Una de las cualidades que mejor podrían definir a Walter Riso es la de inagotable. Psicólogo y escritor (Nápoles, 1951), ha perdido la cuenta de los libros que ha publicado, las consultas atendidas o las conferencias impartidas por todo el mundo. Sugiere con buen humor que no le preguntamos a su mujer, la psiquiatra Iris Luna, porque seguramente exagerará. Si nos atenemos a la nube de admiradores en librerías y redes sociales, la cifra hay que darla en millones. Más de cuatro suma en Instagram y Twitter.
Nació en Nápoles, se crio en Buenos Aires, se trasladó a Colombia y ahora reside entre Bogotá y Barcelona. Nos ha instruido en el amor en todas sus aristas y límites. Con él hemos conocido el arte de ser flexibles, el derecho a decir no, los secretos de la afectividad masculina o la diferencia entre amar y depender. ¿Cómo resistirse a títulos tan sugerentes como 'Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz' o 'Ya te dije adiós, ahora cómo te olvido'?
Su último libro, 'De tanto amarte, me olvidé de mí' (Planeta/Zenith), va camino de convertirse de nuevo en superventas. Sus primeras páginas son un disparador de reflexiones que, inevitablemente, ponen al lector en un brete: si pudieras viajar al pasado, sabiendo cómo es hoy tu relación, de pareja, ¿repetirías? ¿Querrías a una persona como tu pareja para tu hijo? ¿Estás enamorado de tu pareja como es hoy o de cómo era antes?
Se necesita mucha valentía para someterse a este cuestionario, Walter.
Es importante saber si te aman de verdad o si estás con la pareja inadecuada. Amar no es cargar con una cruz. No es aguantar, sufrir, resistir, sobrellevar, ceder, condescender, conformarse o permitir y tragar saliva.
¿Esos verbos son los que conducen a muchas parejas maduras a celebrar sus bodas de oro, incluso de titanio?
Sería interesante saber si realmente celebran el amor o son dos testarudos que soportan 50 o 75 años de relación y llegan con la infelicidad, el malestar y la tristeza como algo normalizado en sus vidas. A menudo escuchamos expresiones como "cuánto le ama", "vive para él o para ella". ¿Esto es amor o un secuestro amañado? Es importante dar ese paso que nos permite actuar y salir de nuestra zona de confort. Hay quien se queda en una mala relación por pereza, baja autoestima o esa inercia que nos arrastra a un amor para toda la vida, como si esto fuese una proeza.
¿Cómo distinguimos entonces si es un amor auténtico?
Cuando ocurre el milagro de la doble preferencia. Yo te prefiero, tú me prefieres. Eres lo mejor, pero, querido o querida, no eres lo único. El buen amor, el saludable, sin posesión y sin ataduras enfermizas, es espectacular. Dos egos que se quieren con ternura. El enfermizo es insoportable y nos puede destruir.
¿Amar sin olvidarnos de nosotros mismos?
A menudo nos enseñan que el otro es más importante que uno. No estoy de acuerdo. Si te olvidaste de ti por amar, no es amar. Es una entrega irracional, una esclavitud voluntaria. Deberíamos llevar grabado a fuego que no podemos amar si no nos amamos, al menos amar bien y equilibradamente.
¿El sentimiento de soledad nos aboca al amor? ¿Es arriesgado amar desde el miedo a estar solo?
Ama cuando estés listo, no cuando estés solo. El ser humano no está programado para vivir en soledad. La pareja genera ganas de vivir y te enriquece, pero también hay que respetar la soltería como una opción en la que la soledad se puede compensar con amigos, familia y otras pasiones que llenan la vida.
¿Cuáles son esas creencias que nos llevan de cabeza a esa idea con la que titulas el libro, a amar olvidándonos de uno mismo?
Son expresiones que escuchamos con demasiada frecuencia. Por ejemplo, "sin ti no soy nada", "tú me complementas" o "lo eres todo". Como mucho, se pueden admitir en un momento de arrumaco. Nada más. Como creencias hacen perder dignidad e identidad personal. Quien asienta su relación en ellas llega a pensar que la vida no tiene sentido sin esa pareja y se olvida de sus valores, de sus metas, de su proyecto vital y del control de su vida. No es amor, sino veneración, pleitesía. Una muleta para sobrevivir.
¿Qué ocurre cuando estas expresiones las recibe una persona narcisista?
En este estilo afectivo, la persona a la que uno ama se convierte en vampiro emocional y es inevitable sentir rechazo. Todo lo que alimente su ego será bienvenido. Tratar de avanzar en la relación con una persona narcisista esperando que cambie o tome consciencia de que te ama es inútil. Es agotador dejar pasar la vida buscando un afecto honesto. La persona que vive así se acaba secando, como un árbol sin savia. En lugar de soñar con milagros, lo mejor es amarse a uno mismo y transitar otro camino.
El nivel de conocimiento emocional ha aumentado en las últimas décadas, ¿significa que estamos aprendiendo a amar mejor?
Es verdad que hablamos más de todo ello, sabemos qué son las relaciones tóxicas y somos más cultos, pero no creo que hayamos mejorado mucho. Me sorprenden los niveles de dependencia emocional y los datos sobre la necesidad de controlar a la pareja que arrojan las encuestas. Me preocupan especialmente algunos comportamientos de las generaciones más jóvenes y creo que en ellos está influyendo muy negativamente el consumo de pornografía. Distorsionan la realidad y copian unos cánones que les abocan a relaciones muy peligrosas.
Decimos que nunca es tarde para amar, ¿tampoco para liberarse de un mal amor?
He comprobado que el ser humano alcanza su pico de autoestima a partir de los 60 años. Es la edad en la que uno sabe cómo quererse a sí mismo para querer a otro. Además, nos importa un rábano lo que piense el resto. ¡Qué cansancio! Por eso, se dan las condiciones para amar y emprender una relación saludable o reforzar la que tienes.
¿Nos enamoramos a los 50 con la intensidad de los 20?
A los 50, 60, 70, 80 y más, las hormonas que interactúan en el enamoramiento se pueden activar y provocar un estado maravilloso. La erótica no tiene la efervescencia del champán, pero catamos sensorialmente toda su naturaleza.
¿El erotismo puede sobrevivir a cualquier edad?
La vejez no es suficiente razón para perder el erotismo. Eros reaparece con un "te quiero" inesperado, una sonrisa cómplice, una mirada. No es necesario tener coito para disfrutar eróticamente. Un paciente de 90 años, en consulta con su mujer, de 89, me dio ejemplo de cómo puede suceder. Él no dejó de galantear a su mujer y me explicó su particular manera de acurrucarse para dormir o los juegos que practicaban en la intimidad. Uno de ellos, prescindir de ropa interior. Sexualmente, el ser humano vive su mejor momento entre los 30 y 40 años, pero esto no significa que no haya continuidad hasta el final de la vida.