¿Cuántas veces nos hemos sentido atrapados en una historia de amor que no nos convenía, aun sabiéndolo y con muchos años de convivencia en el retrovisor? ¿Cuántas veces hemos oído esa voz interior que nos alertaba de que algo falla en nuestra emociones y no hemos prestado atención? Estos comportamientos son habituales cuando las relaciones amorosas no son buenas e, incluso, pueden rozar lo tóxico, vínculos negativos que, sin llegar al maltrato, otra categoría de la que hay que huir desde el primer momento, nos hacen malbaratar el preciado tiempo de nuestra vida. Saber diagnosticar qué tipo de amor es el nuestro es importante, sobre todo cuando vamos cumpliendo años y no hay tiempo que perder. De todo ello, de las señales imperceptibles y de las sensaciones elocuentes, habla la psicóloga Montse Cazcarra en su libro 'Amor sano, amor del bueno' (Grijalbo), una guía para convertir las relaciones en lugares seguros para nosotros y para nuestra pareja.
¿Qué es un amor sano?
Aquel que no nos hace daño, que nos permite ser y que deja espacio para el crecimiento. Suelo decir que la vida ya es suficientemente difícil como para que el área de pareja, que debería ser un lugar en el que encontrar cobijo y que debería promover a nuestro bienestar, sea el área de nuestra vida que justamente más contribuya a lo contrario. Cuando tenemos un amor sano, podemos ser nosotros mismos, no sentimos que debamos cambiar cuestiones identitarias, ni tampoco nuestro modelo relacional, nuestros valores o nuestros objetivos vitales para poder seguir en la relación.
En una relación sana y segura sentimos que podemos crecer junto a nuestra pareja y crecer en otras áreas: no tenemos que destinar grandes dosis de energía en ingeniar estrategias para que nuestra pareja no se enfade, no nos deje, y podamos seguir en la relación.
¿Y, al revés, qué es un amor tóxico?
Aquel que nos hace daño, que causa mella en nuestro bienestar, que nos lleva a centrarnos tanto en la relación, en intentar que funcione, en que nuestra pareja esté bien, en que no se enfade, en que no nos deje… que nos dejamos de lado, que caemos en el desoír lo que necesitamos, en el perder el foco de lo que queremos para nosotros y para nuestra vida, y que nos lleva a que todo gire en torno al área pareja, causando mella en nuestro bienestar, pudiendo tener un impacto negativo en nuestro crecimiento, en el autoconcepto, en la autoestima o, incluso, en la identidad.
¿Se puede pasar de una relación tóxica a otra sana? ¿De qué manera?
Sí, pero no siempre es posible, y no siempre es recomendable. Es importante diferenciar una relación tóxica, aquella que, ya sea por diferencias en las necesidades emocionales, porque los miembros de la pareja se encuentran en puntos distintos de la relación o porque tienen diferentes objetivos vitales, se empeñan en tratar de hacer que funcione, a pesar del malestar que les produce quedarse, de una relación de maltrato en la que una de las partes trata de controlar a la otra a través de estrategias de manipulación, imposición de normas, desprecios…
¿Cómo es de importante el autoconocimiento?
Puede que en anteriores etapas de la relación no supiésemos regularnos emocionalmente, no fuésemos conscientes de nuestras necesidades o no fuésemos capaces de llegar a un punto intermedio en el que el vínculo honrase las necesidades de ambas partes. Pero puede que, con el tiempo, gracias a un mayor nivel de conciencia y madurez emocional, o como resultado de un trabajo interno, ahora sí seamos capaces de hacer que la relación funcione, entendiendo por ello, conservar el vínculo a la vez que preservamos nuestro bienestar emocional. Será importante poder ofrecer algo distinto en esta nueva etapa de la relación. A menudo nos movemos por el querer estar juntos y querer lograr que la relación funcione. Pero no basta con ello, sino que será importante no repetir las mismas dinámicas y poder ofrecer algo distinto, aprendiendo del pasado, revisándonos y trabajando para que la relación sea más sana y segura para todas las partes.
