Cuando una pareja se separa definitivamente se supone que deben solucionar los asuntos económicos que tenían en común y uno de ellos es el testamento. Los expertos en la materia aconsejar revisar estas últimas voluntades de forma individual y desde Uppers nos preguntamos por qué es importante hacer testamento tras un divorcio.
Según los abogados, si uno de los cónyuges muere y nunca dejó por escrito sus intenciones en un testamento durante el matrimonio, pero la pareja ya se había divorciado, el otro cónyuge que le sobrevive no es ni su heredero forzoso ni concurrirá a la herencia. Ésta se adjudicará entre los herederos por orden de parentesco, tal como determine la ley.
En cambio, si durante ese matrimonio sí se realizó el testamento lo más habitual es que cada miembro de la pareja designara al otro como su heredero. El problema surge al llegar el divorcio y no reescribir en consecuencia esas últimas voluntades ya que “pueden surgir dudas acerca de la posible interpretación de la cláusula testamentaria establecida a favor del excónyuge”. Se supone que ante un divorcio cambian las circunstancias y cada integrante del exmatrimonio ya no testaría en favor de su cónyuge.
Por tanto, los expertos recomiendan que ante un divorcio se haga testamento o se modifique el existente sobre todo si se tienen hijos para hacer constar que son ellos los herederos únicos. Igualmente debe modificarse aun sin hijos para no entrar en disputa con los familiares herederos del fallecido. De todos modos, según los abogados siempre hay que hacer testamento tras una separación o un divorcio, por primera vez o si ya existía, aunque no incluyera al cónyuge como beneficiario.
Sin embargo, el mayor de los problemas es cuando hay hijos menores, llega el divorcio o la separación y después uno de los progenitores fallece. A partir de ese momento es el otro progenitor quien asume la administración de la herencia de esos hijos y por tanto quien gestiona el importe de la indemnización recibida por el fallecimiento de su excónyuge si es que la hubiera. El quid de la cuestión es que se convierte en administrador a cargo del patrimonio de los menores con lo cual puede hacer uso y disfrute de todos los bienes. Si hay dinero en efectivo, por ejemplo, lo lógico sería guardarlo hasta que cumplan la mayoría de edad, pero también tiene potestad para gastarlo en su cuidado sin la necesidad de dar detalles de en qué y cómo lo emplea concretamente.
Por otro lado, cabe la posibilidad de que el excónyuge haya dejado una vivienda a sus hijos menores. Sin embargo, el otro progenitor, aun estando ya divorciado del fallecido, tiene derecho a alquilarla y a gestionar el ingreso resultante o mismamente a vivir en ella. De igual forma cabe la posibilidad de que venda esa propiedad, la herencia de sus hijos, y ante un juez alegar que necesita el dinero para su manutención. Cualquier bien que tuviera el fallecido correrá la misma suerte, ya sea un coche, terrenos, joyas…
Lo normal es que si hubo un divorcio es que cada cónyuge no quiera que el contrario administre su patrimonio en caso de su fallecimiento. De esta forma, el testamento tras el divorcio sentará las bases sobre todo en favor de los hijos. Cabe la posibilidad de nombrar un tutor de los menores ante una supuesta muerte; determinar un administrador de los bienes hasta la mayoría de edad de los hijos o incluso alargar esa fecha; o nombrar un albacea o contador partidor. El albacea es quien va a cuidar como depositario y mantener adecuadamente los bienes de la herencia hasta que se reparta o adjudique y el contador partidor se encargará de repartir y adjudicar el patrimonio según la voluntad del que ha hecho testamento.
En definitiva, lo que se pretende es que esa persona de la que se divorció en su día no ejerza ningún poder sobre los bienes del fallecido. Incluso en el testamento conviene dejar constancia de que la voluntad del fallecido es que los menores sigan teniendo contacto con su familia y fijar un régimen de visitas mínimo.