Pintar es la manera más económica de transformar un espacio. El color puede agregar personalidad y estilo cualquier estancia, al tiempo que puede ayudar a disimular o a potenciar elementos arquitectónicos específicos, así como muebles o piezas de valor.
El color tiene la capacidad de influir en la percepción de los espacios, según explica Estudio Crisadi, especialistas en arquitectura y diseño de interiores. Puede hacer, de hecho, que una habitación pequeña sea más grande o que un lugar sin interés resulte más atractivo si se entonan pintura de paredes, textiles y objetivos decorativos.
Pero quizá lo más interesante es que el color tiene el poder de influir en nuestras emociones y estados de ánimo. Pintar las paredes con colores adecuados puede crear una atmósfera positiva, energética o relajante, según las preferencias y necesidades. De hecho, existe una psicología del color según la cual los colores están relacionados con diversos estados de ánimo. Es decir, nuestro cerebro asocia el color a una emoción. ¿Cuáles?
Además de un estado emocional, los colores también sirven para propiciar algunas sensaciones. Por ejemplo, los colores fríos como el verde, el azul y el blanco harán que las habitaciones se sientan más frescas en las épocas de calor.
Los tonos cálidos, como indica en su blog el interiorista Pedro Peña, pueden hacer que nuestro hogar sea más o menos alegre. Por ejemplo, utilizar el rojo para la cocina, el comedor o las salas de entretenimiento puede ser muy adecuado. En conjunto con otros tonos, conseguiremos transmitir una sensación de alegría.
El naranja también funciona bien en lugares de gran actividad y socialización, como la cocina, las salas de juegos y las habitaciones de los niños. Se puede combinar con turquesa o verde manzana para los dormitorios de los más pequeños para lograr un fuerte contraste de colores complementarios. En el caso del naranja, es mejor pintar como máximo solo una pared de ese color, siempre en sus versiones más cálidas como los tonos oxidados.
Otro color bien recibido por nuestro cerebro es el amarillo. Su calidez y energía hacen que se vea bien en la cocina, el comedor, la sala de estar y en pasillos y recibidores. Es un tono que funciona bien mezclado con la gama de marrones, el negro, el mandarina, el blanco, el verde limón o incluso con el violeta. Sin embargo, no es adecuado para las habitaciones de los niños y las personas de más edad, ya que les puede generar una sensación de ansiedad.
Por su parte, el verde se ha convertido en uno de los colores favoritos en interiorismo. Es excelente para dormitorios, cocinas y especialmente en salas de estudio o despachos, ya que ayuda a la concentración y mejora el rendimiento.