Es cantaor, pero, por encima de todo, un artista sensible y curioso. Por eso, 'Diverso', su último trabajo es el que quizá representa más fielmente su trayectoria. Concebido como un viaje musical en el que hay sones ajenos al flamenco, guiños a Serrat y la colaboración con Omara Portuondo, el disco también es un homenaje a la diversidad. Uppers habla con el artista en una agotadora jornada de promoción que no parece afectarle. Se ve que está a gusto consigo mismo y que no le importa emocionarse cuando habla de su hijo.
¿Qué es para ti la música?
Sin duda para mí la música es mi bálsamo, mi psicólogo... mi todo. ¿Qué hubiera sido de mí sin la música? Me ha salvado de cuestiones importantes y ha sido mi guía de escape para lanzar mi dolor o mi alegría. La música, y sobre todo el flamenco, que es una música intensa, te permite expresarte. Con 'Diverso', mi último disco, más todavía porque hay más colores con los que me he podido expresar cómo me siento.
¿Qué color tiene para ti el flamenco?
Para el mí el flamenco tiene todos los colores. A pesar de que mucha gente cree que el flamenco es una música que solo es tragedia, dolor y pena, el flamenco es diversidad porque tiene influencias arabescas, griegas, gitanas y andaluzas, y, además, tiene muchas formas de expresión, desde la pena más trágica elevada a la máxima potencia, pero también la alegría, el festejo, la gracia, la picaresca, la melancolía, los cantes de trabajo, como son los cantes de La Unión, los cantes de la mina o cantar al padre, a la madre y a la familia, esa belleza de la poesía popular... Para mí el flamenco tiene todos los colores.
¿Y la ranchera y el tango, todas esas otras músicas que te enamoran?
La ranchera, el tango y la música brasileña tienen los colores de sus banderas. La de México, por ejemplo, es una explosión de color. Son, en definitiva, colores que me seducen para abrir la paleta de mi música. El rojo, el amarillo, el verde... Ahí hay una mezcla y una diversidad a la que acudo para disfrutarla, incluso cantarla.
¿Por qué has elegido para tu último disco el título de 'Diverso'?
Con 'Diverso' quiero decir eso: que soy un tío que puede ser muchas cosas. Algunos me dirán que si hago muchas cosas no seré bueno en todas. No se trata de ser bueno, pero sí me he impregnado de la diversidad. Me he criado en un barrio de andaluces en Cataluña, crecí en una Barcelona multicultural, donde tuve acceso al teatro, al cine, a la literatura y a una cultura distinta a la que conocía en Badalona con los discos de mi padre, que eran los de Pink Floyd, Alan Parsons y The Police, y los discos de mi madre, que podían ir de Bambino, María Jiménez y Juan Villar a Adamo, Moncho o Rocío Dúrcal con sus rancheras o Marifé de Triana. De todo eso me he ido impregnando y soy incapaz de quedarme en una sola cosa. Soy cantaor, por supuesto, pero todas esas influencias tienen que salir por algún lado.
Antes de este disco, ¿cómo expresabas toda esa diversidad musical?
En mis conciertos canto a Federico, canto copla y canto canción de autor sin dejar de ser yo. Y sin miedo a que me puedan decir que soy menos flamenco por cantar otras cosas.
Esta defensa de la diversidad te hace ser tolerante, ¿crees que los artistas debéis posicionaros en un mundo en crisis?
Los artistas y la humanidad entera, pero los mandatarios no se ponen de acuerdo. Y son quienes tienen el poder de hacer cambios, la obligación y el deber. Ha habido una cumbre mundial sobre el cambio climático y creo que se ha conseguido poco. Si no ponemos solución ya, sin ser tremendista ni trágico, nos puede pasar una factura terrible que ya estamos notando. Si sentimos amor hacia nuestro planeta y hacia las generaciones que vienen después, tenemos el deber moral de reivindicar que tenemos que cuidar nuestra casa.
¿Eres el Miguel Poveda que habías pensado a los 20?
No soy el Miguel Poveda que había pensado a los 20. Soy mejor. A los 20 uno tiene muchos pajaritos en la cabeza y sueños que son distintos, más superficiales, más banales. A estas alturas, habiendo viajado y con una actitud de aprendizaje, tu cabeza ha tomado conciencia de que la vida, también el arte, es otra cosa. Soy mucho mejor de lo que pensaba porque me conformo con menos de lo que ambicionaba.
¿Qué le dirías a ese chaval que empezó a cantar?
Le diría que el tiempo pasa volando. Y que ha estado bien aprovechar el tiempo saliendo a las calles, compartiendo con gente, metiéndose en todos los 'bujíos', con todo el mundo porque ha sido un aprendizaje, una manera de aprender cosas nuevas y tenía mucha curiosidad, pero le hubiese quitado nocturnidad algunas veces y quizá habría aprendido a tocar algún instrumento. Es algo de lo que me arrepiento siempre. Tuve la oportunidad de aprender solfeo, me regalaron una guitarra, pero yo quería estar con la gente en la calle, en los bares. Me juntaba con la gente del tango o del jazz, y esa nocturnidad hacía que me levantase muy tarde y no fuera a clases de nada. Le reñiría un poquito en ese aspecto.
Ahora, con tu hijo, tienes la posibilidad de educar. ¿Cómo te ha cambiado la paternidad?
Para bien. Es indescriptible. No te podría expresar con palabras cuánto. Siempre que me preguntan siento que me quedo corto. Es la conexión con la verdad más absoluta. Te da un golpe de realidad y te regala estar al lado de la pureza, de alguien que no tiene prejuicios, que no tiene maldad, que ve el mundo desde un lado tan hermoso que te conviertes también en niño. No puedo seguir porque me emociono... Vamos, lo mejor del mundo.
¿Qué hijo le quieres dejar al mundo?
A este mundo me gustaría dejarle un hijo lleno de valores, de compromiso y de cierto activismo, en el mejor sentido de la palabra. No una persona inerte, alguien que mueva cimientos de algo, que busque la mejora del planeta.
¿Cómo te ves a los 80?
Me asusta, soy coqueto y no me quiero ver mayor, mermado de facultades. No por nada, sino porque tengo una vocación tan bestia que quiero tener toda la energía para estar en el escenario.
Eres un hombre atractivo, se ve que te cuidas por fuera. ¿Te cuidas también por dentro?
Soy coqueto, pero también soy vago y perezoso. Quizá porque no quiero ser esclavo de nada. No quiero ser esclavo de una imagen... Estar siempre impoluto a mí me da mucha pereza, aunque reconozco que da sus resultados, la gente te ve mejor y está muy bien, pero lo justito para no obsesionarme y para sentirme cuidado. Pero lo que más me trabajo, desde hace dos años para acá, es mi interior. Sobre todo desde que fui padre.
¿Influyó la pandemia?
Íbamos a mucha velocidad y el planeta, de repente, nos paró a todos. Mi cabeza empezó a funcionar de una manera mucho más pausada, empecé a ponerme a mí por delante, que es una cosa que no había hecho nunca, jamás. Ahora, por delante va mi hijo, pero después voy yo. Y cuando empiezas a quererte un poquito es maravilloso.