La vida de Ira de Fürstenberg, fallecida en su casa de Roma a los 83 años, es de esas en las que caben muchas vidas, dispares y hasta antagónicas. Nació princesa, en una de las familias de más abolengo de Europa, pero siempre consideró al esquivo mundo del cine como su auténtica familia. En medio, el sueño de un visionario que quiso hacer de un pueblo pesquero al sur del sur de Europa un emporio turístico. Marbella la coronó reina, pero la joven aristócrata tenía otros planes. Este podría ser el resumen de la fascinante existencia de Virginia 'Ira' Carolina Theresa Pancrazia Galdina zu Fürstenberg.
Ira fue la descendiente de dos familias importantes: los Fürstenberg, nombre de una familia noble alemana que en el siglo XIII poseía un vasto territorio en el sur de Baden-Württemberg, y los Agnelli, propietarios de FIAT, el gigante europeo de la automoción. Su padre era el príncipe Tassilo de Fürstenberg y su madre, Clara Agnelli, nieta del fundador de la marca.
La vida de Ira comienza como un cuento de hadas, pero la princesa no tenía intención de limitarse a una vida convencional. Tan bella y elegante como impulsiva y apasionada, muy pronto dio señales de carácter al enamorarse de su príncipe azul con solo 14 años.
El enamorado, 15 años mayor que ella, era Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, otro príncipe de una dinastía alemana y heredero de otra familia aristocrática española, ya que su madre era Piedad Yturbe. Ira y Alfonso se conocieron en una boda en el castillo Donaueschingen, propiedad de los Fürstenberg a orillas del Danubio. Se casaron en Venecia un año después, cuando la novia solo tenía 15 años, en una fastuosa boda. La princesa explicó años después que no se casó para huir de casa, sino porque estaba realmente enamorada.
La pareja comenzó su vida de casados entre México y Suiza, pero fue en Marbella donde el matrimonio comenzó a forjar su leyenda, la de su matrimonio y la del enclave que pronto se convertiría en el refugio más exclusivo de la jet set.
A finales de los 50, Marbella era un pequeño pueblo de pescadores con una playa algo incómoda, pero el exuberante paisaje y su excepcional clima hicieron que Alfonso de Hohenlohe se planteara crear allí una alternativa turística a otros lugares de recreo europeo. Si los millonarios europeos o americanos estaban dispuestos a coger un avión para ir al sur de Francia o a la riviera italiana, ¿por qué no iban a llegar a España? Lo harían siempre que hubiera un lugar de clima, entorno y trato exquisitos. Así fue como este promotor creó el Marbella Club, al principio un sencillo hotel de solo 20 habitaciones y hoy el hotel de referencia en Marbella, y varios negocios inmobiliarios en la zona, dando un impulso imparable a la Costa del Sol.
Ira formó parte de ese éxito. El matrimonio pronto se convirtió en el máximo exponente de la jet set. Guapa, inteligente, cosmopolita y con una clase innegable, era la reina de ese mundo cuya máxima era el disfrute. En 'The Life and Times of a Princess', su autobiografía, la noble explica su experiencia en aquellos días de vino y rosas, cuando Marbella era una fiesta continua en la que se coincidía con los Bismarck, los Rotschild o los duques de Windsor, junto a estrellas como Ava Gardner, Audrey Hepburn y la realeza saudí. Pero Ira, ya madre de sus dos hijos Christopher, conocido como Kiko, fallecido en una cárcel de Tailandia a los 49 años, y Hubertus, fotógrafo, cantante y empresario, le hizo caso al corazón, divorciándose de Alfonso y volviéndose a casar con el millonario brasileño Francesco 'Baby' Pignateri. La relación solo duró tres años (1961-1964) y para cuando se divorciaron, ya era una mujer de 26 años, dos hijos y dos matrimonios a sus espaldas.
Con menos de 30 años, la princesa se ve obligada a reescribir su vida. Fue entonces modelo, siendo musa de Valentino o Karl Lagerfeld. Pero es el cine lo que resulta ser la opción más ilusionante. Su amistad con grandes estrellas de la pantalla facilitan esta nueva mutación de la antigua reina de Marbella.
En su escueta filmografía pasó de actuar bajo las órdenes de Zeffirelli a compartir película con Alfredo Landa en 'No desearás al vecino del quinto'. El cine se convierte así es en una alternativa a la familia que no había podido mantener en los últimos años. Para Ira, cada rodaje suponía una aventura, un momento para socializar y estrechar lazos con un grupo de personas que durante unos meses se convertían en sus seres queridos. Por ello, la calidad de las películas no era importante para ella. Conocer a los actores y a los directores, sumergirse en un proyecto nuevo, sentirse viva, en suma, eran los objetivos.
Los últimos años de la princesa fueron tranquilos. Recaló en el cortijo de Las Monjas, en Ronda, donde cada verano recibía a sus amigos. Fue allí donde Mark Shand, hermano fallecido de Camilla Parker Bowles, conoció a Tatiana Muñoz Fürstenberg, su último amor, y donde recuperó el tiempo perdido con Hubertus, quien cada vez pasaba más tiempo con su madre.
Casi octogenaria, Ira no dejó de viajar ni de iniciar nuevos proyectos. Milán, París o Hong Kong acogieron sus obras, que también dio a conocer en sus redes sociales, y cuyos beneficios han ido destinándose a los niños a través de la Fundación África. Hoy es su cuñada, la diseñadora Diane von Fürstenberg quien la recuerda.
Viajera incesante, Roma ha sido su última morada, el lugar donde se ha cerrado una vida con luces y sombras, pero también extremadamente coherente. No puede decirse que a Ira lograran doblegarla. "Hay que ser libre, independiente y feliz. Hacer lo que a una le dé la gana", afirmó hace unos años en Vanitatis. No hay mejor forma de resumir su testamento vital.