Una buena copa de cristal no hará que un vino sencillo pase a ser un gran vino, pero si nos ayudará a cambiar la percepción del mismo. Detrás de cada botella de vino, hay pasión, trabajo y esfuerzo de muchas personas que intervienen en todas las fases de su producción y todo ello se merece un adecuado recipiente donde vamos a beber. Para lograr el mayor disfrute de un vino hay que cuidar al menos tres detalles: la temperatura, el cristal y el ambiente.
Está demostrado que la percepción objetiva y subjetiva de un vino cambia de una copa a otra. Un buen diseño afecta directamente a la señal que nos llega al cerebro y nos predispone de forma positiva para su disfrute.
La finura del cristal permite una comunicación más inmediata entre el líquido, el paladar y la lengua donde se encuentran las papilas gustativas. Para que una copa de cristal nos permita obtener una mayor expresividad aromática y sensación en boca el material con el que está hecha debe ser de cristal fino para que pese poco y sea ligera, a ser posible soplada a mano, esbelta, de tallo estilizado y con un buen diseño, tanto del cáliz o balón como de la boca y su diámetro. La sensación táctil también será mucho más agradable.
El tamaño del cáliz determina la oxigenación del vino, la forma de cómo fluye hacia la embocadura y el diámetro la rapidez con la que llega a nuestra boca. El diseño óptimo de la copa resaltará la elegancia, sabores y los aromas más frutales del vino. El cristal debe ser totalmente transparente, evitando el color y el tallado para que nos permita tener una visión más nítida del aspecto del vino. Por tanto, para aumentar el placer que nos proporciona una copa de vino, debemos intentar cambiar poco a poco el cristal grueso que tenemos en nuestras casas e ir sustituyendo nuestra cristalería por unas copas más adecuadas.
Lo ideal es empezar con una copa genérica que nos sirva tanto para vinos blancos como para tintos. Algunos fabricantes como Riedel van más allá y han diseñado una copa específica para cada variedad de uva, es decir una copa Tempranillo, Riesling o Pinot Noir, entre otras.
Existen varios fabricantes de copas de calidad, sobre todo alemanes y austriacos, que han sido los más utilizados por los expertos y amantes del vino a la hora de elegir su cristal favorito. Marcas como Schott Zwiesel, Spiegelau, Riedel o Gabriel Glas son de las más conocidas con diferentes modelos y precios para todos los bolsillos, a partir de ocho euros por unidad para los diseños más económicos.
Pero en la actualidad, el cristal que más seguidores tiene en el mundo del vino es el de la marca austriaca Zalto. Sus copas están producidas de forma artesanal con soplado a mano, son extremadamente finas y ligeras. El modelo Universal ha sido elegida como la copa perfecta para vinos blancos como el Riesling. Al tratarse de un producto de lujo, el precio es más elevado (unos 30 euros la unidad) pero una vez que la pruebas es difícil volver al cristal grueso.
Recientemente, Jancis Robinson, Master of Wine (MW) y una de las más famosas y respetadas periodistas y críticas de vino, presentó en Madrid una copa diseñada por ella junto con el diseñador británico Richard Brendon, creada para todos los tipos de vino, sea cual sea su color, fuerza o efervescencia.
Existe cierta controversia sobre cuál es la copa más adecuada para los vinos espumosos y generosos. Algunos reconocidos enólogos y productores de cava defienden la copa estilizada con forma de flauta porque consideran que hay una menor pérdida del potencial de la burbuja.
Pero la tendencia desde hace unos años es que la mejor elección es una copa de vino genérica, en vez de las tradicionales y específicas con diseño de flauta. Lo importante, una vez más, al margen de la elección y la calidad del vino es que el recipiente donde lo degustemos sea de un cristal de calidad. Una copa de cristal fina es una inversión definitiva para que cuando bebamos un buen vino, la experiencia sea completa.
Suscríbete aquí y te compartiremos las mejores historias Uppers