Que te guste el trabajo que haces para ganarte la vida es una cosa, pero que vivas casi exclusivamente para trabajar es otra muy distinta. Se define como 'workaholic' a aquel que ha convertido su actividad profesional en el centro de su existencia. Y no, no es bueno para la salud. El actor Idris Elba es el último ejemplo reconocido de adicción al trabajo. El intérprete de 51 años ha confesado que lleva un año acudiendo a terapia por su obsesión por mantenerse ocupado con todo tipo de proyectos: "Nada que sea demasiado extremo es bueno, todo necesita equilibrio". Pero, ¿cómo podemos identificar si también nosotros somos presa de esta adicción?
En nuestro país la tasa de adictos al trabajo superaba el 10% de la población activa antes de la pandemia. Hay muchas razones por las que se puede caer en esta patología, desde el elevado ritmo de vida actual a problemas en casa, pasando por el miedo a perder el trabajo, pero lo que es seguro es que enlazar jornadas maratonianas una tras otra tiene consecuencias. La OMS advierte de que trabajar 55 horas o más a la semana aumenta en un 35% el riesgo de presentar un accidente cerebrovascular. Por tanto, es conveniente disponer primero de las herramientas necesarias para detectar el 'workaholism' y después ser capaz de desintoxicarse. Aquí algunas pistas, surtidas por Infojobs, de que tú también eres un adicto al trabajo.
Si siempre tienes una tarea más importante que hacer antes que descansar o simplemente pasar tiempo libre con los tuyos, o si te cuesta encontrar un fin de semana libre para desconectar, lo más seguro es que seas un 'workaholic' de manual. Puede que creas que no es para tanto, pero esa clase de aislamiento es también una de las más claras formas de sociopatía que existen. Y, ojo, puede derivar en depresión.
Muchos directivos y profesionales viven hoy con una disponibilidad 24/7, casi sin vacaciones y con la posibilidad de trabajar desde cualquier parte y en cualquier momento. Vivir permanentemente pendiente del teléfono y de tener conexión a internet es un síntoma claro de que tienes un problema. Lo ideal sería poder dejar marcharse de la oficina dejando todo atado y disfrutar tranquilamente del tiempo libre.
Cuando tus obligaciones siempre están por encima de cualquier compromiso familiar o con las amistades puede ser también síntoma de un egocentrismo aplicado al trabajo que solo puede traerte problemas, con tus compañeros, con tu pareja y con tus seres queridos. Intentar destacar sobre los demás a toda costa también puede conducir a conflictos con tu equipo. De hecho, lo más normal es que no tengas muchos amigos en el trabajo. O que, como mucho, los consideres aliados.
La teoría te la sabes. Hay que confiar en el resto del equipo, repartir el trabajo para no sobrecargarte de tareas, pero a la hora de la verdad no confías en delegar. Incluso te saltas las comidas para poder hacerlo tú, echándote encima más niveles de ansiedad y estrés. Reconócelo, eres un adicto. Pero aprender a repartir responsabilidades tampoco es tan difícil. Además, no implica perder el control de tu área de trabajo.
Ves el ciclo laboral completo, porque llegas a la oficina cuando todavía es casi de noche y te vas cuando vuelve a serlo. Y a pesar de que le echas 12 horas diarias aún te da la sensación de que te falta tiempo. Si este es tu caso, no hay que ser muy sagaz tampoco para saber que tienes una adicción. Lo peor es que el estrés acumulado puede convertirse en tu estado emocional natural, con consecuencias aún más serias para tu salud.
Si eres de los que no sabe poner límites, la clase de trabajador que nunca le niega nada a su jefe y se echa encima todo lo que le proponen, tienes un problema. Quizás creas que eso te convierte en imprescindible, pero el problema es que, tarde o temprano, la empresa te exigirá más de lo que puedas realizar física o mentalmente. Y colapsarás. Aprende a decir no.