Cumpleaños marchosos, reuniones bailongas o despedidas del año no serían lo mismo sin canciones míticas como Eloise o Champú de huevo de Tino Casal. El 22 de septiembre de 1991 un accidente de coche puso fin a este icono transgresor de la Movida y del pop español de los ochenta. Han pasado treinta años y en Uppers hemos querido recordar quién fue Tino Casal, aunque cualquier homenaje se queda corto.
Aprovechamos también para repasar su carrera y su forma tan distinta de ver las cosas. Además, en la prensa se han ido publicando detalles de cómo murió Tino Casal con la intención de aclarar algunas de las circunstancias del fatídico suceso.
La noche del accidente llovía. El Opel Corsa chocó contra una farola en la carretera de Castilla de Madrid. A Tino Casal, que iba de copiloto y sin cinturón de seguridad, una costilla le atravesó el corazón. Aunque fue atendido in situ por los sanitarios murió en el helicóptero que lo estaba trasladando al hospital. Tenía 41 años. De las cuatro personas que viajaban en el coche fue la única víctima mortal.
Uno de los pasajeros era Antonio Villa-Toro, un pintor cordobés y amigo inseparable de Tino. En un artículo de El País, relata cómo salió a cenar con él y otras dos personas. Después estuvieron en una discoteca de moda y decidieron ir a un estudio de grabación de Pozuelo, pero antes recogieron un equipo de micrófonos en casa de Tino. Fue de camino al estudio cuando sucedió el accidente hacia las 6:30 de la madrugada. La lluvia y el barro provocaron que el coche se deslizara y chocaron.
Sus amigos y compañeros de trabajo insisten en que a Tino Casal le gustaba salir y llevar un horario más nocturno, pero también se juntaba con artistas, pintaba y diseñaba sin parar. Aseguran que no era un drogadicto, como en alguna ocasión se ha publicado. En cuanto al momento del accidente, Antonio Villa-Toro afirma que no iban borrachos.
José Celestino Casal, tal como le conocían en casa, nació en 1950 en el pueblo asturiano de Tudela Veguín. Reconoció en una entrevista que mientras otros niños daban patadas a un balón él tenía su cabeza puesta en Sara Montiel. A los 13 años, en 1963, ya formaba parte de un grupo de rock, Zafiros Negros, y al poco se unió a la banda asturiana Los Archiduques con la que grabó una de sus canciones más conocidas, Lamento de gaitas.
Para Tino Casal, David Bowie era su ejemplo a seguir y Londres la ciudad de sus sueños. Cuando por fin consiguió viajar a esta asombrosa urbe, tan diferente a las españolas, el cambio fue radical. Junto a su novia Pepa Ojanguren vivió en directo las propuestas estéticas y musicales londinenses principalmente las de los new romantics Ella era diseñadora de vestuario de teatro y ópera y duraron toda la década de los setenta. Así es como a su vuelta a nuestro país creo un personaje que no dejaba indiferente a nadie y le acompañaría siempre.
En la calle, en las discotecas, en los pubs y las puestas en escena en los platós o en los conciertos, Tino Casal era una estrella en su máxima expresión que creaba expectación. El peinado, la barba, el maquillaje, la ropa y el vestuario, que además tuneaba, los complementos y hasta armaduras… todo siempre era excesivo pero alucinante. De esta forma jugaba con la ambigüedad de género lo que aún llamaba más la atención. Entonces solo existía la televisión con un par de canales o la radio, con lo cual, cuando era entrevistado o cantaba en directo prácticamente le veía o le escuchaba toda España.
En 1977, con una voz espectacular, empezó a trabajar para la discográfica Philips. Un año después quedó segundo en el Festival de Benidorm con Emborráchate y sedujo a todo el público. Sin embargo, pretendían que se dedicara a la canción melódica, pero ni mucho menos era lo que él perseguía. Tras romper con la compañía se dedicó a pintar y además se le daba muy bien. Durante el resto de su carrera compaginó la pintura con la música. Es más, cuentan que cuando volvía de sus salidas nocturnas se concentraba en sus pinceles hasta que se hacía de día.
Era un asturiano imparable así que inició una serie de colaboraciones con artistas como Antonio Flores, para el que hizo los coros de la canción Pongamos que hablo de Madrid. También produjo los dos primeros discos del grupo Obús y finalmente empezó a trabajar con la discográfica EMI. Fue entonces cuando llegó en 1981 su álbum Neocasal, donde se unieron el glam rock de los setenta con los new romantics. De este disco sobre todo se hizo famosa la canción Champú de huevo, que hacía honor a su amigo Fabio McNamara.
Su segundo disco, Etiqueta negra, confirmó su estilo tan distinto y su éxito. El single Embrujada en todas las discotecas y no paraba de sonar en la radio. Presentó su siguiente álbum en 1984, Hielo rojo, y el tema Hielo rojoPánico en el Edén
Su carrera musical se paralizó en 1985 cuando se hizo un esguince de tobillo en un concierto y aunque le recomendaron reposo él siguió adelante con sus compromisos para lo que tuvo que automedicarse. La consecuencia fue una necrosis de la cabeza del fémur y hasta cinco operaciones que le mantuvieron meses en el hospital y tres años en una silla de ruedas. En aquel momento, algunos medios llegaron a especular con su salud en todos los aspectos. Aquello casi acaba con el artista.
El renacimiento de Tino Casal llegó con la canción Eloise Una de sus versiones costó tres millones de pesetas de entonces porque se grabó en los estudios Abbey Road de Londres con la colaboración de la London Philarmonic Orchestra. Este temazo inolvidable se incluyó en el álbum Lágrimas de cocodrilo
Con 40 años lanzó su último disco, pero la elección del tema Histeria El público y las modas estaban cambiando y la acogida no fue la esperada. No obstante, para 1992 había sido seleccionado como protagonista del musical El fantasma de la ópera e iba a grabar en Tokio un disco que se presentaría internacionalmente.
Mientras, se estaba dedicando a la pintura. Del 25 de abril al 15 de mayo de 1991, la Sala de Arte Moncloa mostró por primera y única vez sus cuadros en una exposición que llamó Pinturas de Guerra Unos meses después, en septiembre, el accidente puso fin a todos esos sueños y proyectos.
Tras su muerte el público le fue olvidando y muchos de sus cuadros desaparecieron. Dos décadas después nuevas generaciones empezaron a valorar y a volver a reconocer su trabajo.
En 2020 salió a la venta Origen del que no había hablado a nadie. Lo grabó en 1977 en Turín, Italia, pero Pablo Lacárcel, especializado en investigar el patrimonio musical español, lo localizó en Warner Brasil y lo editó en su discográfica, Lemuria.
Tino estuvo grabando para una compañía italiana la versión en castellano de la canción Volerai, Voleró y probablemente aprovechó la ocasión para grabar más temas. Esa empresa italiana quebró y sus responsables se marcharon a São Paulo hasta que Warner Brasil compró su catálogo. Cuando Lacárcel recibió las cintas estaban en muy malas condiciones, pero una vez recuperadas se muestra a un Tino Casal en sus inicios en pleno proceso de búsqueda de su estilo.
Cualquier oportunidad es buena para hablar de este artista cuyo trabajo e imagen supuso un adelanto a su tiempo. Tino Casal sabía como nadie crear expectación, siempre a la vanguardia y en constante innovación.