Los problemas de alopecia afectan a la mitad de la población masculina, tanto que no se considera una patología, sino algo natural entre los hombres. Cada día perdemos una media de entre 50 y 100 cabellos. En la mayor parte de los casos, la caída del cabello se asocia a factores genéticos, pero, en muchas ocasiones, los malos hábitos pueden contribuir a una pérdida de la densidad capilar. Pasemos revista a los más habituales y de qué manera podemos corregirlos.
Es uno de los errores principales, creer que necesita menos cuidados que el pelo femenino. Aunque el cabello masculino está menos sometido a tratamientos agresivos de tintes, mechas, coloraciones, planchas, productos son siliconas o parabenes... también necesita unos cuidados específicos porque es diferente al femenino. Genéticamente, los niveles de testosterona son diferentes en hombres y mujeres, lo que influye en la distribución y crecimiento del cabello. El pelo masculino suele tener más grosor y, por lo general, tiene menos resistencia y elasticidad que el de las mujeres.
También hay que tener en cuenta que la caída estacional, sobre todo en otoño, es normal. Pero si después no se recupera el ritmo de crecimiento normal, hay que sacar toda la batería de cuidados.
El cabello tiene un comportamiento parecido al de la piel, y exige cuidados similares. Al igual que en la epidermis, los contrastes de temperatura en el pelo no son buenos. Hay que evitar lavarse el pelo ni con agua muy caliente ni muy fría. El agua muy caliente abre las fibras y la muy fría, durante mucho tiempo, desvitaliza el pelo y puede causar daños en la microcirculación del cuero cabelludo.
A la hora de secarlo, lo mejor es usar secador a una temperatura media sin acercarlo demasiado. La dirección de la corriente de aire siempre debe ser de arriba a abajo y acabar con aire frío.
Es una de las preguntas más escuchadas por los dermatólogos. Y casi todos apelan al sentido común: lavarse el pelo cuando está sucio, lo cual dependerá de la grasa que produzcamos, el ejercicio físico, los factores ambientales (en el campo el pelo se ensucia menos que en la ciudad por la contaminación) y... el estrés. El estrés hace que estemos en una situación de inflamación, con el cortisol como hormona estrella, que también afecta a la salud del pelo, haciéndolo más graso o más quebradizo. El resultado es que ante un pelo indomable, tendemos a lavarlo más de la cuenta para intentar recuperar su belleza. Y si no lo hacemos bien, entramos en un círculo vicioso, así que la siguiente cuestión es clave.
Casi nadie lo hace bien. ¿Cómo hay que lavarse el pelo? Masajeando suavemente el cuero cabelludo, sin frotar en exceso. Si está muy sucio hay que realizar dos lavados para asegurar que se elimina toda la suciedad. Es fundamental utilizar el champú adecuado según cada tipo de cabello y estar muy pendiente de las necesidades del pelo, según la estación del año. En esto, las estrategias 'planas' o de rodillo (el mismo champú y acondicionador siempre) no funcionan.
O los champús adecuados, porque, como decíamos, la mejor recomendación para el pelo (y para la piel) siempre es personalizar los tratamientos al máximo. Entre la abundante oferta de champús, hay que saber identificar el problema y escoger el adecuado: champú hidratante para el cabello seco; regulador para el graso; anti-caspa para los que padezcan este problema; especial para cabellos decolorados o con tintes, si tienes mechas o has optado por un rubio extremo. Cuando hay problemas graves, el tricólogo o el dermatólogo te prescribirá fórmulas específicas o incluso algún complemento oral para redensificar el pelo. Y si tienes el pelo, largo, la mascarilla es imprescindible una vez a la semana. Si quieres aumentar la frecuencia, sólo en puntas.
Por último, si la caída del pelo es alarmante, no te compres un champú anti-caída. No logran penetrar en el bulbo piloso, así que no pueden incentivar ningún crecimiento.
Ya lo avanzábamos, la nutrición es fundamental para conservar un cabello sano, abundante y brillante. Un sistema inmune en buen estado, también. De hecho, el pelo se correlaciona con otros aspectos de la salud y es un indicativo de nuestro estado. Una alimentación equilibrada que incluya frutas y verduras nos aportará las vitaminas y proteínas necesarias para evitar la pérdida de cabello. Los oligoelementos imprescindibles son el cobre, el selenio, la biotina, el zinc y el hierro. ¿Dónde se encuentran? En los cereales integrales, la levadura, las legumbres, la carne, el pescado y los huevos. También son necesarias las vitaminas A y C (puedes encontrarlas en la zanahoria o el kiwi), la vitamina B6 (pistachos, hígado, plátanos), la vitamina D (leche y pescado azul) y la vitamina E (nueces o brócoli).
El deporte, por su parte, nos permitirá eliminar toxinas y rebajará el estrés, disminuyendo el cortisol y favoreciendo la secreción de serotonina, la hormona ligada al bienestar. El sistema inmune se activa y todos nuestros órganos, incluido el cabello, lo aprovechan.
Si nada de esto funciona, es hora de ir a una consulta dermatológica. En la actualidad, hay tratamientos muy eficaces contra todos los tipos de alopecia, la caída estacional o el efluvio telógeno, la caída prácticamente súbita del cabello y uno de los efectos secundarios más llamativos del coronavirus. La buena noticia es que es reversible y nada grave.