Estás ahí, ahí. Llevas un tiempo viendo que tienes menos pelo y más débil. Sabes que el trasplante o injerto capilar está a la orden del día. De hecho, es la intervención de cirugía estética más demandada por los hombres. Pero todavía no quieres pasar por quirófano ni tampoco ver cómo tu imagen cambia drásticamente. O puede ser que te hayas decidido y que te hayas sometido a un trasplante capilar, pero, una par de meses después de la intervención, quieras aparentar mayor crecimiento hasta que se desarrolle el nuevo cabello. En ambos casos, las microfibras capilares pueden ser tu alternativa
Aunque ahora comienzan a ser un producto conocido, las fibras capilares comenzaron a usarse hace más de 30 años en Estados Unidos entre actores y actrices para hacer las melenas más abundantes o disimular la falta de cabello en zonas como entradas, frente o coronilla.
Ahora ya están al alcance de cualquiera y en plena expansión. Además de marcas cosméticas específicas, incluso pueden encontrarse en algunos supermercados. Se trata de un producto inocuo, ya que no causan ningún tipo de interacción negativa con el cabello ni con los folículos pilosos o cuero cabelludo, pero sí logran su objetivo de disimular muy eficazmente cualquier indicio de calvicie. Y no solo eso.
Las fibras capilares son una buena opción para disimular la alopecia y densificar el cabello existente. Por tanto, no solo están indicadas para personas con calvicie, sino que también pueden usarlo aquellas personas que, por diversos motivos, tengan una disminución de la densidad del cabello por causas alimentarias, de estrés, hormonales o de cualquier otro tipo como, por ejemplo, el efluvio telógeno, uno de los efectos secundarios más frecuentes de la covid, o la pérdida de cabello postparto. La caída estacional también puede hacer que nos veamos con menos pelo o de peor calidad casi de un día para otro.
Las microfibras pueden ser un recurso útil y sano, ya que no repercuten sobre la salud de nuestro cuero cabelludo y nuestro cabello. No tienen efectos secundarios.
Las fibras capilares son minúsculos filamentos de queratina que se adhieren al cabello mediante su carga electrostática. Las fibras pueden ser de diferentes calidades según el material utilizado: rayón, lana de oveja, algodón u otras plantas y queratina natural.
El rayón es un tipo de fibra sintética elaborada a partir de la celulosa. Son las más económicas y las menos recomendables, ya que ofrecen un aspecto poco natural y su anclaje con el cabello es débil.
En las de lana de oveja, sí se utiliza la queratina de este material. Posee una estructura similar al pelo humano con una carga electrostática similar también, lo que dificulta su unión con el cabello humano. La consecuencia de esto es que el producto aplicado sobre el cabello se cae sobre el cuero cabelludo. Respecto al color, los tintes sobre la lana de oveja no se asemejan al color del pelo de hombres y mujeres.
Las microfibras de algodón están compuestas de fibras vegetales naturales, poseen una estructura de queratina similar al cabello humano y su carga electrostática es negativa, por lo que el anclaje con el cabello es resistente. El principal inconveniente está en los colores, poco parecidos a los tonos humanos.
Las microfibras de queratina natural son las mejores, ya que se depositan sobre el cabello de una manera muy natural. También son muy resistentes al viento, la lluvia y la sudoración y se eliminan fácilmente con champú. El resto de tipos también se eliminan con el lavado, pero su ventaja, en todos los casos, es que pueden reaplicarse con facilidad. ¿Cómo?
Las microfibras capilares son sencillas de usar y no tienen demasiadas complicaciones. La principal es que lo que se busca es la naturalidad, y conseguirla requerirá algo de práctica y conocer bien el efecto que produce en cada cabello.
Eso sí: existen diferentes formas de aplicarlas que nos darán un efecto más o menos natural o duradero. Este efecto depende, en gran parte, de la calidad del producto, así que en este caso es mejor comprar marcas premium o alguna que nos dé confianza porque conozcamos cómo funciona. La aplicación en sí misma también afecta al resultado, así que es importante conocer las posibles aplicaciones.
Esta es una de las formas más utilizadas. Consiste en utilizar el envase del producto a modo de salero para aplicar las fibras. Lo ideal es aplicar el producto solo en las zonas necesarias para que no haya áreas cubiertas en exceso.
En este caso, hay que agitar el envase antes de aplicar las fibras para que queden sueltas. Si se apelmazan, será más difícil. Un truco es no retirar del todo la protección del envase, así no malgastaremos las fibras y caerán las justas. Recuerda que es mejor añadir que quitar.
El aplicador facilita enormemente la tarea de dirigir las fibras a las zonas donde realmente se necesitan, al tiempo que no malgastamos el producto. Es muy cómodo cuando tenemos que cubrir zonas poco accesibles, como la parte posterior de la cabeza. Basta con presionar el pulsador o el botón para que las fibras se depositen en las áreas que queramos.
Como en la anterior ocasión, hay que agitar el envase y tener cuidado de ir poco a poco, presionando de menos a más para tener mayor control de la aplicación. Después del uso, hay que limpiarlo para que las fibras no lo obstruyan.
Es el método más novedoso y el que requiere quizá mayor maña, ya que se trata de 'pintar' el cabello. Se hace en dos fases: en la primea se aplican las fibras con una brocha de pelo sintético, siempre de menos a más. Después se utiliza la misma brocha para diseminar las fibras alrededor de la zona deseada.
En todos los casos es aconsejable utilizar un spray para fijar mejor las fibras capilares e incrementar su duración. Sobre los tonos, a veces puede ser necesario mezclar dos tonos de fibras para tener un resultado similar al color natural.