Los países del G-20 aprobaron la reforma del sistema fiscal internacional para establecer un mínimo del 15% en el Impuesto de Sociedades a nivel global en julio pasado. En un principio, Irlanda no suscribió este compromiso. Pero recientemente ha cambiado su tasa impositiva del 12,5% al 15%. En Uppers nos preguntamos por qué Irlanda ha dejado de ser un paraíso fiscal.
No quería unirse al acuerdo, que antes de julio ya habían firmado los 130 países de la OCDE, porque necesitaba garantías de que esas tasas no se iban a elevar aún más. Pero al final se ha unido a los objetivos impositivos. ¿Cuáles son los motivos que han provocado el cambio? ¿Por qué Irlanda es uno de los damnificados por el impuesto global de sociedades?
En el mundo, la tasa media del impuesto de sociedades es del 23,85%. En Irlanda, desde hace 18 años era del 12,5%, lo que atrajo a las grandes compañías de tecnología como Google o Facebook para extender desde Dublín sus redes en toda Europa. Es lógico que, durante años, tanto el Reino Unido como la UE estuvieran presionando a Irlanda porque consideraban que esa ventaja competitiva era injusta.
En realidad, las lagunas fiscales provocaron que estas multinacionales estuvieran pagando entre el 1% y el 2% de impuestos de lo ingresado. Por ejemplo, en 2014 Apple llegó a pagar hasta un 0,005% y Google un porcentaje similar.
En la toma de la decisión de las compañías para implantarse en Irlanda, además de estas tasas fiscales tan ínfimas, influyó que el país forma parte de la Unión Europea, el inglés como lengua oficial, una fuerza laboral universitaria, la zona horaria GMT y unas condiciones comerciales favorables.
El resultado: cerca de mil multinacionales tecnológicas, financieras y farmacéuticas operando desde Irlanda gracias a la política fiscal corporativa: Pfizer, Intel, Yahoo, LinkedIn, TikTok, IBM, Twitter… Es más, sólo 100 empresas representaban casi el 80% de los ingresos fiscales en la economía irlandesa. En 2020, diez de ellas supusieron el 56% de los ingresos fiscales de sociedades y un 32% de todos los puestos de trabajo dependían de las multinacionales.
No obstante, los expertos en fiscalidad internacional aseguran que el verdadero reclamo era el llamado "doble irlandés", una laguna fiscal que permitía crear dos empresas diferentes. Una era la sede, propietaria de los derechos internacionales de la propiedad intelectual, que se abría en un paraíso fiscal. Otra, una segunda con sede en Irlanda, desde la que se vendía a todo el mundo y pagaba por esos derechos a la primera. Tras infinidad de quejas, en 2015 hubo una ofensiva global que logró eliminar esta estrategia del “doble irlandés”.
En 2023 entrarán en vigor los nuevos acuerdos y afectarán a aquellas compañías que ganen más de 750 millones de euros al año en todo el mundo. El Gobierno de Irlanda ha estimado que el precio que va a pagar debido al cambio de fiscalidad oscila entre los 800 y los 2.000 millones de euros anuales. También apunta que no espera un éxodo masivo de multinacionales. Según los análisis realizados por el Consejo Asesor Fiscal de Irlanda, si la mitad de estas empresas se reubicaran fuera del país, su índice de endeudamiento sería siete puntos porcentuales más alto para 2025.
Además, destacan que las multinacionales ya se reorganizaron cuando se eliminaron las posibilidades de evasión fiscal entre 2015 y 2020. Por el momento, ninguna tecnológica se ha ido de Irlanda, aunque tampoco hay otro gran paraíso fiscal que les sea de la misma utilidad. El G20 les acecha porque su objetivo es claro: evitar que las grandes firmas paguen unos impuestos increíblemente mínimos en relación a sus ingresos.