Esto no siempre será posible. Puede que no queramos trabajar en torno al vínculo y/o trabajarnos a título individual, y aunque puede ser una decisión que no guste a una parte, es lícita. En cualquier caso, lo que será interesante preguntarnos de forma consciente si podemos verdaderamente ofrecer lo que necesita la relación para ser sana.
¿Cuánto pesan las heridas del pasado en las relaciones sentimentales?
Siempre será importante reparar las posibles heridas ocasionadas en anteriores etapas. No podemos hacer borrón y cuenta nueva, y volver sin más solo porque queremos seguir adelante con la relación. A menudo sucede que retomamos el vínculo creyendo que con querer estar juntos basta; pero a medida que va pasando el tiempo y esa ilusión no eclipsa aquello que no fue reparado, esto va saliendo a la luz en forma de reproches, de quejas o de sentir que algo no termina de funcionar.
¿El amor sano se trabaja? ¿Qué podemos hacer para conseguirlo?
Sí, las relaciones sanas no suceden porque sí, sino que hay que trabajar a diario para construir un vínculo seguro. Será importante que prestemos atención a las interacciones del día a día, a aquello que parece insignificante, pero que, en realidad, contribuye a que nos sintamos vistos, escuchados, tenidos en cuenta y parte del vínculo; pues es especialmente en las interacciones del día a día cuando tenemos oportunidad de demostrar a nuestra pareja que estamos ahí, que la vemos, que puede contar con nuestro apoyo, que nos importa; y, por supuesto, viceversa.
¿Cómo saber si nuestra relación es un lugar seguro para nosotros?
Prestando atención a nuestro bienestar; aunque, a veces, tenemos que aprender a hacerlo. Nuestras emociones tienen la respuesta que buscamos, pero quizá hayamos aprendido a ignorarlas y se nos dé demasiado bien; o quizá no sepamos qué significado atribuirles pues escucharnos no ha sido nuestra prioridad. Las emociones que resulten predominantes en el vínculo serán un indicador de a qué necesitamos atender para recuperar nuestro bienestar a base de pequeñas decisiones como, por ejemplo, comunicar lo que necesitamos más a menudo, poner más límites, recuperar algunas costumbres que hemos dejado de lado desde que estamos en esta relación o poner fin al vínculo.
Imagina a una persona que se acaba de enamorar: ¿a qué señales debemos estar atentos para saber que no es una relación tóxica?
Al malestar y a la incomodidad en general. Cuando sentimos que algo no nos cuadra, cuando experimentamos confusión, cuando pescamos al vuelo incoherencia o inconsistencia (dice una cosa y hace otra, o dice una cosa y la hace, pero solo en ocasiones), cuando nos encontramos preguntándonos constantemente qué hacer o decir para evitar que algo suceda (que la persona a quien estamos conociendo nos deje de hablar, por ejemplo), cuando nos damos cuenta de que nuestras inseguridades han aumentado exponencialmente desde que estamos conociendo a esa persona…
Es muy importante saber con qué mochila entramos en una relación para saber qué nos pertenece a nosotros y qué al vínculo que estamos forjando junto a esa persona a quien estamos conociendo. Pero, ¡atención!, también es importante no desoír todo aquello que sentimos solo para poder seguir conociéndola, pues, es posible que en nuestra mochila ya traigamos inseguridades de base y que, a la vez, lo que nos ofrece esa persona y las dinámicas que entre nosotros se generan exacerben esas inseguridades.
¿Por qué insistes en no desoír?
Insisto en no desoír porque en el inicio la ilusión suele eclipsarnos. La fase de enamoramiento es poderosa, idealizamos a la otra persona, disculpamos, excusamos y quitamos importancia a algunas cosas que, en realidad, sí la tienen. Entonces, cuidado: ni irnos a la primera (excepto ante banderas rojas inadmisibles, por supuesto), ni quedarnos a recolectar banderas rojas infinitas, porque nada nos parece tan grave como para salir de la relación hasta que lo normalizamos y un día, de repente, sentimos que debemos dejarlo, pero, a la vez, sentimos que la relación ya nos ha atrapado.