'Dieciséis notas: La pasión oculta de Johann Sebastian Bach' (Penguin Random House) es la novela más importante de Risto Mejide. Así la define él mismo. Más de tres años de documentación sobre la vida del músico y, sobre todo, una catarsis emocional para afrontar lo que fue, lo que pudo ser y lo que será. Y que, además, eso sirva de ejemplo para aquellos que, alguna vez, hayan experimentado el mismo sentimiento.
"Yo no me he sentido discriminado por la diferencia de edad", asegura. Lo dice el hombre que lleva enfrentando críticas por su anterior relación, con la influencer Laura Escanes, desde que esta se hizo pública y que ahora vuelve a estar en boca de todos por formar una pareja 22 años menor que él. Pero, como explica el dicho, "hace daño quien quiere y no quien puede", y Risto está de vuelta en ese sentido o, al menos, parece estarlo: "Estoy más que vacunado contra ese tipo de críticas". Sin embargo, ha querido plasmar en su nuevo libro la historia de Bach, que legitima "la libertad de amar a quien tú quieras y como tú quieras", tal y como narra la sinopsis.
Libertad, también, de hacerlo las veces que sea necesario. "Hay que hacer el esfuerzo de darle otra oportunidad al amor, ilusionarse", comenta Risto. Aunque sin olvidar los vestigios que dejan las relaciones pasadas y que no son tan fáciles de obviar. Pero todo deja poso y de todo se aprende, incluso de uno mismo. A cualquier edad, en cualquier situación. Es algo que, confiesa, le ha enseñado la terapia: todas las cosas que nos quedan por descubrir de nosotros.
Risto admite que, a pesar de sus primeras reticencias a pedir ayuda profesional, cree que es fundamental "hacer un cotejo" de cómo nos encontramos. "Lo físico se nota, pero en las heridas psicológicas la sangre no se ve", afirma y sentencia con una metáfora propia de su pluma: "Puedes estar desangrándote sin saberlo". Por eso derribó sus barreras y decidió comenzar a cuidarse, también a nivel físico. Aunque, dice, el paso del tiempo no le preocupa. Ni las arrugas, ni las canas. Es de los que, simplemente, prefiere "celebrar que estamos vivos".
¿Por qué 'Dieciséis notas'?
Dieciséis notas es la distancia entre el Do y el Mi de la siguiente octava y son las dos notas que conectan en un arpegio, que es el primer preludio del Do mayor de "El clave bien temperado" de Johann Sebastian Bach. La explicación es así, no puedo hacerla distinta.
¿Te dedicas el libro a ti y a todos lo que han estado en tu situación?
A mí no. Lo dedico en realidad a cualquiera que se haya sentido discriminado alguna vez por tener una diferencia de edad importante con su pareja, a esos se lo dedico. Yo no me he sentido discriminado. Yo tengo la inmensa suerte de hacer lo que me da la gana y no por ello sufrir ni laboralmente ni mi entorno familiar, pero hay gente que sí lo sufre y a a esa gente va.
¿Tú no lo has sufrido?
No. A mí me han llegado muchas historias, imagino que inspiradas en mi relación. Lógicamente recibes críticas todos los días, pero es que me da igual. Si la pregunta es si lo he sufrido, no, ¿si las recibo? Claro que las recibo, pero para nada las sufro. Estoy más que vacunado contra ese tipo de críticas.
Es es una oda a las segundas y las terceras oportunidades en la vida, ¿no?
Sin duda. La vida de Johann Sebastian Bach, que yo desconocía totalmente antes de emprender este proyecto, es la demostración de que jamás hay que tirar la toalla. En el año 1720, se ve devastado y superado por una situación que es que fallece su primera esposa, el amor de su vida. Se queda con cuatro hijos en un trabajo que tampoco le acaba de hacer feliz y, sorprendentemente, menos dos años después está felizmente casado con la mujer con la que pasará el resto de sus días. 30 años de su vida, los más felices, de hecho, de su vida. Yo estoy seguro de que si le hacemos un "Chester" a Bach ese año, él diría: "Me llegan a decir hace un año que me volvería a enamorar de una mujer con la que, además, tengo tanta diferencia de edad y que me haría tan feliz, no me lo creería". Pues esa es un poco la historia del libro.
¿Tú te has visto devastado?
En mi vida muchas veces, claro que sí. ¿Quién no se ha visto devastado? Tengo 48 años, si con esa edad no te has visto devastado alguna vez es que no has vivido.
¿Cómo es estar viviendo un duelo mientras, a la vez, empiezas a sentir cosas 'primaverales'?
Pues eso es lo que intento narrar en el libro, cómo un tipo que ha perdido a su mujer puede enamorarse sin sentir culpa, sin sentir que está traicionando la memoria de su mujer fallecida, sin sentir que es señalado por los demás por decir "estás buscando enamorarte y ya está, eso es egoísta, deberías estar en tu casa llorando a esta mujer". Yo creo que hay algo de todo eso en el libro y en la vida de cualquiera. Uno se puede sentir culpable por enamorarse demasiado pronto, pero, ¿cuándo es demasiado pronto? Mi pregunta es: ¿Cuándo puede decidir uno cuándo enamorarse? No, uno no lo decide. Aparece esa persona y adiós tus planes. Esa es la maravilla también del amor, que te puede rescatar de los más oscuros agujeros y eso es lo que cuento en la novela que le pasa a Johann Sebastian Bach.
¿Te estás viendo rescatado por tu nueva pareja?
