Amanda Hanson vive en Miami. Tiene 49 años, una web y una cuenta de Instagram. Es psicóloga y escritora. Desde esos ámbitos se propone que cada mujer de mediana edad haga de su vida "una obra maestra". Para honrar su objetivo, su cuenta de IG tiene el sugestivo nombre de "Musa de la mediana edad" (@midlifemuse). Antes de eso, en los últimos años, la doctora Amanda Hanson ya ayudaba a cientos de mujeres a romper sus patrones de creencias limitantes a través de una serie de estrategias que mezclan terapias tradicionales con métodos propios.
El autocuidado, la autoestima, las relaciones, las personas a las que dejamos o no entrar en nuestra vida son algunos de los temas más frecuentes en la consulta de esta psicóloga. Al contrario que otros expertos, Hanson no cree que llegar a los 50 esté asociado a ninguna crisis. Lo que ofrece, precisamente, es una alternativa jubilosa para vivir la que considera que es la mejor parte de la vida. ¿Su receta? Navegar por la edad con una actitud de respeto, cuidado y cariño.
La propia Hanson es el ejemplo de sus enseñanzas. A su edad, parece dueña de una vida elegida con esmero y conciencia plena. En una de sus publicaciones de Instagram comparte cómo fue el momento en que decidió dejar de teñirse las canas, algo que, en su opinión, es una "liberación que va más allá del simple color del pelo".
"Es uno de los momentos que nunca se olvidan en la vida", afirma la psicóloga. Se refiere al preciso instante en que decidió que no volvería a teñirse nunca más.
La decisión venía de largo. "Hay una edad en la que se asume que una va a empezar a hacer cosas para disimular la edad. Cuando cumplí los 40, todas mis amigas empezaron a inyectarse bótox. Todas me animaban, pero yo tomé una decisión consciente: me dije a mí misma que jamás me pondría bótox. Mis amigas me decían que envejecería muchísimo, que ya nunca sería atractiva, y que mis hijos se avergonzarían de tener una madre tan vieja. Fue una decisión tan loca que tuve que comprarme un diario para poder ordenar mis ideas", explica Hanson.
Respecto al cabello ocurrió algo parecido. Su decisión está motivada por el convencimiento íntimo de que dejar de teñirse traería consigo un tipo de estado vital, más conectado con una misma. "Quiero ser absolutamente sincera: no dejé de teñirme por una cuestión de dinero. Afortunadamente, tengo el dinero suficiente para mantener el aspecto que quiera. No era eso", señala la psicóloga.
A lo que se refería era a la sensación de estar haciendo algo que no iba con ella solo por el hecho de complacer a los demás. "Estaba en la peluquería, con todo el tinte puesto, rodeada de otras mujeres con la misma pinta. Y de pronto me dije 'Esto es ridículo'. Era como ver todo el sistema de falsas creencias corriendo por ahí, sin que nadie se planteara nada. ¿Por qué estoy haciendo esto?". Me dije que sería la última vez y se lo dije a la peluquera. "He visto reacciones así muchas veces. Pero cuando salen las canas y te veas con ese aspecto... Vas a volver, ya lo verás", me dijo".
Pero la determinación de la psicóloga era firme. "Recuerdo que era viernes por la noche. Fui a la cocina, donde estaban mi marido y mi hijo, que entonces tenía 17 años. Estaban cenando y les dije: 'Es la última vez que me tiño. Quiero ver qué hay bajo mi pelo, cómo son mis canas, experimentar con un nuevo yo". Han pasado nueve años y ese 'nuevo yo' ha dejado espacio a una mujer serena, segura de sí misma, amable y solidaria con otras mujeres deseosas de hacer su revolución silver.