Un billete antiguo es mucho más que un simple trozo de papel. Es un fragmento de la historia, la cultura y la economía de un país, y tiene un importante valor no solo sentimental sino también monetario. En otras palabras, poseer uno que sea especialmente difícil de conseguir y esté conservado en buen estado puede valer mucho dinero. En ese sentido, el más cotizado en España es uno de la época franquista que puede llegar a alcanzar hasta los 20.000 euros en el mercado de subastas.
Durante el régimen de Franco, que abarcó desde 1939 hasta 1975, las monedas de pesetas se convirtieron en una expresión tangible del poder del dictador. Sus diseños reflejaban la visión política y la identidad nacionalista del régimen, de modo que siempre tenían como protagonista el rostro del Generalísimo. Sin embargo, los billetes no se regían bajo esta norma y evocaban temáticas diferentes.
Los primeros que se emitieron evocaban imágenes de la España Imperial, del descubrimiento de América, de los Reyes Católicos y de los dos primeros reyes de la casa de Austria. Ya en los años 40 se dio paso a personalidades destacadas de la vida cultural o de la historia española, en el anverso, mientras que en el reverso aparecían motivos o acontecimientos relacionados con dicha persona. Así, en los billetes aparecían pintores como Murillo, Goya, Sorolla o Bayeu; escritores como Menéndez Pelayo, Bécquer o Rosalía de Castro; y políticos como Santillán, Flórez Estrada o Echegaray.
Los billetes del periodo franquista son especialmente cotizados debido a su limitada disponibilidad. Muchos fueron retirados de circulación o destruidos a lo largo del tiempo, por lo que son muy difíciles de conseguir. Pero además hay otra serie de factores que pueden engordar o desinflar lo que se pague por ellos: la textura y el estado del papel; que formen parte de tiradas especiales o que tengan algún tipo de error o anomalía.
Entre los billetes más deseados destaca uno de 100 pesetas emitido en 1938 cuyo diseño se caracteriza por presentar la figura de la Dama de Elche. En una subasta se ha llegado a pagar un promedio de entre 15.000 y 20.000 euros por él.
Su historia se remonta al 1 de julio de 1937, en plena Guerra Civil Española. Sin embargo, este tesoro fue confiscado por el bando franquista y nunca llegó a ponerse en circulación, por lo que son muy pocos los que se pueden encontrar.
La Segunda República encargó al impresor inglés Thomas de la Rue el diseño y elaboración del billete con el rostro del busto ibérico. Según consta en la documentación del Banco de España, el pedido inicial fue de 20 millones de ejemplares, aunque a Barcelona, que es donde se trasladó entonces el Gobierno democrático, sólo llegaron 500.000.
Así se explica la fecha que aparece en el billete, la del 11 de marzo de 1938, y su ubicación, Barcelona. Aunque por entonces Madrid, lugar natural del Banco de España, todavía no había caído en manos del Bando Nacional. Cuando las tropas de Franco entraron en la capital pocos meses después, en enero de 1939, se encargaron de que estos billetes nunca se pusieran en circulación, al confiscarlos y destruirlos.
No fue hasta la muerte del dictador y la llegada de la democracia que empezaron a aparecer ejemplares misteriosamente recuperados. Y en los últimos años se han sucedido las subastas en las que se han pagado por algún ejemplar verdaderas fortunas.
Otro billete por el que se ofrecen altas cantidades es el de 1.000 pesetas, que presenta la imagen del Alcázar de Toledo y que fue emitido en el año 1936. Siguen en la lista: los billetes de 500 pesetas con la Catedral de Santiago emitido en 1938, el de 500 pesetas emitido en 1943 con la imagen del Cardenal Cisneros, y el ejemplar de 100 pesetas de 1970 que presenta la imagen del compositor Manuel de Falla. Este billete, que no sería nada descabellado encontrar en el cajón del abuelo, tiene un valor en el mercado que puede ir desde los 1.200 hasta los 4.500 euros.