Un buen refresco cuando estás en una terraza y el día está bueno sabe a gloria, sobre todo si quieres huir de tomarte algo con alcohol, como una cerveza. El consumo de refrescos en España es alto, unos 40 litros por persona al año, que debería controlarse más, sobre todo en niños, por su alto contenido en azúcar. Sin embargo, uno de vez en cuando no hace daño a nadie, pero te habrás percatado de que tu refresco de cola, de naranja o de limón no siempre sabe igual. ¿Por qué? Pues el recipiente en el que viene está la clave.
No será la primera vez que alguien, puede que incluso tú mismo, prefiera tomarse una Coca Cola de botella de cristal o de lata antes que de una botella de plástico. ¿La excusa? Sabe mucho mejor en los primeros. Y es cierto, el gusto cambia, lo habrás percibido en más de una ocasión en un paladar.
La mayoría de las personas prefieren beberse cualquier refresco de una botella de cristal porque el sabor es mucho mejor. La clave se encuentra en el vidrio, que es un material inodoro que no tiene sabor, por lo que permite mantener el sabor original de su contenido al no interactuar con él, manteniéndolo totalmente neutro y fiel al sabor que el fabricante quiere que llegue al consumidor.
Además, el cristal es el favorito de muchos porque se trata del material más hermético que impide la entrada de aire, por lo que mantiene mejor las burbujas de los refrescos, especialmente sobre las de plástico.
En cambio, cuando el refresco que tenemos en casa viene en una botella de plástico probablemente no te guste tanto, incluso al paladar te sea aún más dulce de lo que ya es de por sí el refresco. Esto se debe a que los envases de plástico cuentan con un químico denominado etanal o acetaldehído que tiene un sabor que tiende a lo afrutado, haciendo que el refresco sea más dulce de lo normal.
¿Y qué pasa con las latas? Hay quien las prefiere y quien ni quiere probarlas, porque también interfiere en su sabor, pues el polímero de su material absorbe parte del dulzor de los refrescos y su metal, que tiene sabor, puede llegar a transferirse al contenido y cambiar por completo el sabor original del producto.