Si hace poco nos referíamos al fenómeno de la 'dimisión silenciosa' o 'quiet quitting', una actitud laboral consistente en hacer lo justo y necesario para no ser despedidos y priorizar la vida personal fuera de la oficina, ahora en Estados Unidos se está identificando una corriente opuesta, quizás surgida como reacción de los jefes a esa filosofía de trabajo: los 'despidos silenciosos' o 'quiet firing'.
En realidad no se trata de despedir a un trabajador, sino de hacer todo lo posible para provocar su dimisión, por medios sutiles o no tanto. ¿De qué hablamos exactamente? De técnicas como no conceder aumentos de sueldo ni promociones, o dárselos a otros empleados basándose en argumentos aleatorios o poco claros, no proporcionar recursos o herramientas para desempeñar el trabajo, hacer comentarios de rendimiento confusos, o exigir cosas que perjudican a ciertos empleados de forma arbitraria, como imponer turnos de teletrabajo.
El objetivo es frustrar al empleado, no ofrecerle ninguna oportunidad de desarrollo o de crecimiento y convertir su día a día en una pesadilla, al mismo tiempo que se señala con muy poco disimulo la puerta de salida. Si no te gusta lo que hay, puedes irte.
Hablamos de términos nuevos para definir actitudes de toda la vida. Porque si el 'quiet quitting' es simplemente una nueva denominación del clásico rechazo al modelo cultural de vivir para trabajar, el 'quiet firing' no deja de ser otra manera de definir una forma de el acoso o maltrato laboral. Sin embargo, Ella Washington , psicóloga organizacional y consultora de diversidad, apunta en Bloomberg otra posible causa para esta corriente.
Según la experta, muchos 'despidos silenciosos' ocurren porque los jefes no tienen claro lo que se espera de ellos en términos de alimentar el 'feedback' y construir relaciones con los miembros de su equipo. Sencillamente se desentienden de motivar o preocuparse por el desarrollo de sus empleados porque no lo consideran una de sus funciones y ni siquiera son conscientes del efecto que provocan.
Mientras que algunas personas pueden prosperar bajo ese modelo de no intervención, otras pueden sentirse fracasada. Una investigación reciente de la consultora McKinsey & Co. concluyó que la falta de oportunidades para el desarrollo y el avance profesional es la principal razón por la que las personas renuncian a sus trabajos, seguida de cerca por los líderes indiferentes y poco inspiradores. “Si bien en el pasado un salario atractivo podía mantener a las personas en un trabajo a pesar de sufrir a un mal jefe, eso es mucho menos cierto ahora que antes de la pandemia”, añadieron los autores del informe.
Las mujeres y las personas de color tienden a correr un riesgo aún mayor de ser víctimas del 'quiet firing', ya que a menudo están subrepresentadas en los roles de liderazgo y tienden a recibir menos apoyo de los directivos. La realidad es que, tenga buenas intenciones o no, un mal jefe puede destruir la moral y el compromiso de sus empleados, dejando escapar a grandes talentos que sencillamente no han tenido la oportunidad ni el apoyo para desplegar todo su potencial.