Cada vez que la cantante aparece en sujetador, se besa con un veinteañero o lanza canciones sobre bailar en una discoteca está rompiendo un convencionalismo que nos afecta a todos: que pasados los cincuenta ya no puedes hacer las mismas cosas que te divertían antes.
"¡Cálmese, abuela!", dice el titular en letras gigantes sobre una foto de Madonna en sujetador negro. Y la entradilla reza lo siguiente: "¿Realmente puede Madonna sorprendernos ya?". El titular pertenece a la revista británica Smash Hits. La foto es de su gira 'Girlie Show'. Estamos en el año 93. Madonna tenía 35 años.
Repitamos: la primera vez que llamaron a Madonna "abuela", la cantante tenía 35 años.
O sea, la edad de Sara Carbonero, la de Katy Perry, la de Scarlett Johansson, la de Fernando Torres, la de Mark Zuckerberg. Treinta y cinco años y PUM: "cálmese a-bue-la". ¿Qué hizo que Madonna molestase tanto?
Bueno, llevaba unos cuantos años hablando abiertamente de sexualidad, de fantasías femeninas y de libertad de elección. Su videoclip 'Justify my love' había sido censurado y relegado a la emisión nocturna, su libro 'Sex' se había convertido en un escándalo por mostrar a una cantante de pop desnuda expresando sus deseos y fantasías y su disco 'Erotica' se consideró su primer fracaso (un fracaso que vendió cinco millones, ya quisieran muchos) por hablar, en canciones adultas, de sexo, miedo, sida, violencia y dominación.
Hoy puede parecer de locos, pero por aquel entonces, a principios de los noventa, una mujer de 35 años en sujetador expresando sus fantasías no era algo que se aceptase de buen grado. "¿Y Sharon Stone en 'Instinto Básico'?", pensarán los que tengan buena memoria audiovisual. Sí, claro, Sharon Stone en 'Instinto Básico' (y antes que ella, muchas villanas de thriller erótico e intrigas policíacas) eran deseadas y veneradas por el público, pero a la vez eran personajes de ficción y, además, las malas. Todas esas mujeres de ficción solían acabar muertas o encarceladas.
Madonna fue la mala. ¿Qué hizo que hoy ninguna de esas mujeres que hemos nombrado, como Katy Perry o Scarlett Johansson, levanten la más mínima suspicacia si aparecen actuando en sujetador, si hablan de sexo abiertamente o si expresan sus fantasías y ambigüedades? Pues que Madonna lo hizo antes que ellas, se llevó todas las pedradas y abrió un camino.
Madonna ha tenido una hija, ha protagonizado 'Evita' con el respaldo de la crítica y se ha convertido en una figura mucho más agradable, más cómoda, en otra cosa. Durante una entrevista promocional en Alemania, la presentadora Heike Makatsch le pregunta: "¿Cree que ha abierto un camino?". "Tal vez las cosas no cambien por mí", responde Madonna, "pero tal vez abra un poco las mentes y la persona que vaya después de mí lo tenga un poco más fácil". "¿Hay artistas y músicos jóvenes que te hayan dado las gracias por eso?", insiste la presentadora. "No", responde Madonna ahogando una carcajada. "¿Y deberían?". "Sí", remata Madonna.
Este largo prólogo es necesario para entender la Madonna a la que nos enfrentamos hoy. Desde 1997 ha pasado por muchas más reencarnaciones: musa new age, pesadilla política de George Bush y musa disco a sus cuarenta y muchos. Su último gran éxito a nivel mundial podría considerarse '4 minutes', la canción en la que cantó a dueto con Justin Timberlake. Fue la última vez que a Madonna se la pinchaba a las principales emisoras de radiofórmula de los principales países del mundo. Tenía 49 años.
Desde entonces, Madonna no suena en la radio. Tampoco otras artistas de su generación. En 2015 hubo una considerable polémica cuando el periódico británico Daily Mail publicó las declaraciones de un trabajador de BBC Radio diciendo que Madonna era demasiado 'vieja' para sus oyentes. Madonna seguiría sonando en otra emisora de la casa: en una cuya audiencia era gente 'de 35 para arriba'. ¿Pero cuán peligroso es esto? ¿Cómo es posible que a partir de cierta edad la música ya no sea apta para todos los públicos?
