Con la llegada del verano y las temperaturas insoportables se hace muy cuesta arriba mantener la misma concentración en nuestro trabajo a las 5 de la tarde. Según algunos estudios, en esas circunstancias no trabajamos de la misma forma ni somos tan productivos como el resto del año. Por eso, hay empresas que apuestan por establecer la jornada laboral intensiva, lo que significa que el trabajador realiza su actividad de forma continuada, eliminando la pausa para comer de mitad de la jornada.
Normalmente la jornada intensiva implica un horario de 7 de la mañana a 2 de la tarde, o de 8 a 3, es decir que el número de horas se reduce de ocho a siete, aunque no existe una pauta generalizada. En realidad todo depende de la política de cada compañía y del convenio colectivo correspondiente, ya que este horario como tal no está recogido en el Estatuto de los Trabajadores.
En España, solo dos de cada diez trabajadores disfruta de jornada continua en verano, según una encuesta realizada en 2022 por InfoJobs. El informe de la plataforma de búsqueda de empleo añade que “las mujeres son las que más disfrutan de jornada intensiva específica en verano (un 22% frente al 20% de hombres) y, en general, las que están más a favor de la jornada intensiva”.
Sin embargo, las ventajas de este horario en los meses de verano son obvias. El trabajador puede optimizar su tiempo y la actividad laboral, lo que le permite cambiar su rutina, disfrutar más de su tiempo de ocio y recoger fuerzas de cara a septiembre. A continuación enumeramos varias de los beneficios que se obtienen de implantar la jornada intensiva en la empresa.
Más tiempo libre por la tarde supone mayor facilidad para conciliar el trabajo con la vida personal en una época en la que los niños no tienen colegio. Una mayor flexibilidad horaria nos permite hacer planes con los hijos o con nuestra pareja, o aprovechar para recargar las pilas para el resto del año.
Trabajar en una jornada intensiva es una motivación para todos los empleados. Están más contentos y realizan sus tareas de una manera más eficiente, ya que deben organizarse adecuadamente para cumplir con lo establecido. La sensación de felicidad permite afrontar el día con más optimismo y centrarse al 100% en las tareas. Asimismo, tener más tiempo libre que en el resto del año ayuda a reducir el estrés laboral.
Según algunos estudios, a partir de las ocho horas de trabajo la motivación decae y el rendimiento se resiente. Trabajar más horas no significa mejores resultados, sino todo lo contrario. Sin embargo, con la jornada intensiva se mantiene la fatiga a raya, algo que repercute de manera positiva en el estado de ánimo del empleado y en el funcionamiento de la propia empresa. Cuando se ajusta el horario a una jornada intensiva, nos organizamos mejor, se reducen las horas de permanencia en el trabajo y por tanto somos más productivos.
La reducción del tiempo que permanecemos en la oficina nos permite ahorrar en cierta medida ese presupuesto diario destinado al café de la pausa de la mañana o las comidas cuando no hay tiempo de preparar el táper. Pero el ahorro de costes no se queda ahí: también se minoran múltiples gastos como los energéticos, de combustible por transporte, de dietas por cheques de comedor, etc.
Como resultado de una jornada laboral intensiva, la empresa refleja una imagen de compromiso con sus empleados y demuestra que su bienestar es una prioridad para la empresa. Esto mejora su reputación y posibilita un mayor grado de fidelización de sus trabajadores. Al mismo tiempo, otros profesionales con talento se verán atraídos y querrán formar parte del equipo.