¿Cuántos amigos tenemos de verdad? Si lo pensamos bien, menos de lo que parece porque, aunque atesoramos relaciones desde edades muy tempranas, la amistad cambia con las etapas de la vida y los que en un momento formaron parte de nuestro círculo íntimo pueden entrar o salir de ese círculo con bastante facilidad. La sensación de que nos vemos con personas, antes muy cercanas, con las que ya no compartimos casi nada existe. Más aún cuando vamos cumpliendo años. Nos preguntamos entonces si existen los amigos para siempre. ¿No serán, en realidad, amistades con respiración asistida?
Las amistades surgen durante etapas específicas de nuestras vidas. Al encontrarnos en constante cambio, es lógico que estas relaciones tengan un final en algún momento. Aceptarlo puede ser difícil, pero es importante entenderlo para seguir adelante.
Crear una amistad es un proceso orgánico que surge de manera distinta en cada etapa de la vida. Cuando hacemos un amigo, en realidad, no sabemos cuánto tiempo permanecerá en nuestra vida; pero si queremos que sea algo estable, deberemos cuidar esa relación como cualquier otra que valoremos. La amistad necesita tiempo, cuidados, interés, valores comunes, sinceridad y contacto. Si no hay recuerdos conjuntos y tiempo compartido, puede ser una relación afectuosa o cercana, pero no es amistad verdadera.
Podemos hacer grandes amigos en la escuela y que perduren muchos años después. Sin embargo, esto no impide que surjan nuevas amistades a lo largo de otras etapas de la vida: estudios superiores, entorno de trabajo o, incluso, amigos de amigos, los famosos 'amigos políticos' con los que puede haber desde una simple simpatía a una afinidad auténtica.
Los amigos no tienen fecha de caducidad. Y, sin embargo, las amistades caducan. Los vínculos amistosos nacen cuando coincidimos en momentos importantes o proyectos comunes y compartimos una visión parecida de la vida. Un ejemplo clásico, pasada la primera juventud, es cuando los hijos van al colegio y tenemos que relacionarnos con otros padres. En muchos casos, acabada esta etapa, es probable que esta amistad también acabe si no se han creado vínculos personales fuertes.
Como esta, hay otros momentos que propician el fin de la amistad: siempre que haya un cambio, que evolucionemos, que maduremos o que nos veamos inmersos en nuevas circunstancias. A veces, no somos nosotros quienes cambiamos, pero sí lo hacen nuestros amigos con el mismo resultado: fin de la relación.
Cuando somos niños, los amigos cumplen un papel muy importante. Pero nuestra personalidad aún está en formación y tampoco tenemos establecidos los valores que guiarán buena parte de nuestra vida. Cuando esto ocurra, puede que mantengamos la amistad, pero lo más probable es que nos alejemos, encontrando otros amigos con quien compartir la nueva etapa.
Este proceso vuelve a repetirse a lo largo de la vida tantas veces como cambiemos nuestros valores, entorno o circunstancias. La buena noticia es que la capacidad de hacer amigos no se agota ni atiende a ningún límite. Las amistades no son excluyentes: podemos tener amigos de toda la vida e incorporar nuevas relaciones. La jubilación, de hecho, es un momento propicio para hacer nuevas actividades y conocer a nuevas personas que enriquecerán nuestra vida.
La capacidad de hacer amigos no se agota. Pero las amistades no son eternas. Muchas relaciones de amistad se acaban sin que pase nada especial, excepto la propia evolución personal. Simplemente, y de forma gradual, nos vamos alejando de aquellas personas con las que sentimos que ya no compartimos tantos buenos momentos. Dejamos de sentir esa compenetración y empezará a haber una 'desescalada' de momentos compartidos, hasta que un día nos demos cuenta de que hace mucho que no sabemos nada de esa persona. Aunque nos duela o simplemente nos sorprenda, no debemos dejar de agradecer el hecho de que esa amistad fue maravillosa mientras duró porque nos ayudó a ser quienes somos.
Las relaciones humanas deben fluir con naturalidad. Y esto aplica también a la amistad. Si ya no sentimos la misma compenetración, no es bueno mantener una amistad con respiración asistida. Tener amigos es una de las oportunidades de vivir la vida en plenitud, pero para eso necesitamos que la relación sea genuina y sincera.
A veces, por los años compartidos, no queremos o no sabemos reconocer que nuestra amistad ya es un zombie. Si estás en en ese caso, te ayudará conocer algunas de las señales agonizantes:
Si experimentas algunas de estas señales, cortar la relación de manera radical no es opción. Puedes hacer daño a la otra parte. Pero sí hay que saber que, probablemente, muy pronto dejaréis de experimentar ese sentimiento de complicidad y alegría que da la auténtica amistad. Hay que aceptarlo y agradecer los momentos compartidos. Y pensar que, quizá, en otro giro de la rueda de la vida podáis volver a ser amigos de verdad.