Empieza el invierno y en casa se corren dos riesgos, cada uno peor que el otro: la “congelación” o la ruina. Es una situación común cuando se vive en una casa en alquiler o la estancia en ella va a ser corta y además no cuenta con un buen sistema de calefacción ni está acondicionada ni aislada de cara al ahorro energético. Muchas viviendas resultan ideales en verano y primavera, por eso vivimos en ellas, pero se vuelven poco acogedoras cuando llega el frío.
También es habitual que dispongan de radiadores insuficientes o que sean pequeños para calentar toda la casa. Está claro que lo lógico sería contactar con un experto que calcule el número y el tamaño de radiadores necesarios para la totalidad de los metros cuadrados e invertir en la instalación. Supone un gasto extraordinario que a la larga se amortiza con el ahorro de gas o de combustible que pone en marcha la caldera.
El problema está en que puede que la vivienda no sea en propiedad, no merezca la pena el desembolso porque el invierno dura poco en esa región o, directamente, no se dispone de un colchón económico para sufragar el gasto. La buena noticia es que siempre se puede tirar de ingenio y encontrar soluciones que conllevan muy poco dinero, sin embargo, resultan muy efectivas.
En este caso, hay que centrar el esfuerzo y los recursos en los radiadores. Puede que sean pequeños y que haya habitaciones que carezcan de ellos; suele suceder en los baños y cocinas de muchas viviendas ya antiguas o, por ejemplo, en las construidas hace décadas en la costa mediterránea. Hay dos trucos muy prácticos aplicados a los radiadores que no solo permiten amplificar el calor que transmiten, sino que es posible ahorrar en el gasto que implica calentar la casa cada mes. Además, no requieren meterse en obras o reformas para instalar radiadores nuevos.
La primera propuesta es instalar paneles reflectantes térmicos detrás de los radiadores existentes, es decir, entre la pared y los elementos. El radiador transmite el calor por convección de forma radial. Sin embargo, una parte de ese calor queda “bloqueado” en la pared en la que está instalado sin expandirse totalmente. Los paneles, que son láminas fabricadas con espuma aislante y rematadas con una superficie metálica, actúan de barrera transmisora. El calor que emite el radiador rebota en el panel y cambia su dirección, lo que consigue incrementar el volumen de energía térmica producida y en consecuencia se calienta más rápidamente la estancia.
Estos paneles se comercializan en tiendas especializadas o de bricolaje. Suelen venir en rollos que se pueden cortar fácilmente a la medida deseada de la pared que ocupa el radiador. Será necesario bordear o tornear las tuberías de la instalación para que encajen perfectamente y que el resultado estético sea adecuado. Como remate, para fijarlos y que no se muevan de la pared los profesionales suelen emplear cinta de doble cara.
Los expertos en sistemas de calefacción aseguran que el mantenimiento juega una baza importantísima para la eficiencia energética y el ahorro en las facturas. Así, las calderas de gas o gasóleo que calientan el agua que circula por los radiadores y gracias a ello se caldean las estancias, deben someterse a una revisión anual. A su vez, es indispensable comprobar el funcionamiento de todo el circuito y de los radiadores.
Es normal que en cada uno de ellos se vayan acumulando burbujas de aire que reducen la circulación del agua caliente. Se percibe porque ese aire atrapado origina burbujeos y golpes. Dejando a un lado la incomodidad sonora, el aire acumulado que rebaja el calentamiento del sistema en consecuencia obliga a tener más tiempo encendida la calefacción. Además, con este mayor consumo el coste en la factura es superior.
A la acción de eliminar el aire acumulado en los radiadores se le llama purgar. Se debe hacer antes de encender la calefacción al inicio de la temporada, cuando se escuchan esos ruidos y en prevención varias veces al año. Es una operación simple, aunque engorrosa. Con la calefacción apagada, se abre un poco la válvula de cada radiador con la ayuda de un destornillador hasta que sale el aire acumulado. Es importante colocar un recipiente bajo la válvula donde empiece a caer el agua hasta que se vuelva a cerrar.
Una solución muy práctica y cómoda que evita el purgado es instalar válvulas de purgado automático. Gracias a tales dispositivos se incrementa la eficiencia de todo el sistema de calefacción, se genera un calor más uniforme, se previenen los problemas de congelación y, lo más interesante, ayudan a ahorrar en gas o en gasóleo.
Estas válvulas de purgado automático detectan la acumulación de aire y lo liberan de modo que el usuario puede desentenderse de la operación. Su precio es asequible y para su instalación se necesita, primero, cortar la entrada de agua en el radiador, segundo, vaciarlo y, tercero, quitar la que lleva de fábrica el radiador y sustituirla por la nueva. A la hora de comprar este tipo de válvulas se debe tener claro si se colocan en el lado derecho o en el izquierdo del radiador porque son distintas.
Por último, recordar las tres ventajas que se consiguen con estos trucos: