Pedro Cereceda, encontró trabajo a los 53, tras cinco años en paro: “Nunca perdí la confianza en mí”

La vida puede cambiar en un minuto, con un mail a la desesperada. Eso fue lo que le pasó a Pedro Cereceda, en su enésimo intento por encontrar trabajo. La oferta era ideal para él, se ajustaba como anillo al dedo a sus cualidades, lo haría perfecto, pero una vez más, el envío de su candidatura no obtuvo respuesta. Se quedaría en la bandeja de entrada de algún responsable de recursos humanos, o lo descartarían por ser del 70, una vez más, como siempre en los últimos cinco años. Pero esta vez no lo dejó pasar, hizo algo más, y su constancia, al fin, tuvo premio.

Al poco de entablar conversación con Pedro Cereceda para que me contara su experiencia, tuvo que cortar la llamada: “Perdona, te llamo en 10 minutos, es que me llama el jefe por el fijo”. Algo tan habitual, resulta extraordinario en el caso de Pedro. Durante mucho tiempo no ha podido hablar con su jefe, ni con nadie relacionado con su trabajo, porque ha estado en paro los últimos 5 años. Y lo extraordinario no es que haya estado desempleado tanto tiempo, lo raro es que haya encontrado trabajo. Sí, es cierto, está preparado, tiene experiencia y conocimiento del oficio, sabe tratar a la gente y solucionar conflictos, conoce los entresijos del comercio, además de muchas otras habilidades, pero el problema es que tiene 53 años.

Perjuicios

“Siguen persistiendo prejuicios y estereotipos que son difíciles de combatir, y que relegan a las personas mayores de 50 años al desempleo de larga duración que, en no pocas ocasiones, se convierte en pasaporte precario y directo a la jubilación”, explica Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco. “Del total de personas mayores de 50 años que buscan trabajo, cerca de un millón, un 56% lleva haciéndolo más de un año, sin éxito”, señala Mesonero.

El prejuicio del que habla Mesonero anida en cada uno de nosotros. “Yo tenía perjuicios cuando alguna persona con estudios, formación y experiencia me confesaba su preocupación porque llevaba tiempo en paro sin encontrar trabajo. Yo pensaba “este tío no se está esforzando lo suficiente, no está apretando para encontrar curro porque si no, seguro que ya le habrían cogido” reconoce Pedro Cereceda.  

Currante de toda la vida, desde los 17 años Cereceda no había dejado de trabajar. Primero en la empresa de trasportes de su familia, donde aprendió a hacer un poco de todo en el sector de la logística. Luego montó su propio negocio, una tienda de tablas de surf en Madrid. Durante 14 años la tienda funcionó, pero algunas apreturas financieras obligaron a Pedro a cambiar de rumbo a los 48 años. “Me pasé de frenada, entendí que me sería fácil reincorporarme al mundo laboral, y nada más lejos, ahí fue cuando me llevé el primer golpe de realidad serio. Lo primero es que todas las puertas que creías que podías tocar se cierran de manera automática. Pasas a ser una persona incómoda, que pide favores. A la segunda llamada ya no te pueden atender”, explica.

Invisibles

“Luego te pones a mandar currículums y no te llaman. No te planteas que es porque en tu fecha de nacimiento pone 1970. Yo no me lo creía. Ahí te cambia el chip para mal. Lo que antes era una cosa anecdótica se convierte en una amenaza. Si con 18 no me cogen ¿qué pasará cuando tenga 52 o 55? Y pasa el tiempo y nadie te contesta. En ese periodo de tiempo he enviado más de 2.000 CV, y es que ni te contestan. Y empieza la desesperación”.

“Si bien los mayores en desempleo están dispuestos a realizar sobreesfuerzos para encontrar un empleo lo antes posible, esta determinación puede no dar sus frutos si no va acompañada de un plan estructurado para orientarse a resultados. Hay que tener en cuenta que, a más edad, mayor tendencia a la cronificación del desempleo, por lo que es fundamental diseñar una estrategia que mejore el rendimiento en todas sus fases (diseño de currículum, identificación de ofertas de empleo, entrevista de trabajo, etcétera), de modo que se optimice el tiempo y la persona tenga un sentido de dirección y control sobre el proceso.”, destacan en la Fundación Adecco.

Como la mayoría de los empleados sénior, Pedro ha tenido que buscarse la vida sin esos apoyos que reclaman los expertos. Cinco años dan para mucho, no se resignó, y se impuso una disciplina para no caer en la desidia. Escribía en las redes sus reflexiones sobre la situación que estaba atravesando. Una de sus publicaciones en Linkedin tuvo mucha repercusión, con cerca de un millón de visualizaciones. Y participó en una campaña de la consultora WTC para denunciar la marginación y discriminación por la que pasan los desempleados mayores de 50.

Vivían con el sueldo de su mujer, pero durante este tiempo han renunciado a mucho. “En esos cinco años conviertes tu vida en una situación de economía de guerra, no sales a tomar cervezas, no haces planes con los amigos, con lo que tus círculos desaparecen, no vas de vacaciones, no te compras ropa…”

Y la travesía por el desierto es dura: “Me ayudó la familia. Cuando me venía abajo mis hijos me decían que yo valía mucho, que durante 14 años había estado vendiendo tablas de surf en Madrid, y las vendía bien. Nunca he perdido mi autoestima, yo sé para lo que era bueno, y lo que era capaz de hacer”, cuenta Pedro.

Cambio de vida

Hace unos meses envió su CV a una tienda de golf. “Era ideal para mí, yo había jugado al golf y regentado una tienda durante años”. Pero el resultado fue el mismo. No hubo respuesta. Pero esta vez Pedro hizo algo más. Escribió un mail a la tienda, pidiendo una contestación, y esta vez tuvo respuesta. Hicieron una entrevista telefónica donde Pedro pudo demostrar sus competencias, y luego una entrevista personal.

“Me entrevistaron un jueves y había otra persona interesada. El sábado me llamó el que ahora es mi jefe diciéndome que cuándo podía empezar”. Pedro había encontrado trabajo. “Fue un momento muy tranquilo. No fue para tirar cohetes ni perder la cabeza. Yo sabía que era un momento que tarde o temprano iba a llegar. No sentí una felicidad especial porque empezaba a trabajar. Yo no quiero trabajar por gusto, creo que a nadie le gusta trabajar, pero yo necesito trabajar, además de para pagar facturas y comer, para mantener mi mente activa”, confiesa.

Serenidad

Pese a que no hubo un derroche de euforia, la tranquilidad se ha instalado en el hogar. “Cuando ingresas más dinero en tu cuenta tu situación cambia de manera radical. Se acabó la economía de guerra. Además, he ganado en serenidad. Ya hay otra pata que sostiene la economía familiar”, explica Pedro.

Y además ha ganado en confianza. “Hay que tener un poco de fortuna, y ser constante. Si no hubiera sido cabezota y no hubiera mandado ese mail, hoy no estaría trabajando”, y deja un mensaje de esperanza para el medio millón de personas de más de 45 años en situación de paro de larga duración: “Se puede. Si hoy me quedara sin trabajo, sería complicado, pero sé que se puede hacer, ya lo he hecho una vez, por qué no puedo hacerlo otra”.