Yo no le asignaría a ninguna pareja la capacidad de rescatarme. Uno se rescata a así mismo y si no te rescatas tú, mal empezamos. No le puedes otorgar al otro la responsabilidad de sacarte de ningún agujero, eres tú el que te enamoras. Enamorarse es un verbo reflexivo, yo creo, sabiamente. No depende solo del otro y creo que ese es el esfuerzo que uno tiene que hacer: darle la oportunidad a la pareja que aparezca, ilusionarse y ser consciente de los mimbres que uno tiene después de la última relación.
¿Tú te has enamorado de quien has querido?
Yo es que no elijo de quién me enamoro. Igual habrá gente que sí, pero yo no puedo. Yo me enamoro y punto y es algo que, si es enamoramiento, te sobrepasa. Lo que sí que creo es que he tenido mucha suerte en ser correspondido, que no es fácil. El peor de los escenarios, que yo no lo he vivido, pero hay mucha gente que sí, debe ser ese, enamorarte perdidamente de alguien que no te corresponde.
Contaste en 'Viajando con Chester' que acudes a terapia, ¿qué puedes contarnos de esto?
Yo soy un férreo defensor de la terapia, pero no solo cuando uno está mal, es como la medicina. Y soy tremendamente hipocondriaco y muy aprensivo y me cuesta mucho ir al médico, pero reconozco que uno se ahorra muchos problemas si va de manera preventiva. Lo físico se ve [...], en las heridas psicológicas la sangre no se ve y puedes estar desangrándote sin tú saberlo. Entonces, es bueno. Yo defiendo mucho que haya una especie de cotejar que lo que te pasa dentro está más o menos en orden, tampoco perfecto porque no se puede, pero más o menos en orden. Y en esa tarea, reconozco que la labor de los psicólogos y psiquiatras es fundamental. Yo soy hijo de psicóloga clínica y a mí me ha ido muy bien pedir ayuda. Me cuesta, como le reconocí a Drexler, porque tengo esa soberbia y ese ego inmenso que no me ayuda muchas veces, pero una vez lo haces lo agradeces.
¿Una cosa que hayas aprendido de ti en terapia?
He aprendido a pedir perdón. Creo que pedir perdón a tiempo es una cosa importante. Ahora no me cuesta nada pedir perdón cuando me equivoco, la cago como cualquier ser humano. Antes justificaba muchos mis errores y ahora cuando veo un error, lo reconozco y digo: "Pues mira, me he equivocado, lo siento". No significa que me de igual, significa que es el principio para construir algo después.
¿Qué cosas crees que la persona de más edad aprende del más joven en las relaciones?
Fíjate que no le doy importancia al tema de la edad. Precisamente he escrito esta novela para cargarme ese prejuicio. Hay gente de 10 años menos que yo que es mucho más vieja que yo y viceversa. Hay gente de 80 años que he conocido que son más jóvenes que yo cuando tenía 20. De alguna forma, a mí me gustaría que nos olvidásemos del número y empezar a hablar de las actitudes ante la vida. Al final el número de vueltas que des al sol es irrelevante si tú estás toda tu vida sin evolucionar o evolucionando hacia un lugar tremendamente conservador y luego ves a gente con 80 años haciendo maratones o subiendo al Everest. Así que no considero la edad un factor determinante para aprender o no algo de alguien, sí la experiencia. Pero, de nuevo, alguien de 20 años puede tener una experiencia brutal en la vida que te de mil vueltas y te enseñe muchas cosas, mientras que alguien de 70 que a lo mejor no ha vivido nada te deje igual.
En los agradecimientos del libro no has incluido ni a tu anterior pareja ni a la actual. ¿Es algo para protegerte?
No. Eso forma parte de mi vida íntima. Yo me desnudo en este libro, sin problemas y sin tapujos, además. Yo hablo mucho de sentimientos, del amor y de mi manera de vivir el amor. Concretar ese amor es lo que forma parte de mi vida íntima. Obviamente hay una dedicatoria para toda la gente a la que quiero que forma parte ya de mi interior y que no voy a dejar entrar a los medios ni a miradas que no correspondan, pero eso no significa que el libro no esté escrito desde la más cruda sinceridad emocional, que es lo que le debo al lector.
¿Cómo llevas el paso del tiempo?
A mí el paso del tiempo me genera mucha tranquilidad porque la alternativa es muy chunga. La gente que dice "no me gusta celebrar cumpleaños", pues yo prefiero celebrarlos. No tengo ningún problema con eso, como no tengo ningún problema con que me salgan arrugas, se me caiga el pelo y me vuelva gordo. Lógicamente, ya no tengo 20 años, ¿qué esperabais? Eso nunca ha sido una preocupación para mí. Me preocupa la salud, me preocupa estar bien, entrenar para sentir que subo unas escaleras y no me canso.
Desde lo que sabes ahora, ¿qué le dirías al Risto de 30 años?
Nada, no fuera a ser que cambiase algo. Imagínate que le digo algo, cambia algo y ya me ha jodido la vida. Yo lo miraría de lejos y diría: "No voy a interactuar con ese tío, vaya a ser que la cague".
¿Qué mensaje te darías ahora para dentro de 20 años?
Me diría: "Ole tú, tío, has llegado a 20 años más. Tienes 68 ya, muy bien". Enhorabuena, le diría, por haber llegado hasta ahí. Yo soy tremendamente del día a día y de celebrar que estamos vivos y que no nos duele nada. Mi tío decía: "Si te despiertas a los 50 y no nada te duele, eso es que estás muerto". Entonces, tengo esa sensación de "qué bien", no me duele nada, estoy bien, puedo comer más o menos de todo, tengo gente que me quiere, pues "enhorabuena, que siga así".