojos de gata' y 'Y nos dieron las diez' acabaron coincidiendo en las radiofórmulas. La verdad es que entonces, que no se podía consultar en Internet, el asunto sonó un poco raro. Sin embargo, viéndolo con distancia, la insólita coincidencia permitió la posibilidad de poder disfrutar de dos historias opuestas a partir de un mismo planteamiento. La de Sabina es una ranchera que celebra el exitoso escarceo con una camarera en una noche de pasión interminable. La de 'Ojos de gata', en cambio, es más bien el cuento contrario, el de un gatillazo.
A las puertas del 92, cuando España se creyó que era el centro del universo, Enrique Urquijo nos contaba en primera persona el fracaso de una noche en la que el alcohol le impidió satisfacer a una felina camarera poco comprensiva: "Me dijeron que se mosqueó porque me emborraché y la usé como almohada".
Si la ranchera de Sabina –por cierto, la más escuchada de sus canciones en las plataformas digitales– celebra acríticamente el mito de don Juan, ese hombre permanentemente disponible y erecto, y confirma con fanfarronería la potencia semidivina de los cantantes famosos, la de Enrique Urquijo, ranchera también pero más tirada para atrás, casi un vals, y sin estribillo, desmitifica el carácter mágico y extraordinario de las estrellas mostrándolas tan impotentes como cualquier hijo de vecino.
Una decepción, desde luego, para las fans ilusas como aquella camarera con ojos de gata que, según nos narra el cantante, "comentó por ahí que yo era un chaval ordinario". El remate del tema es para mí el mejor verso de toda la discografía de Enrique Urquijo, perfectamente ensamblado con la música, como si estuviera encogiéndose de hombros a la par que lo entona: "pero cómo explicar que me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario".
Si uno se fija en ese hombre al que le basta con dormir la mona arropado al lado de esa mujer y soñando con su mirada verde esmeralda, y luego repara en esa mujer utilitarista y segura de sí que, al no conseguir una noche de ciencia fricción, abandona al desvalido durmiente, puede ver en la situación descrita una moderna inversión de roles, a un hombre y a una mujer comportarse a contramano de lo que se espera de ellos. Pudiendo ser hiriente, el tono melancólico aporta una mirada comprensiva tanto hacia el protagonista borracho como hacia la exigente camarera; al escucharla uno se pone en el lugar de los dos y acaba aceptando con cierto pesar la verdad agridulce de la vida, que no es otra que la dificultad del amor, lo difícil que es conseguir el encaje con el otro.
Ojos de gata, la sentida historia de un gatillazo.
La canción más escuchada de Enrique Urquijo abría su noveno disco de estudio, 'Dos caras distintas', presentándolo desde sus primeros versos como algo más que un superviviente: un resucitado que ha tenido que morir para poder vivir al lado de su amor. La metamorfosis implica romper sus poemas tristes, tratando de ir más allá de su impenitente carácter depresivo al encuentro de nuevos horizontes menos cenizos. Pese al ánimo positivo, el protagonista, y la voz frágil del cantante así lo subraya, empieza el estribillo pidiendo ayuda desde una cierta indigencia, casi apelando a las recompensas que la buena samaritana encontrará en la propia bondad de sus actos ('Ayúdame y te habré ayudado') o, al menos, cuando ya esté restablecido, en el premio de acompañarlo en esa otra vida y ese otro mundo que ha soñado.
Si las anteriores aspiraciones del tipo insistían en el malditismo y estaban faltas de consistencia práctica, eran 'sueños rotos', ahora parece haber afinado sus propósitos en pos de un presente más íntegro, contagiado de la amorosa fuerza que transmite por sus ojos la mujer a la que se dirigen sus nuevos versos y unas canciones que son tan novedosas que casi no existen, al haber sido cantadas "al son de acordes aún no inventados".
La verdad, y tal vez ahí resida el misterio de esta canción, es que, aunque parece haber un propósito de enmienda, de poner con alegría los pies en la tierra volviendo junto a su enamorada, hay también mucho de deseo de una evasión luminosa, en compañía del amor, el sueño de "otra vida, en otro mundo, pero a tu lado".
Pero a tu lado, la canción de Los Secretos con más escuchas en las plataformas digitales.
Al recopilatorio de 'Grandes éxitos (1996)' de 'Los Secretos' se añadió una canción que Enrique había dedicado a su hija. Según Miguel Ángel Bargueño, autor de 'Enrique Urquijo. Adiós tristeza', excelente biografía del cantante reeditada en estos días, si la mayoría de canciones de Enrique Urquijo cuentan su vida, no hay ninguna que "lo haga de una forma tan explícita y descarnada" como Agárrate a mí, María, que fue además su última gran composición.
