¿Te acuerdas de cuando hace años los jóvenes empezaron a llevar chándal chillón y cadenas de oro, a tatuarse exagerados motivos tribales, ponerse piercings en las cejas y escuchar tecno-rumba? Te aprendiste que había una palabra para definirlos como tribu urbana. Se llamaban canis, o chonis. Y ya entonces te daban un poco de vergüenza ajena, pero qué sabrías tú a esas alturas de nuevas tendencias juveniles. Ahora ves que tus propios hijos adolescentes están adoptando una estética similar a aquella, pero ya no se llaman canis ni chonis. Ahora son MDLR. ¿En qué consiste la nueva moda que arrasa entre la juventud?
El término MDLR es el acrónimo de 'Mec de la rue', una expresión de origen francés que podría traducirse como ‘chico de la calle’. Fue el rapero español de origen marroquí Morad el que comenzó a utilizarla en sus canciones, e incluso en el título de uno de sus temas más conocidos: 'M.D.L.R'. Y con esa palabra ha pasado a conocerse una tendencia surgida entre la juventud migrante a la que se han sumado miles de adolescentes que imitan sus rasgos estéticos.
Y esos rasgos son bastante reconocibles, porque en realidad no son más que una evolución de la subcultura cani: capuchas, cejas partidas, peinados cenicero, deportivas de muelles y, el complemento estrella, la riñonera. Sí, en una versión más sofisticada y hortera de la que solías llevar tú a finales de los 80 y principios de los 90, pero básicamente la misma que quedó olvidada en el trastero de tus padres hace eones. Porque todo termina volviendo. Especialmente en la moda.
Las niñas de la calle ya no son chonis, sino raxetas. Pero, como aquellas, llevan moños altos, pestañas postizas, mucho brillo y, sobre todo, unas uñas de gel kilométricas. La inspiración la buscan en La Zowi o Bad Gyal. También en Rosalía, claro. Por lo demás, si los canis eran indisociables del coche tuneado, el MDLR tira por el patinete eléctrico. Y el flamenco de garrafón de entonces ha sido apartado en favor del rap de barrio y el omnipresente trap.
Pero, sobre todo, el MDLR se distingue por tener una conciencia de clase más acusada. No en vano, la expresión 'chico de la calle' remite a la clase trabajadora. Los MDLR, en su forma más pura, sienten orgullo de sus orígenes humildes y de 'ser de la calle', que no deja de ser una actualización de lo que en tus tiempos se conocía como 'la universidad de la vida'. Ser del barrio se ha convertido en una reivindicación y un estilo de vida. Algo que no estaría tan lejano del quinqui de finales de los 70 y principios de los 80 con el que seguramente estás más familiarizado.
Pero, como todo lo que es susceptible de venderse en esta vida, el MDLR también es pasto del mercadeo y, por tanto. también tiene mucho de postureo. Vestir en modo callejero ha pasado a ser la norma para muchos chavales de clase media, aunque no haya pisado un barrio chungo en la vida. Y también funciona como declaración de intenciones contra su opuesto estético absoluto: el cayetano. Es decir, aquel que viste zapatos náuticos, camisas planchadas, jerséys anudados al cuello y pulseras con la bandera de España. Sí, lo reconoces. En tu época lo conocías como pijo y, ugh, era lo peor. Pues para el MDLR también es el enemigo. Porque, aunque todo cambia, en el fondo todo sigue igual, solo qu se llama de otra forma.