Eurocopas y besos televisados: cómo influye ver imágenes de pareja años después del divorcio
Marta Legasa
Sara Carbonero e Iker Casillas en 2016.Getty.
Eurocopa 2010: España ganadora del Mundial y todo el país pendiente del beso de Iker Casillas y Sara Carbonero, entonces pareja sentimental
Son "las pequeñas cosas" de Serrat las que nos hacen echar la vista atrás con nostalgia: ¿cómo podemos evitar la melancolía y arrojar una mirada lúcida?
En vísperas de una nueva final de Eurocopa protagonizada por España, es inevitable no echar la vista atrás y recordar ese momento de 2010 en que España fue testigo del amor de Iker Casillas, entonces capital de la Roja, y una joven, aunque experimentada periodista, llamada Sara Carbonero. Fue en el Mundial de Sudáfrica, pero la expectación por el posible título, es la misma de ahora, cuando España puede llevarse su cuarta Eurocopa. La mirada. El beso. El país entero vibrando de emoción. ¿Quién no lo recuerda?
Cuando se llega a cotas tan altas de romance, es difícil mantener la media. Cada pareja evoluciona de una manera incluso en la forma de decirse adiós. Pero los recuerdos ahí siguen, a veces con los hijos como hilo conductor y otras a través de una simple foto o de una melodía. "Son aquellas pequeñas cosas", decía Serrat. Las pequeñas cosas y su poder evocador de una emoción llamada secundaria, pero muy presente en nuestra vida: la nostalgia.
Esa nostalgia hacia la relación pasada va a depender del color de las expectativas que tuviéramos respecto a ese divorcio o separación. Plantearse expectativas es normal; de hecho, cambiamos de situación porque creemos que vamos a mejorar: hemos alumbrado unas expectativas positivas. Pero si son poco realistas nos pueden frustrar o hacer edulcorar la realidad anterior. Precisamente, antes de la separación suele darse un debate interno entre los mejores y peores escenarios. ¿Cómo gestionar este duelo?
Cuando lo compras y cuando te llega
O expectativa vs. realidad. Cuando nos separamos o divorciamos pensamos que la vida nos va a sonreír, mejoraremos emocionalmente, todo será más sencillo sin tener que llegar a tantos acuerdos y es posible que hasta volvamos a enamorarnos. Sin embargo, la realidad es más compleja. Una separación no es fácil. Nos enfrentamos a sensaciones desconocidas y a escenarios muy duros: de repente, tenemos que decidir sobre temas que creíamos solucionados. La situación se complica más cuando hay hijos menores. Es más fácil que ahí surjan desacuerdos, incomunicación y sentimientos encontrados. Como colofón, puede ser que aparezca cierto sentimiento de arrepentimiento, el mismo que nos hace preguntarnos si es una buena idea haber llegado hasta ahí. No es raro que en ese punto aparezcan estas emociones:
Sensación de pérdida: Puedes sentir que estás perdiendo no solo a tu pareja, sino también la vida que habías planeado juntos. Esto puede ser muy doloroso si la separación implica un cambio drástico en tu estilo de vida o en la dinámica con tus hijos.
Ira: Es natural sentirte frustrado con la expareja, con la situación a la que se ha llegado e, incluso, con uno mismo.
Melancolía: Sentir nostalgia y tristeza es completamente normal. Habías creado un mundo propio y eso se ha perdido.
Incertidumbre: Hacer frente a una situación totalmente nueva puede generar mucha incertidumbre, una de las emociones más disruptoras
Adaptación: El tiempo hará que un día aceptes la nueva situación y te adaptes a ella. Pero para que llegue ese tiempo hace falta tiempo. Cuánto depende de cada persona, pero los psicólogos explican que cualquier situación de duele tiene una duración mínima de un año. Ese tiempo no es siempre de mejora ascendente. Hay días mejores y otros peores, lo importante es seguir avanzando.
El cerebro y las emociones pueden jugarnos malas pasadas, especialmente si las expectativas mencionadas no se ajustan a la realidad. En la vida hay muchas variables que juegan a favor o en contra de nuestros deseos. Nos puede ir bien en el trabajo y recibir el diagnóstico de una enfermedad inesperada. O encontrar una pareja maravillosa, pero no tener la misma fortuna en el trabajo. Todos estos factores hacen que cuando echamos la vista atrás (basta una foto o cualquier recuerdo) veamos ese momento como un estado ideal. Para no dejarnos arrastrar por la melancolía, los psicólogos recomiendan las siguientes pautas:
Acepta todas tus emociones. Reconócelas, permítete sentirlas, abrázalas. Reprimir las emociones es comprar entradas para el malestar y la enfermedad mental. Todas las emociones son funcionales, las necesitas: siéntelas.
Busca mentores. Nadie conoce su vida mejor que uno mismo, pero dejarse aconsejar por la persona o personas en las que confías no tiene nada de malo. Hablar sobre lo que estás sintiendo es terapéutico. Pero recuerda que hay que elegir muy bien a quien hacemos depositarios de nuestras emociones.
Actualiza tus expectativas. Ya lo hiciste una vez, pero quizá ha llegado el momento de resignificar lo que puedes esperar de tu vida tal y como la tienes organizada. Aunque no haya ocurrido nada muy significativo, estás en el comienzo de una nueva vida, con todas las posibilidades abiertas. Visto así, el divorcio es una manera de reinventarse, para lo que tendrás que vivir en el presente.
Practica el autocuidado. Divorciarse y todos los previos son un proceso agotador. El autocuidado es básico para no perder tanto la salud como la identidad. Algo muy peligroso es mirarse al espejo y no reconocerse. Algo así se evita cuidando la alimentación, el descanso y el ocio. Y rodeándote de lo que Marián Rojas Estapé llama 'personas vitamina'.
Cultiva la paciencia (contigo y con los demás). Cada persona tiene su ritmo y sus épocas: a veces se piensa más en el pasado y a veces menos. Practica la amabilidad contigo misma, no tiene nada de malo que recuerdes tiempos lejanos. Y si alguien te los recuerda, piensa que de eso se trata la vida de generar recuerdos que perduren en el tiempo.