La canción la firma Enrique Urquijo, sin embargo, comparándola con 'Carmelita', un tema de los setenta de Warren Zevon, se puede decir sin duda que 'Agárrate a mí, María' es una canción derivada de aquella, con la que comparte música y algo de la agonía de su letra. No hay que escandalizarse, en la tradición popular esto ha sido una práctica común, un motor creativo que aseguraba la pervivencia en el tiempo y la difusión en el espacio de determinadas melodías y motivos; aunque es cierto también que, a partir de la aparición del registro sonoro y la posibilidad de cobrar derechos a título individual, la autoría es algo indiscutible y el plagio un delito.
Lo destacable ahora es cómo en la letra de Urquijo resuenan alguno de los versos de 'Carmelita', que tratan de un yonqui que circula por Los Ángeles en busca de su dosis mientras se lamenta por la vida perra a la que le ha condenado su adicción. Su estribillo traducido dice así: "Carmelita abrázame más fuerte. / Creo que me estoy hundiendo / y estoy colgado con la heroína / en las afueras de la ciudad".
En 'Agárrate a mí, María' el protagonista también está en una situación límite, incluso perseguido por haber incumplido un trato que no se especifica. Aunque no se habla directamente de ninguna sustancia, hay promesas de cambio que se vuelven mentiras y un volver a estar 'como antes colgado' que no deja muchas dudas. En ese momento de cuelgue hay además arrepentimiento y un retorno en busca del amor, como refugio que protege del frío, de la ansiedad que no nos deja dormir, del miedo y del desamparo. Lo interesante es que después del estribillo, en una segunda estrofa, el protagonista asume su destino de fugitivo irrecuperable y, antes de conciliar el sueño, le anuncia a su amor que mañana se habrá ido y que, probablemente, no suceda nada, pero que si no vuelve a verla espera que olvide el sufrimiento que le hizo pasar. Su baja autoestima y su complejo de culpa le llevan todavía a rematar el ruego con el deseo de que si muere no sea recordado por nadie.
Para cualquier oyente estamos ante una historia de amor, en el que la mujer sirve de refugio al fugitivo metido en problemas y en el que la música tex-mex pone un fondo de western fronterizo. Al conocer el dato de que María es la hija del cantante, la intensidad emocional se multiplica y el detalle biográfico nos permite entender la conciencia de culpa que cargan las palabras del padre por seguir enredado en una vida difícilmente compatible con la crianza.
Según su biógrafo, fue compuesta en enero de 1996, cuando María tenía dieciocho meses; la edad en la que los bebés aprenden a dar besos, a mostrar intencionadamente el cariño. La elección del verbo agarrar resulta con todo más certera que abrazar o besar, y subraya el vínculo con más fuerza en relación a un padre que se presenta colgado y sin tener adónde ir: le pide a la hija que se agarre fuerte, pero el desvalido que está en caída libre es él. La hija se convierte en el sostén del padre, en el motivo principal para seguir viviendo: "Agárrate fuerte a mí, María, / agárrate fuerte a mí, / que esta noche es la más fría / y no consigo dormir. // Agárrate fuerte a mí, María, / agárrate fuerte a mí, / que tengo miedo / y no tengo donde ir".
Enrique Urquijo murió casi tres años después de haberla escrito y, sin embargo, por su tema y por ser además su última gran composición, ha quedado en la memoria como su carta de despedida.
Vídeo de Agárrate a mí, María montado por un fan con fotos personales de Enrique Urquijo.
Este domingo 17 de noviembre se cumplen dos décadas y su hermano Álvaro, que ha mantenido vivo a 'Los Secretos' –consiguiendo, por cierto, que sea junto a 'Alaska' el grupo más longevo de la Movida–, celebra con Miguel Ríos, Amaral, Mikel Erentxun o Andrés Suárez entre otros, un gran concierto de homenaje a la memoria de Enrique Urquijo en el que sonarán estas cuatro canciones. En un primer momento se anunció que los beneficios del concierto irían "destinados a la creación de la Fundación Enrique Urquijo que será presidida por su hija María"; más tarde la organización informó de que finalmente irá a parar a las ONG Cirugía en Turkana y CRIS contra el Cáncer. De María, una mujer ya de veinticinco años, se sabe que ejerce de diseñadora de moda con su marca 'Simun' por ser el acrónimo de las iniciales de su nombre y apellidos, y el sí inicial por el carácter afirmativo que la impulsa y anima a realizarse. En su perfil de Instagram se ven sus prendas vestidas por Rosalía, Mala Rodríguez, Aitana, Bad Gyal o la Zowi y también se aprecia el gran parecido físico de María con su padre.