Ese disco de Madonna que ya no querían pinchar ('Rebel Heart') tenía a los productores de moda (Diplo, Kanye West, SOPHIE) que sonaban insistentemente en la radiofórmula… pero solo si sus canciones las cantaban jóvenes. El mensaje era infame: los jóvenes, con los jóvenes. Los de de más de 50, al desván.
El año pasado Madonna cumplió los sesenta bajo el escrutinio de la prensa mundial, siempre dispuesta a poner su lupa para juzgar a un artista y en especial a una mujer (¿alguien ha visto noticias sobre las lorzas o arrugas de Bruce Springsteen, Leonard Cohen, Bono, Bryan Adams o Paul McCartney?).
Efectivamente, Madonna podría haberse plegado a eso que algunos entienden por 'normalidad'. Podría haber sacado discos de pop 'adulto' vestida con inspiradores y discretos diseños y seguir contando con una base de fans que la aplaudirán haga lo que haga porque se los ha ganado durante los casi 40 años que lleva en la industria. Sin embargo, dijo: 'no'. Optó por la reivindicación continua.
En 2012, a sus 54 años, se sacó un pecho mientras cantaba en Estambul
En 2015, a sus 57, enseñó el culo a los fotógrafos que le disparaban sus flashes en la alfombra roja de los Grammy. Ese mismo año también besó con lengua al rapero Drake (de 28 años entonces) sobre un escenario. Y también publicó una canción llamada 'Bitch, I'm Madonna' cuya letra decía: "La base golpea, me da ganas de quitarme el sujetador, vamos a beber y nadie va a pararnos, y vamos a besarnos con cualquiera que tengamos cerca". En 2019, con 60 años, publicó dos canciones de reaggeton con Maluma, la mayor estrella masculina del género. En una de ellas Madonna dice lo siguiente en español: "Quiero ser tu perra, también tu bebecita".
¿Significa esto que Madonna está reivindicando que con 60 años tengamos que ir por las discotecas diciendo a alguien "quiero ser tu perra"? Para nada. Solo está sentando un precedente importantísimo que dice que dejemos a un lado las imposiciones sociales sobre nuestra edad. Sobre lo que podemos hacer o no, sobre como podemos vestir o no.
A Madonna siempre le ha puesto en su sitio el tiempo. Si al principio solo vimos a una veinteañera pizpireta revolcándose por un escenario vestida de novia, luego nos dimos cuenta de que era una artista usando su posición para romper las rígidas normas de la instituciones. Si después solo vimos a una señora siempre en bragas hablando de sexo, luego nos dimos cuenta de que era una mujer reivindicando que las mujeres pueden expresar sus deseos, fantasías y placer como siempre lo habían hecho los hombres.
La Madonna a la que asistimos actualmente, esa mujer de 60 años que enseña de forma insistente los pechos y el trasero, que habla con palabrotas, que se viste de forma estrafalaria, que le chupa el dedo gordo del pie a Maluma en el videoclip de Medellin y que reivindica en sus canciones la fiesta, el placer y el sexo, es posiblemente la más revolucionaria de todas: está rompiendo algo mucho más profundo y antiguo que un tabú sexual.
Esta vez está desafiando al tiempo, a las absurdas normas sobre lo que podemos o no podemos hacer pasados los cincuenta o los sesenta. Muy probablemente, cuando Miley Cyrus, Taylor Swift, Selena Gomez o Lady Gaga tengan 60 años será absolutamente normal que puedan expresar su sexualidad, sus ganas de bailar y su energía sin que a nadie le sorprenda. Entonces se acordarán de Madonna, aquella mujer que recibió titulares como "Madonna, la de las tetas grandes a los 56" en el tabloide The Sun. Madonna, aquella mujer a la que llamaron loca por demostrar que después de los 50 había mucho más: mucho más que reivindicar y mucho de lo que disfrutar.
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